Cansada de la rutina laboral en Argentina, se fue a México sin fecha de regreso. Y en el viaje conoció a quien cambiaría sus planes por completo.
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Fue una noche divertida, como tantas otras que habían pasado en su estadía en Playa del Carmen, el balneario costero de México donde habían decidido pasar unas vacaciones sin fecha de regreso. El cielo estaba despejado, las estrellas iluminaban el mar y como no estaban cansadas, quisieron quedarse un rato en el patio del hostel en el que estaban alojadas. “Estábamos charlando cuando de pronto llegaron dos extranjeros. Los dos hablaban en inglés, nos saludaron. Y nosotras respondimos con lo básico que habíamos aprendido en el colegio. Esa noche no fue más que tratar de comunicarnos y, un poco frustradas, aunque contentas, nos fuimos a dormir. Ese rubio todo simpático queriendo hablar un español muy raro me había encantado”, le confesó Anyelen a su amiga Florencia antes de quedarse profundamente dormida.
La aventura para Anyelen había comenzado en diciembre de 2018 cuando, después de dos años y medio de trabajar como asistente contable en Hileret, decidió renunciar a su puesto y emprender un viaje sin una fecha de vuelta. “Era mi sueño desde que había terminado el colegio en Saladillo, provincia de Buenos Aires y me anoté en la carrera de Contador Público. Quería recibirme, ahorrar algo de plata y explorar el mundo”. En 2016, con 25 años, finalizó sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y comenzó a trabajar en la ciudad de Buenos Aires.
“No quería pasar el resto de mis días en Saladillo”
“Crecí muchísimo como persona y me desarrollé profesionalmente”. Hasta que los viajes diarios a la capital en un colectivo que demoraba más de dos horas en llegar a destino, comenzaron a generar un cansancio mental y físico que cada vez se hacía más difícil de sobrellevar. Fue en ese contexto que Anyelen optó por priorizar su deseo y emprender viaje. “No sabía a dónde quería vivir, amo mi familia y somos súper cercanos pero no quería pasar el resto de mis días en Saladillo”. Y así fue que ese diciembre de 2018 partió de Ezeiza para arribar finalmente a Playa del Carmen.
Matthew era el nombre del canadiense que la había encandilado. “Cada vez que me lo cruzaba parecía embobada, algo me gustaba de él, era tan simple que siempre andaba descalzo. Por eso con mi amiga Flor lo apodamos Tarzán a modo de chiste. Nunca me di cuenta de que él quería algo conmigo hasta que me pidió que le pusiera protector solar. Lo acompañé a la habitación y estaba escuchando Country girl shake it for me de Luke Bryan. Me sacó a bailar en la habitación y ¡me dio un beso que me volvió loca! Esa canción nunca paró de repetirse en mi cabeza. Me quedé totalmente enamorada”.
Una cinta roja y una noche en la playa
Desde ese momento la química entre ellos fue increíble. La siguiente noche se cruzamos de casualidad en las calles de Playa del Carmen y fueron juntos a playa. “Nos comunicábamos solo con señas y yo con mi inglés súper básico. Me contó que había ido a visitar a su papá que vivía en México y quería pasar unos días en Playa del Carmen antes de volver a los -30° C grados que en Canadá lo esperaban”.
Sin embargo, el sueño en el que Anyelen estaba viviendo estaba por llegar a su fin. El día siguiente ambos tenían un vuelo de regreso a otras ciudades: ella a Cancún y el a Canadá. Pero ella necesitaba, al menos, despedirse. Lo esperó dos horas en el patio del hostel donde días antes sus caminos se habían cruzado. “Cuando apareció se puso feliz al verme. Agarró un parlante, una almohada y una manta y nos fuimos a la playa. Esa noche fue muy especial, los dos lloramos y le regalé una cinta roja que llevaba en mi muñeca. Sentía mucho vacío al pensar que no lo iba a ver más, pero por alguna razón le dije que sentía que nos volveríamos a encontrar”.
Hasta que llegó el momento de la despedida. Como la lluvia era intensa a la hora del despegue, los vuelos se demoraron. “Lo único que hacíamos era estar abrazados y una amiga nos oficiaba de traductora. Es el destino que quiere que sigamos juntos, me repetía él al oído”.
Anyelen partió hacia Cancún y los primeros días se mantuvo en contacto con Matthew a través del correo electrónico. Hasta que el 1 de enero se bajó la aplicación WhatsApp y desde entonces hablaban a diario por videollamada: “claramente lo que podíamos, porque mi inglés no era nada bueno, pero con tan solo vernos bastaba”.
¿Un plan demasiado arriesgado?
Mientras él trabajaba en la empresa petrolera que lo empleaba, ella siguió recorriendo el Caribe. Pero tenían tantas ganas de volver a verse que él la invitó a Canadá a pasar un tiempo en su casa y probar cómo funcionaba para ellos la convivencia. “Yo no tenía nada que me atara, así que después de mucho papelerío y ayuda de mis amigos saqué pasajes para el 23 de enero. A mi familia le iba contando a medias cuáles eran mis planes. Les dije que con mi amiga nos íbamos a visitar a los canadienses que habíamos conocido. No quería dar demasiados detalles porque solo pensar que iba sola a otro país y que encima no era mi idioma ya me estresaba. En esos días fui a comprar una muda de invierno porque tenía toda ropa de verano, y por dentro pensaba que estaba loca. Me estaba yendo a otro país a conocer a un chico que había visto nada más por cinco días”.
Pero se aferró a su instinto. Y ese 23 de enero cerca de la medianoche, después de tantos nervios llegó a Canadá con -30°C grados. “Luego de dos horas de espera y trámites en migraciones, se abrieron las puertas y allí estaba él, con un ramo de flores, unos guantes y un gorro para regalarme. Y ahí terminé de morir de amor”.
Al principio Anyelen se tomó la visita como turista, no entender el idioma no era un problema. El la llevó a conocer lugares hermosos y que ella solo había visto en las películas. Hacían fogones bajo la nieve, con música y tragos. Cinco días después él le preguntó si quería ser su novia. Pero con el sí llegaron también nuevas sensaciones. Esos días de turista en los que ella no se preocupaba por el inglés o lo que quería hacer empezaron a cambiar. “Tuve que contarle a mi familia que estaba viviendo con él. No fue fácil. No podía trabajar, porque había entrado como turista, no podía ir a donde quisiera porque no había buses, intentaba sentirme productiva durante el día hasta que Matt llegara de trabajar. Pero me empezó a afectar la distancia y no saber cuándo volvería a ver a mi familia y a mis amigos”.
Entonces comenzó con los trámites para extender su visa y averiguar las opciones para quedarse. Lloró, sufrió y extrañó a sus afectos. Logró que su hermana fuera a visitarla antes de la pandemia y sintió un gran alivio al estar acompañada. “Y seguí luchando y rezando para que todo se acomodara. Hubo momentos en que sentía que me iba a volver loca: pasé de ser absolutamente independiente a convivir con una persona con una cultura totalmente distinta. Me tuve que adaptar a cenar 5.30 de la tarde con su familia, o querer hacerme chequeos médicos y no poder porque son extremadamente caros si no sos refugiado, residente o ciudadano canadiense. Todo me estaba afectando. Pero a pesar de todo eso seguía eligiendo a Matt: porque me cuidó y me cuida todos los días, y me ayuda a crecer y hacerme sentir mejor”.
La incertidumbre era lo peor. Pero hacia fines de 2020 el panorama cambió. “Tuve mi health care, me dieron el permiso de trabajo y ya respiré y agradecí. ¡Sabía que se venía un gran año! Esa sensación tan hermosa de que todo se está encaminando a veces da miedo. En todo este tiempo mejoré muchísimo mi ingles, aunque sé que me falta. En abril empecé a trabajar en el Wal-Mart del pueblo donde vivo, Drayton Valley, y por más que cobro el mínimo, me ayudó muchísimo”.
Hace tres meses Anyelen se pudo comprar un auto usado, algo que en Argentina veía imposible. “La leche sale lo mismo desde que llegué, dejar la puerta abierta o el auto sin llave no es problema para nadie, los niños vuelven de la escuela solos por la seguridad que hay. Hoy me siento muy ansiosa y muy feliz. Hace dos meses recibí la residencia y estoy esperando para que llegue muy pronto el día en que volveré a Argentina a llenarme de más amor y disfrutar mi familia y amigos que tanto extraño. Eso sí, voy con una compañía muy especial”.
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