A solas con La Nación, “Jota” Cardona recorre su vida como gángster y describe cuál es la posición de la Argentina en el mapa del narcotráfico internacional
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Francisco Javier Cardona Ramírez fue narcotraficante. Capo de Connecticut. Trabajó con Pablo Escobar Gaviria, el Patrón del Mal, y con Griselda Blanco, La viuda negra. Vendió miles de kilogramos de cocaína y forjó una fortuna. Extendió sus negocios desde Colombia a los Estados Unidos, hasta que consumió toda su suerte. Estuvo detenido 20 años y se convirtió en colaborador de la DEA, la agencia norteamericana que combate el narcotráfico.
“Jota”, como lo llaman, nació en 1958 en Aranjuez, comuna de Medellín, Colombia. En los 80 se radicó en los Estados Unidos, donde vive aún hoy. Conoce al detalle el corazón del narcotráfico. Sabe las claves del negocio y los códigos de los cárteles. Y está al tanto de lo que sucede con las drogas en esta parte del mundo. A solas con La Nación, antes de desandar su propia historia en el narcotráfico, describe la situación actual de la Argentina en el mapa narco. Y asegura que el carfentanilo (fentanilo modificado), la droga adulterada que se vendió en la barriada Puerta 8 y a principios de año mató al menos a 24 personas en el conurbano bonaerense, pertenece al cártel de Sinaloa.
-¿El cártel de Sinaloa está en Argentina? ¿Por qué dice que ellos son responsables del fentanilo en el país?
-El fentanilo es un narcótico opioide y anestésico mucho más potente que la morfina. Llega a México desde China. Allí lo procesan y lo distribuyen. Si bien hay varias organizaciones que trabajan esa droga, el Cártel de Sinaloa es el que más poder tiene a nivel mundial porque son muy profesionales. Los hijos de los capos estudiaron o estudian en las mejores universidades del mundo. Están metidos en el jet set internacional, manejan un léxico interesante, tienen una vida limpia ante el mundo. El cártel de Sinaloa es el responsable a nivel mundial de la distribución de cocaína y parte de la heroína y, especialmente, el fentanilo. Y es quien está manejando el narcotráfico en la Argentina.
-¿Qué cree que pasó con la droga adulterada de Puerta 8?
-Muchas veces “cortan” ó “estiran” la cocaína con elementos que no hacen el contraste adecuado. Intoxican la droga. Se vuelve tan letal que con solo olerla puede reventar los pulmones, ocasionar paros cardíacos o provocar derrames cerebrales. Es decir que una pequeña dosis es suficiente para matar. Investigué lo que pasó en Argentina y considero que se trató de una revancha entre narcotraficantes para sacar a otro del mercado y llamar la atención de los rivales.
-¿Pero la contaminación no perjudica el negocio de todos?
-El narcotraficante es la rata más dañina que hay sobre la tierra. Yo lo fui, viví muy adentro de eso, y te aseguro que no te importa la vida de los demás, ni el daño que le haces a otros. Solo importa el dinero, el poder y que nuestros hijos estén bien, que nuestras madres estén bien... y nada más. No pensamos en el daño colateral que ocasionamos.
-¿Hay conexión entre gobiernos populistas y el narcotráfico?
-Al 100 por ciento. Toda la fortuna del gobierno actual de Venezuela proviene del narcotráfico. En Miami está detenido Alexander Saab, lavador de dinero de Maduro y de (Diosdado) Cabello. Tienen una fortuna incalculable y por eso no sueltan el poder. El mayor productor de cocaína es Colombia y el exportador es Venezuela, en particular, el cártel de Los Soles comandado por Cabello.
-¿Y cómo se conecta eso con Argentina?
-A la Argentina están llegando los cárteles con la complicidad de varios sectores. Se nota que se los está comiendo la corrupción, la avaricia de poder de sus funcionarios. Yo durante los casi 20 años que estuve detenido colaborando con la DEA, me dediqué a estudiar Ciencias Políticas y lo que pasa en Latinoamérica. El narcotráfico avanza sin límites ya que el 90 por ciento de los gobiernos son corruptos. Ahí el arma más letal es la cocaína.
-Es decir que, según tu experiencia, la Argentina tiene un lugar de relevancia en el mapa narco.
-Argentina se ha vuelto uno de los países más importantes para el narcotráfico porque está haciendo de puente para exportar a Europa, Australia y Asia. Además, yo diría que está entre los diez países más consumidores de cocaína.
-¿La cocaína sigue siendo la droga más vendida en el mundo?
-Es la reina de todas las drogas. El arrebato de la cocaína es diferente, porque al otro día quien consumió se levanta bien. Pero cuando la persona entra en el vicio, no lo suelta más. En esta etapa los consumidores se están volviendo más adictos y recurren a otras opciones, como la combinación entre cocaína y fentanil. En Miami lo están consumiendo así. Los universitarios de familias muy pudientes lo consumen mucho, van drogados a todos lados. Me consta, lo viví.
“Desde niño tenía el deseo de ser rico bien rápido”
-¿Por qué te dedicaste al narcotráfico?
-Por poder. Lo que más me impulsó a hacer eso fue el poder que da el narcotráfico. Lo descubrí cuando conocí a La viuda negra, en el parque de Aranjuez, en Colombia, cuando llegaba en los carros lujosos rodeados de los grandes bandidos de esa época y le besaban la mano. El resto no se podía ni acercar. Desde niño tenía el deseo de ser rico bien rápido.
-¿Cómo empezaste?
-Yo llegué al estado de Connecticut en 1977. Empecé a vender cocaína en la fábrica en la que trabajaba. Después tuve un accidente y con el dinero que me pagaron, 60 mil dólares, fui a ver a Griselda Blanco, conocida como La viuda negra o La reina de la cocaína. Me encontré con ella en Nueva York, negociamos, y me empezó a entregar de a cinco kilos por vez.
-¿Cuál era tu método de venta?
-Mi sistema se basó en los pequeños comercios. Yo iba a comprar, por ejemplo, un pescado, y le hacía este gesto al vendedor (se toca la nariz): “¿You want this? ¿Quiere esto? ¿Quiere un gramo? No gaste su dinero, sea mi vendedor. A todo el que venga a comprar pescado, véndale droga y usted consume gratis. Yo le dejo una onza y usted le echa el inositol, que es un producto para estirar la droga. Sólo lo hace defecar más rápido y genera adicción”.
-Entiendo que le dio resultado.
-¡Sí! Después salió el fentanil, un componente peligrosísimo para anestesiar elefantes, que están usando ahora para generar más plata.
-¿El vendedor se quedaba con el diez por ciento de lo vendido?
-Claro. Yo no les dejaba un kilo, en esa época era mucha plata, costaba unos 80 mil dólares. Les dejaba una onza o dos, que son unos 28 gramos. Y les enseñaba a cortar y estirar la droga. Les regalaba la maquinita y la pesa gramera (elementos de estiramiento). Les enseñaba todo el proceso. Cuando se pasaban con el corte les decía que no le echen más porque las iba a dañar. Y así fue cómo llegamos a las universidades, a las tiendas y a las discotecas.
-¿En aquellos tiempos, su proveedor exclusivo fue La viuda negra?
-La Viuda Negra me entregaba la droga y yo la vendía en Connecticut, cerca de Nueva York. Entonces me volví una competencia para el resto de los carteles y narcos. Y ella me dijo: “Mejor dele usted para que no sea tanta la competencia”. Ahí es donde empezó mi mundo terrorífico, el negocio más puerco que me tocó vivir.
-¿A qué se refiere exactamente?
-Vi lo peor y, al mismo tiempo, no paré de extender mi negocio. De ahí me vine a Miami y conocí a una novia que era la caletera (transporte) de una de las familias más poderosas de Medellín, los Ochoa Vázquez (que fueron fundadores del Cártel de Medellín junto a Pablo Escobar y comenzaron con el paramilitarismo en Colombia). Recuerdo que una vez entré al depósito y casi me caigo de espaldas: había cajas y cajas y cajas de zapatos llenas de cocaína. Me dijo que había 3.500 kilos de cocaína en esta casa y otros 3.000 en otro lado... en total, disponían de 15.000 kilos. Y me pregunté: “¿Cómo hay acá todo esto mientras yo estoy vendiendo tan poquitito?”. Y ella me respondió: “Bueno tranquilo que a eso viniste”.
-Es decir que comenzaste a trabajar con otra línea, con otro proveedor.
-Sí, conocí otra línea en Miami, una familia de la que no revelaré jamás el nombre, y ahí empecé a distribuir. Desde Miami me llevaba la droga para Connecticut, para Boston, Hartford y otras zonas. Ahí me volví “el capo de Connecticut”.
-¿Cuánta gente llegó a tener tu organización?
-Más de medio centenar de personas y un activo de cien millones de dólares. El negocio de la droga es la empresa multinacional que produce más dinero que muchas otras.
-¿Cuándo te detuvieron por primera vez?
-En Connecticut, en agosto de 1983. Yo capo de la ciudad. Ese día estaba estrenando un carro, un Camaro Z28 convertible. Yo iba con una señorita, Gladys. Le dije que acompañemos a mi hermano que va a llevar un kilo a otro traficante que habían detenido un tiempo antes con 6 onzas. La DEA lo venía siguiendo y él se hizo colaborador. Le dijeron: “O colaboras con nosotros o te jodemos”. Y colaboró.
-¿Y qué paso?
-Cuando llegué al lugar, la DEA nos estaba esperando. Me pusieron las armas encima y se jodió todo. Me dije “¡Ay, mamá! ¿y ahora qué?”. No quise colaborar con la Justicia. Pensé que si me metían preso, cumplía la tercera parte de mi condena y salía en libertad. “Estoy joven, si quedo preso 4 o 5 años sin colaboración es más fácil”, concluí. Y supuse el bobo de mi entregador había colaborado de puro miedo.
-¿Cómo blanqueabas el dinero del narcotráfico?
-Hay miles de maneras. Por ejemplo, compraba 300 mil cámaras de video a 500 dólares y las vendía por el mismo dinero. Entonces, mi dinero quedaba limpio. Blanqueaba a través de autos, motocicletas, ropa y zapatillas tenis. Por eso hoy mantengo un negocio con la ropa. Nunca me siguieron por enriquecimiento.
-Pero fuiste acusado de lavado…
-Yo entré en una causa de lavado de dinero que se llamaba Hielo Verde, Operación Green Ice, una investigación que terminó en 1992 con 650 detenidos. La mega operación empezó en Italia, con maniobras del Cartel de Cali. Con la investigación se llegó a la conclusión de un lavado de 55 millones de dólares. A mí me acusaron por el lavado de 1.800.000 dólares.
-¿Te venían escuchando?
-Sí. Los teléfonos estaban interceptados. Escuchaban todas mis conversaciones.
-¿Y fuiste a juicio?
-No, el abogado me dijo que me iban a encontrar culpable y me consiguió un juicio abreviado con una condena muy baja. Me explicó que iba a hacer la tercera parte de unos siete o diez años. Otra vez pensé que estaba joven, con billetes, en una prisión buena. En la cárcel me vestía con ropa de la calle, había buen trato y una comida especial.
-¿Cuántos años cumpliste finalmente?
-Hice dos y me fugué, porque yo era un loquito y quería sentir esa adrenalina. Me fugué de la prisión llamada Terre Haute Indiana. Es la misma en la que ahora está la esposa del Chapo Guzmán. No tiene muros ni rejas, pero alrededor hay carros que tiran a matar a quienes intenten fugarse. Yo quería sentir esa adrenalina de escapar de noche, cuando está la mayor seguridad, y que me tiren a matar. Me la jugué con dos más; los otros tenían condenas con más años. Yo les dije “les pago la fuga, pero vámonos”, y nos fuimos.
-¿Y te agarraron?
-No, todo fue una rumba, de Chicago a Los Ángeles, cuando no se necesitaba ID (identificación) para montarse a los aviones. Eso cambió después del 11S que derivó en mayor seguridad.
-¿Cuánto tiempo estuviste prófugo?
-Me fugué en 1985 y estuve prófugo hasta el ‘92. Me vine a Miami, donde no me conocía nadie. En 1992 me detuvieron en Los Ángeles, California, por intento de asesinato, por secuestro de dos agentes de Customs, portación de armas y por la operación de lavado de dinero Hielo Verde, más la fuga de la cárcel.
-¿Y entonces?
-Mi abogado, que me cobró 260 mil dólares por la defensa, me dijo que algunas penas podían apelarse y así hicimos. Gané el caso del secuestro, gané el de intento de asesinato pero me declararon culpable de lavado de dinero, escape y portación de arma. Fui condenado a un total 10 años y 9 meses. Esa pena la cumplí en abril del 2003. Pero volví a caer en 2005.
-¿Otra vez por narcotráfico?
-Claro. Yo era un loco que el diablo había cegado. Y entonces caí en Nueva York, en New Jersey, haciendo una transacción de 160 kilogramos de cocaína. Era una entrega controlada por la DEA. El que traía la droga había informado a las autoridades.
-Entonces, finalmente, decidiste colaborar con la Justicia.
-Comencé a cooperar con el gobierno y con la DEA. Les entregué una cantidad incalculable de mi fortuna. También les di dinero que no era mío, que estaba lavando. Además, les entregué carros y propiedades. Hice un trato con la DEA y me reconocieron la cooperación. Estuve detenido cinco años en un edificio de Brooklyn y después me dejaron en libertad con la condición de que nunca más volviese a romper las leyes.
“Creo que ni el dueño de Amazon es tan feliz como yo”
-¿Cuándo se produce tu cambio de vida?
-Tuve una pelea muy fuerte en la prisión. Me dejaron en una celda de castigo por 45 días. Estaba en el hueco de Brooklyn, adentro del edificio, adonde van los peores narcos. Ahí van todos los del FBI, la DEA… en Manhattan hay uno de esos lugares donde estuvo el Chapo Guzmán. Y en Washington DC hay otro que alberga tres presos. Ahí la pasé mal. Pero mi verdadero cambio ocurrió cuando me entregué a Jesucristo.
-¿Trabajaste con Pablo Escobar Gaviria?
-Yo le compraba al Cártel de Medellín y tenía contacto con Pablo. Llegué a fumar marihuana con él, pero nunca me entregó un gramo de cocaína. Jamás fue mi patrón, más bien mi conocido. Lo habré visto cuatro o cinco veces. Yo le mandaba zapatillas. Pablo sabía que yo movía mucho, estaba al tanto de mi inteligencia para vender. Me dijo que trabajara para él directamente y yo le dije “No, porque luego usted me mata, usted mata a sus amigos”. Le dije: “Déjeme quieto, nomás”.
-¿Cómo era Escobar?
-Era muy calmado, muy sosegado, siempre pensaba mucho antes de hablar. Era muy jocoso, amigo o enemigo, un “man” al que le gustaba ayudar a los pobres, pero con segunda intención. Y un criminal que mató mucha gente. Pero la Viuda Negra también mandaba a matar por nada.
-¿Griselda Blanco mató tanta gente como Pablo Escobar?
-No, no tanto, Pablo Escobar era el campeón de los terroristas asesinos. Es el Bin Laden colombiano.
-¿De qué murió Griselda?
-”Plomonía” (dice, mezclando “plomo” y “pulmonía”). Le dieron plomo en 2012, en una carnicería de Medellín. Había estado presa, cuando salió mantuvo el bajo perfil, estaba vieja y cansada, pero la venganza llegó y fue letal.
-¿Vos no temés por venganza?
-Mis miedos murieron hace años, no le tengo miedo a nada, ni a nadie. Si yo me muero, me voy contento. Vivo el día y no sé qué va a ser de mí mañana. Aun así soy feliz con Dios. Creo que ni el dueño de Amazon es tan feliz como yo.
-¿Te arrepentís de algo?
-Me arrepentí de todo y ese hombre que vivió en mi pasado ya está muerto.
-¿Sentís que pagaste tu deuda con la Justicia?
-Sí, yo la pagué y la sigo pagando, porque usted no sabe cuánto he sufrido en estos años. He sido humillado, difamado, he dormido en el piso, me han golpeado hasta el cansancio.
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