El Chavo del Ocho: la extraña teoría que vincula a los personajes con los pecados capitales
Desde su estreno en la década de 1970, El Chavo del Ocho cautivó a la audiencia y conquistó a los corazones de los hogares latinoamericanos. Lejos de las peleas, los conflictos y las muertes que más golpearon a la creación de Roberto Gómez Bolaños, una teoría asegura que los personajes de la serie están conectados con los siete pecados capitales.
Con guiños al público, con efectivos gags humorísticos y situaciones de la vida cotidiana de un grupo de inquilinos de la vecindad, Chespirito logró que su ficción traspasara las fronteras de su México natal. Pero lejos de ese humor creado por guiones tan simples como eficaces hay quienes sostienen que los personajes se sustentan en motivos más oscuros y sombríos.
Entre los usuarios de las redes sociales circula la teoría que asocia las características distintivas de los personajes de la serie con los siete pecados capitales: avaricia, envidia, gula, ira, lujuria, pereza y soberbia.
De tener asidero la teoría mencionada, la gula estaría representada por el hambre que padece el personaje que le da nombre a la serie: el Chavo del 8. Además deseo constante por la "torta (sándwich) de jamón se leería como un desprecio a la prohibición del consumo de la carne de cerdo, algo prohibido porque antaño se lo consideraba un animal sucio.
En lo que al pecado capital de la pereza respecta la referencia apunta al padre de la Chilindrina, Don Ramón (Ramón Gómez Valdés de Castillo). Este personaje no trabaja y a lo largo de la serie evade el pago del alquiler.
De acuerdo con la teoría, el Señor Barriga (Edgar Ángel Vivar Villanueva) representaría el pecado capital de la avaricia. Día tras día, semana tras semana, acude a la vecindad a intentar cobrar el alquiler y choca con el moroso incobrable de Don Ramón.
Apañado su madre Doña Florinda (Florinda Meza), Quico encarnaría el pecado capital de la soberbia. Es el niño mimado y más rico de la vecindad y, lejos de solidarizarse con la realidad de sus vecinos, ostenta con sus juguetes nuevos y golosinas. Acciones con las que despierta la envidia de sus vecinos.
Por su parte, la Chilindrina (María Antonieta de las Nieves) representaría el pecado capital de la ira. Cada vez que no puede lograr el objetivo que se propone o sus amigos de la vecindad no le permiten salirse con la suya, rompe en llanto, se enoja y recurre a la figura de su padre Don Ramón.
Finalmente, el affaire que mantienen en la ficción el profesor Jirafales (Rubén Aguirre) y Doña Florinda representaría el pecado capital de la lujuria. Con su ramo de flores e ignorando la presencia de Quico, el hijo de su enamorada, el docente no escatima en muestras de afectos y sucumbe a la invitación de una tentadora tasa de té.
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