El calvario de una madre que esperó 40 años por el cuerpo de su hijo desaparecido
Los restos de Germán Darío Flórez Jiménez, desaparecido en 1982, fueron entregados a su familia
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Hilda se aferró a lo único que pudo. Pidió que juntaran en orden los huesos de su hermano hasta formar su esqueleto, y cuando lo tuvo en frente se acercó, lo acarició y le habló. Le dijo que no se preocupara. Que descansara en paz. Que ya había asimilado que no lo tenía pero estaba en su corazón. Le dijo que nunca, nunca lo iba a olvidar.
Ella misma volvió a poner cada uno de los huesos en la urna de madera y, al hacerlo, se percató de su exhalación, como si en esa bocanada de aire hubiera salido un cuerpo interno que no la dejaba vivir en paz. Se sintió tranquila.
“No me espere, que yo no vuelvo ligero”, le dijo Germán Darío Flórez Jiménez cuando fue a despedirse de ella cuatro décadas atrás. Pero esa afirmación se hizo eterna. Germán, su primer hermano hombre, salió con 20 años de su casa en Medellín hacia el Valle del Cauca —donde esperaba encontrar trabajo— el 14 de mayo de 1982, y desde entonces se le perdió el rastro.
Tuvieron que pasar 40 años para que su familia volviera a saber de él. Su madre, de 90 años, y sus cinco hermanos, que todo ese tiempo quisieron pensar que estaba vivo, que tal vez había echado raíces en el Valle y no había vuelto, se estrellaron con la noticia de que Germán fue asesinado y enterrado a menos de 200 kilómetros de casa, posiblemente antes de cumplir 25 años.
Su cadáver, con signos de disparos en las extremidades y entre el pecho y el abdomen, fue hallado en una fosa común del cementerio Las Mercedes, en Dabeiba, Antioquia. Allí la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) reveló que estarían decenas de víctimas del conflicto sin identificar, varias de las cuales resultaron en el lugar en medio de una ola de desapariciones forzadas que arrancó hacia 1982.
Hasta ahora, la JEP y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) recuperaron los restos óseos de 75 personas en el camposanto, que fueron inhumadas en 29 fosas. Germán Darío fue la novena víctima en ser entregada dignamente a su familia. Pero aún faltan varias verdades por desenmarañar en su caso.
Hilda y Germán se llevaban apenas dos años. Llegaron a Medellín siendo niños, después de que la guerra desplazó a su familia de Urrao, Antioquia. Solo estudiaron la primaria y siempre estuvieron en el mismo grado. “No éramos muy amigueros, andábamos mucho juntos. Él nunca me dejaba sola: a mí me gustaba mucho jugar fútbol, y él me esperaba después de clase para que llegáramos los dos a la casa. Se inventaba que nos habían dejado haciendo tareas o aseo para que no me regañaran por llegar tarde”, recuerda Hilda, que hoy tiene 62 años.
María Mercedes, su madre, cuenta que Germán era tan noble que los profesores de la escuela le llamaban la atención porque ni siquiera se sentía. En eso se parecía a Fabio, su papá, quien toda la vida trabajó como vigilante y murió el 27 de febrero pasado, sin saber la suerte de ese hijo que nunca regresó a casa.
Cuando Germán tenía 18 años, le tomaron la única foto que se conserva de su adultez. Cejas pobladas, nariz ancha, clavículas marcadas y un cabello negro y largo que él mismo se cortaba y no dejaba que le tocaran. ”El pelo era en lo único que se parecía a mi mamá, de resto nada. Era muy simpático. Tenía una dentadura muy bonita pero como era tan serio no la mostraba casi”, dice Hilda, con ese acento tan paisa como el que tenía su hermano.
Germán tenía la voz aguda y era de hablar pausado y seguro, aunque poco se le escuchara. Le gustaba la música de Raúl Santi —la misma que sonó en el cementerio cuando por fin pudieron sepultarlo—, de José Miguel Class y de Vicente Fernández. Se vestía con jeans clásicos de bota ancha, tenis y camisas de rayas o cuadros. Por descuido, una de esas camisas se le quedó por fuera de la maleta cuando salió de su casa ese 14 de mayo. María Mercedes se aferró a esa prenda y a ese último retrato de su muchacho hasta que su cuerpo fue hallado, y los llevó para acompañar la urna con sus huesos antes de despedirse de ese calvario de zozobra, incertidumbre y falta de respuestas que transitó por décadas.
La mañana del lunes amaneció lluviosa en Medellín. El reflujo no dejó pegar el ojo a María Mercedes después de las 4 a. m., pero se tomó una pastilla y se alentó. Es una abuela menuda, de cabello corto y tez trigueña, y conserva una lucidez envidiable. Tiene 90 años y durante los últimos 40 no dejó de buscar a su muchacho: “A mí me extrañó mucho que Germán no volviera y empecé a buscarlo. Yo investigaba, me iba de oficina en oficina preguntando, incluso fui a la morgue. Nunca lo olvidé”.
María Mercedes resultó consultando hasta brujos para dar con el paradero de su hijo, que solo le decían que estaba vivo y había hecho familia lejos. “Ojalá me hubieran dicho dónde, porque hasta allá me habría ido a buscarlo”, dice con ese hablar rápido que no le da espera a titubeos. En una de esas vueltas para encontrar a Germán, ella suministró una muestra de ADN que fue clave para identificar los restos.
El otro insumo crucial fue el testimonio de un exsoldado que perteneció al Batallón de Contraguerrilla 79, que habló de la inhumación de víctimas en el cementerio Las Mercedes y fue al lugar junto a un equipo de la JEP liderado por los magistrados Alejandro Ramelli y Hugo Escobar, quienes tienen a cargo la investigación por ejecuciones extrajudiciales en Dabeiba. Allí, el militar brindó el punto preciso donde fue encontrado el cuerpo: la fosa número 20.
Los restos óseos fueron trasladados a la sede del Instituto Nacional de Medicina Legal en Medellín en noviembre de 2020, y en febrero de este año se logró identificar que correspondían a Germán Darío Flórez Jiménez.
”Por supuesto que es muy importante haber logrado la entrega digna del cuerpo, pero aún queda una buena parte de la historia por investigar. Aún quedan más audiencias, y en este proceso dialógico la familia tiene todo el derecho a preguntarle al militar que entregó la información qué más sabe al respecto para completar la verdad que esperan”, dijo una fuente cercana a la investigación en la jurisdicción.
Uno de los hechos que ya se esclareció es que Germán no tenía ninguna cuenta pendiente con la ley, como, según su familia, alguna vez le dijeron en la Fiscalía. En un auto del 8 de abril de 2022, la JEP ordenó la revisión de órdenes de capturas, capturas o requerimientos judiciales a la Policía Nacional, que confirmó que el joven no registraba ningún antecedente penal.
Una de las dudas que se mantienen sobre el asesinato es quién es el responsable. Un informe pericial de balística forense ordenado por la JEP señala que los proyectiles que le quitaron la vida a Germán son de un fusil o ametralladora que pueden corresponder a armas tipo Galil, Tavor, Colt o Steryr-Aug, lo que abre una primera hipótesis sobre la autoría de miembros del Ejército en el asesinato.
Para María Mercedes, recibir los restos de su hijo y haberlo sepultado es un avance invaluable: “Las cosas son poco a poco. Yo puedo tranquilizarme más que antes porque ya sé que allá en el cementerio está él. Todos estos días hemos conversado sobre Germán, y ya si Dios lo permite vamos a ir a visitarlo esta semana, lo que por todos estos años no pudimos hacer”.
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