El redescubrimiento del buque USS Stewart, frente a California, pone de relieve el potencial de los vehículos autónomos submarinos para cartografiar el fondo oceánico.
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El 1 de agosto, unos 110 kilómetros al noroeste de San Francisco, un barco dejó caer en el océano su insólita carga: tres robots naranjas con forma de torpedo, de más de seis metros de largo cada uno. Durante un día, los drones acuáticos merodearon de forma autónoma las aguas, examinando casi 130 kilómetros cuadrados de fondo oceánico.
Alrededor de 1100 metros bajo la superficie, el potente sonar de los robots detectó una aparición. En la oscuridad, los drones vieron un fantasma.
Los robots habían detectado los restos del “Barco fantasma del Pacífico”, el único destructor de la Armada de EE. UU. capturado por las fuerzas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. Anteriormente conocido como USS Stewart o DD-224, el buque descansaba en lo que hoy es el Santuario Marino Nacional Cordell Bank.
Tres días después, otro conjunto de robots submarinos captó imágenes del histórico pecio. Aunque se encontraba envuelto en décadas de vegetación marina —y era hogar de esponjas y cangrejos escurridizos—, el destructor de 96 metros de eslora está prácticamente intacto, erguido sobre el fondo marino.
“Este nivel de conservación es excepcional para un buque de su antigüedad y lo convierte, potencialmente, en uno de los ejemplos mejor conservados de un destructor ‘de cuatro chimeneas’ de la Marina de EE. UU. que se conozcan”, explicó en un comunicado Maria Brown, superintendente de los santuarios marinos nacionales de Cordell Bank y Greater Farallones.
El hallazgo, que se produjo durante una demostración tecnológica, pone de relieve la eficacia de la exploración oceánica robótica moderna. Ocean Infinity, la empresa de robótica marina que operaba los drones que hicieron el descubrimiento, posee la mayor flota del mundo de vehículos submarinos autónomos. Los drones se utilizan para crear mapas de alta resolución del fondo marino, un vacío importante en nuestra comprensión de los océanos. La tecnología también es crucial para seleccionar emplazamientos para proyectos de construcción en alta mar, como parques eólicos y plataformas petrolíferas, o para trazar rutas para tuberías y cables submarinos.
Estas flotas robóticas también están demostrando ser invaluables para los arqueólogos marinos. En 2020, Ocean Infinity ayudó a encontrar los restos del USS Nevada. En 2022, la empresa también contribuyó al redescubrimiento del Endurance, que se hundió durante una expedición de Ernest Shackleton en 1915.
“Estamos en medio de lo que creo que es un cambio radical en el descubrimiento del océano”, dijo Jim Delgado, vicepresidente sénior de SEARCH, Inc, una empresa de arqueología marítima involucrada en el descubrimiento del DD-224.
Delgado se unió a la búsqueda del DD-224 hace una década como director de patrimonio marítimo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), que supervisa más de 1,6 millones de kilómetros cuadrados de parques submarinos en Estados Unidos. Los arqueólogos marinos llevan mucho tiempo fascinados por la insólita historia del barco.
Tras haber sido hundido y abandonado frente a la costa de Java en 1942, el DD-224 fue rescatado por las fuerzas japonesas, que lo utilizaron para escoltar sus convoyes navales. Los pilotos aliados reportaron haber visto lo que parecía uno de sus propios barcos en lo profundo de las líneas enemigas.
En una despedida simbólica al buque tras su recuperación en la posguerra, la Armada de EE. UU. volvió a poner en servicio al DD-224, lo remolcó a California y luego hundió la embarcación en el mar con una lluvia de disparos de prácticas de tiro el 24 de mayo de 1946. Tras soportar dos horas de fuego, el obstinado buque cedió y se hundió.
“Toda la historia de ese barco estaba excepcionalmente bien documentada”, comentó Russ Matthews, presidente de la fundación sin fines de lucro Air/Sea Heritage Foundation y miembro del equipo que realizó el descubrimiento. “La única pieza de esa historia que no teníamos es: ¿qué aspecto tiene hoy?”.
Durante años, Matthews intentó en diversas ocasiones localizar las últimas coordenadas conocidas del barco. Una pista inicial de una colega, Lonnie Schorer, dio con un comunicado de la Marina de EE. UU. de 1946 que limitaba la búsqueda a lo que hoy es el santuario Cordell Bank. Pero ningún buque de la NOAA que navegara por el santuario dio con el barco, y Matthews y sus colegas no consiguieron financiación para ir ellos mismos.
La suerte cambió en abril de este año tras una reunión entre Matthews y Andy Sherrell, director de operaciones marítimas de Ocean Infinity. La empresa quería hacer pruebas utilizando varios de sus más grandes drones autónomos al mismo tiempo. ¿Por qué no intentar encontrar el DD-224?
Matthews había hecho un avance en el caso, rastreando las coordenadas del remolcador que llevó al DD-224 hasta la zona donde se hundió. Con el permiso de la NOAA, Ocean Infinity se dirigió a ese lugar. Sherrell señaló que, bajo el mar, cartografiar una región de 37 millas náuticas cuadradas —la zona de búsqueda del DD-224— suele llevar semanas. Los drones de Ocean Infinity localizaron el barco fantasma en cuestión de horas.
“Lo cubrimos muy rápidamente y en alta resolución”, dijo Sherrell.
Los terabytes de datos recogidos por Ocean Infinity constituyen ahora el mejor mapa de esa parte del santuario Cordell Bank. El conjunto de datos también pone fin a la historia de ocho décadas de un buque cuyo significado siempre fue más allá del acero que ahora se corroe en las profundidades.
Una vez recuperado el DD-224, la tripulación estadounidense que lo llevó a casa prefirió llamarlo RAMP-224, acrónimo de “Recovered Allied Military Personnel” (personal militar aliado recuperado), término utilizado en aquella época para referirse a los prisioneros de guerra liberados.
“A su manera, este buque fue humanizado por la Marina”, dijo Delgado. “La gente le dedica mucho a los barcos y lo hemos hecho desde el principio de los tiempos. Nos representan”.
por Michael Greshko
NYT
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