Siete cambios de casa entrenaron a este joven ejecutivo de marketing en lo que a embalar y desembalar respecta, dándole un sexto sentido para identificar lo esencial y cómo disponerlo a la velocidad del rayo. Aquí, el resultado de esta gimnasia.
Siete cambios de casa entrenaron a Santiago Zakowicz, un joven ejecutivo de marketing, en lo que a embalar y desembalar respecta, dándole un sexto sentido para identificar lo esencial y cómo disponerlo a la velocidad del rayo. Aquí, el resultado de esta gimnasia. "En mi cuarto tengo una máquina de remo con la que me ejercito una hora por día, moviéndome en el mismo lugar, como si fuera una bicicleta fija. A veces, en esa situación, noto algo que no me gusta de mi casa. Y ahí soné: no puedo dejar de mirarlo. ¿Viste cuando te sale un grano y sólo ves eso mientras te lavás los dientes?", dice, y se ríe con ganas. "No aguanto estar en un lugar que no me gusta: soy muy sensible a lo visual".
En este espacio de planta abierta no hay lugar para esconder nada; lo que está tiene peso y presencia; de ahí la necesidad de editar a rajatabla.
"Contacté al arquitecto Damián Parodi, del Estudio Soda, porque lo conocía: para mí era indispensable encarar la compra y el proyecto de reforma de mi casa ‘definitiva’ con quien tuviera una relación fluida, más allá de la estricta proveedor-cliente", nos cuenta Santiago, a quien el trabajo llevó a vivir en un par de ocasiones a Suiza (dos de las siete mudanzas contabilizadas). "A su vez, me recomendó al Estudio Primal, que tuvo a cargo la dirección de obra, el desafío de materializar lo proyectado, y que agregó mucho valor también al acompañarme en ciertas decisiones de colores, materiales, terminaciones, tamaños y, sobre todo, proveedores que cumplieron con tiempos y calidades".
"El sillón naranja llama mucho la atención, pero no es gran cosa: lo compré un sábado cualquiera en Ikea". Al gris lo quiere porque lo acompaña desde que dejó la casa de sus padres. "Es una especie de hilo conductor de mi recorrido. Además, su color neutro me viene bien para equilibrar el otro".
Haberme mudado tanto fue una gimnasia. Cada vez tengo más claro qué me gusta y qué no. El haber vivido afuera no me cambió tanto en ese sentido. Sí en exponerme a otro tipo de materiales y objetos
"Desde que llegué, cambié todo de lugar como tres veces (¡esa libertad te da no tener paredes!). Debe ser un síndrome del mudador serial: cada tanto sentís la necesidad de vivir en otro lado, aunque estés en la misma casa".
Para transformar por completo esta pared, las arquitectas Marina Marin y Karina Pafundi, de Estudio Primal, explican que: "Sacamos el polvo con cepillo, aplicamos una mano de sellador al agua y tres de látex blanco. Entre mano y mano, aparecen los agujeritos del ladrillo (que se ven como un círculo negro desde lejos); los tapamos con enduido, dejamos secar bien, y así sucesivamente. Otro consejo: proteger muy bien los pisos, porque salpica mucho pintar este material con rodillo".
"Propusimos dejar el ladrillo por textura, costo y resultado -agregan las arquitectas-: no es fácil revocar una pared y que la terminación quede bien, sobre todo con esa diferencia entre superficies y estructura: tenés que cargar perfectamente toda la pared, o se raja. Además, la pared de ladrillo es más sufrida que una grande de mampostería: si se desmorona o se cacha, se arregla con más facilidad".
"Estoy feliz de haber dejado la textura del ladrillo (que se nota aun pintado de blanco) y las carpinterías en negro, como me recomendaron desde el Estudio Primal. Al principio no estaba convencido, y ahora me copan".
¿Por qué tan grande la mesa? ¿Por una cuestión de proporción?, le preguntamos a Santiago. "Por eso y porque vengo de una casa de mesas grandes. Tengo dos hermanos, dos hermanas y a mis papás. Cuando vienen ya se arma una súper mesa. Al margen de que me gusta cocinar, recibir y que trabajo ahí también, mirando para el lado de la pared blanca". En cuanto a lo de las sillas distintas, no se trata de ningún rejunte: "Las compré el mismo día, junto con la mesa. Lo que pasó es que, como ninguna me gustó tanto como para tener todas del mismo estilo, elegí ocho diferentes".
Increíble lo que se ganó con sólo eliminar un pequeño tabique que ocultaba el lavadero. El Estudio Soda decidió ubicarlo en lo que era la ducha del ayer baño completo (hoy toilette) en planta baja. Tomando toda la pared del fondo, los muebles se trabajaron para dar continuidad. Se reemplazó el artefacto de cocina por un anafe a gas y un horno empotrado, que se colocó sobre un lavavajillas panelable.
"Me hubiera gustado encontrar 100m2 en una planta (estos son 80). No siendo así, me pareció genial este departamento de doble altura con tanta luz. Me encanta la sensación de espacialidad, de hoja en blanco en la que podés hacer lo que quieras".
Para ganar espacio y realzar el protagonismo de los ventanales, se reemplazó la escalera caracol por una de un solo tramo. La limpieza y la síntesis se enfatizaron cubriendo con cemento alisado las baldosas originales. Y, definitivamente, es otra la impresión general sin el tono amarillento de la puerta, ¿no? Ni hablar del color ladrillo.
"Trabajar en marketing me acostumbró a partir de lo visual para encontrar ideas, que luego serán conceptos y más adelante palabras. Creo que por eso me resulta fácil relacionarme con otras disciplinas. Acá fui muy permeable a aprender del arquitecto".
"Las macetas colgantes me parecieron una manera muy piola de agregarle verde a semejante altura. Las puse cerca de la baranda para regarlas con comodidad. Tienen un cuenquito que llenás de agua y no chorrea ni nada".
La planta superior comparte la misma lógica que en la inferior, con un mueble tomando por completo la misma medianera para definir el borde del ambiente y dar espacio de guardado. "¡Quiero aclarar que todos los muebles de Ikea los armé yo! Con ayuda de amig@s, obvio. Me parece divertido el concepto; casi como un Lego para adultos",
Acá, Santiago tiene dos escritorios: "Uno es más nuevo; es como mi lado más tecnológico, el lugar donde investigo, webeo, etc. El otro es una mesa de cocina de mi bisabuela que fue escritorio de mi mamá y su hermana, y que me acompaña desde que me fui a vivir solo. Acá me siento cuando necesito reconectar con otras cosas".
"Haber puesto una ventana corrediza hizo que el baño comparta la luz y la sensación de amplitud del resto del departamento. De otro modo, hubiera sido un espacio oscuro y encerrado. Casi nunca tengo la luz encendida acá".
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