El ángel salvaje de Depeche Mode
Dave Gahan, cantante y letrista de la banda, habló con la nacion revista sobre su proceso creativo, las musas inspiradoras, por qué escucha todo el tiempo a Bowie y qué lo ayudó a salir de la oscuridad total
Hoy es un hombre ilustrado, un neoyorquino de pura cepa, un hombre que recorre el mundo en primera, pero de joven era una especie de pandillero que erraba por los callejones de Essex, su ciudad natal en el sudeste de Inglaterra, y que disfrutaba robando autos y escapando de la policía. “Sí, era un chico algo peligroso y aquel era un modo de divertirse arriesgadamente”, recordará. Con 55 años cumplidos en mayo, David (Dave) Gahan, voz, imagen y, desde no hace mucho, letrista de Depeche Mode, ha visto pasar muchas cosas por delante de sus ojos.
Como ocurre con cualquier estrella de rock con más de tres décadas en escenarios y camarines –la banda se formó en 1980 con Vince Clarke, Andrew Fletcher y Martin Gore; poco después se sumó Gahan–, su vida es una constelación de peripecias extraordinarias, algunas de ellas extremas. Además de vender con su grupo millones de discos, de conquistar territorios y colonizar conciencias, de transformar el estado de ánimo de miles de personas con su particular –sensual, profundo, lleno de vida– timbre de voz, Gahan también consiguió poner de espaldas a la muerte, luego de que ésta lo amenazara o incluso lo secuestrara durante un tiempo. Como todo ángel salvaje, fue el mismo Gahan quien la convocó al centro del ring. Y se guantearon varias veces. Durante la primera mitad de la década del 90, al tiempo que Depeche se convertía en una banda de estadios y en una industria en sí misma, Gahan jugaba a los dados con su destino.
Casi sin freno, atravesó un purgatorio de sobredosis, intentos de suicidios y ataques cardíacos, episodios que finalizaron con el cantante internado por un tiempo largo, depurando demonios y reseteando su disco rígido existencial. Incluso, durante el episodio cardiovascular, el cantante llegó a estar un minuto clínicamente muerto. Fue revivido de urgencia. Aquello por poco desmantela la banda. Sus compañeros, Martin Gore –autor de la enorme mayoría de los himnos de Depeche Mode– y Andy Fletcher accedieron a tomarse un tiempo sabático para que Gahan pudiera poner en orden sus muebles. Lo consiguió, claro, para que el grupo y el cantante tuvieran una sobrevida tan luminosa como duradera.
Pero sus pesadillas no terminaron allí. En mayo de 2009, en medio de un tour universal, momentos antes de salir al escenario en un concierto en Atenas, Gahan comenzó a sentirse mal. Tenía mareos y un rayo parecía perforarle el vientre. Lo internaron. Lo que en un momento parecía gastroenteritis se transformó en un tumor maligno en la vesícula. Gahan se resistía a la operación, no quería abandonar la gira. “Si no se opera ya puede ser muy tarde”, le dijeron. Gahan accedió y salvó su vida por centímetros. El guionista de arriba tenía reservadas más escenas para él.
En medio del tour que lo traerá a la Argentina en 2018 –el 24 de marzo en el Estadio Único de La Plata– y con el que su banda está presentando Sprit, su nuevo, celebrado y oscuro disco, Gahan charló por teléfono con La Nación revista. Reacio a hacer revisionismo sobre sus viejas heridas –la charla cambió dramáticamente de tono cuando lo consultamos por su operación de vesícula–, Gahan contó cómo es el proceso creativo del trío, qué elementos funcionan como musas y cuánto de inspirador es vivir y respirar el aire de Nueva York, donde vive con su mujer y sus hijos.
Una vez escuché una frase, creo que es de Bob Dylan, que dice: “Una gran canción debe tener buena letra, buena interpretación, buena melodía y otra cosa que nadie sabe qué es, pero es lo más importante”. ¿Estás de acuerdo con eso?
Es una buena frase y es bastante cierta. El origen de una gran canción siempre es un misterio. A veces, melodía y letra se juntan, parece ser algo mágico. Y en ese momento, cuando estás grabando, deberías dejarla tal como está. Porque podés construir algo y a veces la construcción se ve bien pero no se siente bien. Y si no se siente bien, no pasa eso especial, eso mágico, es mejor dejarla. Porque pasa de vez en cuando, no pasa siempre.
¿Cómo es el proceso de composición? ¿Cambia de acuerdo a tu humor o al hecho de que te propongas sentarte a componer? ¿Empezás con las letras o con la melodía?
No es siempre igual. La mayoría de las veces escucho una melodía, y otras una palabra o una frase. Y si las dos vienen juntas puedo construir algo a partir de las dos cosas. En ocasiones muy especiales, con algunas canciones, por ejemplo Poison Heart de este álbum, esa canción se me vino a la cabeza prácticamente toda junta. En esos momentos tengo que encontrar rápido algo para grabar, cantarle la melodía al teléfono o algo para poder recordar la idea. Y las verdaderamente buenas son las que te despiertan a la noche, eso sucede también. Pero en mi caso, la mayoría de las veces si escucho una línea de guitarra o una sección de piano o ciertos acordes, empiezo a formular una melodía en mi cabeza. A veces algo con forma visual, como cinematográfico, así se me forman las canciones a mí. Es muy visual, no lo puedo explicar mejor. No es tanto a partir del sonido que escucho las palabras; escucho las palabras de cosas que veo.
Pero, ¿qué pasa con las letras? ¿Te inspirás con las noticias, con los amigos, con la familia, recordando sólo cosas del pasado?
Bueno, en realidad eso cambia. A veces es una conversación, algo que me cuenta un amigo y me conmueve. Algo honesto que le escucho a alguien. Puede ser un completo extraño. Pero como decía, a mí las ideas me surgen de experiencias visuales. Puede ser algo que veo que me provoque una simple melodía o estructura de acordes. A veces un sonido de algo y a partir de ese estado de ánimo escucho una palabra, y a veces esa palabra se vuelve una frase. A veces escribo cómo me siento y a veces uso partes de eso para alguna canción. Pero muy rara vez escribo algo y eso se convierte en una canción, poesía o lo que sea. No escribo para que la gente diga “es poesía”. A veces uso ciertas cosas en melodías. También puede que alguna canción me inspire para trabajar en otra cosa.
Vivir en Nueva York debe ser inspirador. ¿Lo sentís así?
Sí, vivo en la ciudad, así que siempre estoy rodeado de arte y vida y cosas. Hay una sensación constante de inspiración en Nueva York. Películas, obras de teatro, siempre pasa algo. Me encanta el cine. Últimamente estuve leyendo y vi las obras de Sam Shepard. Me gusta cómo escribe, me gustan sus obras. También estuve leyendo mucho a Philip K. Dick. Me gusta esa idea de mundo distópico. Me parece que es un poco lo que estamos viviendo ahora, cómo se verá el futuro si no despertamos.
En Inglaterra te criaste escuchando punk rock. Acaban de cumplirse 40 años de lo que se conoció como el estallido punk. ¿Todavía escuchás esa música?
A veces. Últimamente estuve escuchando unos discos de The Clash. El artista que todavía escucho todo el tiempo es David Bowie. Esta mañana escuché dos discos. Escuché Low y Station to station, un disco de Bowie que también tiene cuarenta años. Ocurre que todavía me resulta muy inspiradora su música. Incluso hasta Blackstar [N. de la R. último disco de Bowie, editado unos días antes de su muerte, en enero de 2016].
ÉXTASIS EN ESCENA
Desde que se consolidó como uno de los grandes frontmans del universo, un atributo frecuente en las performances de Gahan son sus bailes chamánicos en el escenario. Allí arriba, despojado de ataduras o de inhibiciones, bajo los efectos narcotizantes de la actuación, Gahan se desenvuelve con una visceralidad llamativa, una suerte de acting dionisíaco, extático y colosal. Un animal lisérgico que parece copular con la platea. Un artista cuya pasión puja por salir de su cuerpo. Se nota en su rostro, en sus ojos desbordados por la emoción. En esos momentos –los videos pueden encontrarse en la red–, Gahan parece habitar una burbuja en la que arde sostenido por el fuego de la audiencia. Son instantes únicos en los que el concierto trasciende su lugar de recital para pasar a otra categoría: una ceremonia pagana de ribetes místicos, un encuentro en el que Gahan oficia de hechicero energético. Himnos como Everything counts, Never let me down again o Personal Jesus suelen tenerlo al cantante sumergido en ese tipo de ritual.
Siempre llamó la atención tu perfomance en vivo. Cuando estás en el escenario parece que estás en trance, dándolo todo, ¿Se siente tan bien como se ve?
Sí, es una buena descripción, me pierdo, lo disfruto. Todavía es un personaje que de alguna manera aparece en mí a través de las canciones. Me gusta eso, siento que es la forma en la que me puedo expresar arriba del escenario.
El nuevo disco, Spirit, tiene cierto tono lúgubre, tal vez en línea con estos tiempos de incertidumbre, y no parece tener mucho en común con sus trabajos anteriores. ¿Lo ves así?
Creo que el álbum parte de una serie de preguntas que nos hicimos: ¿dónde está nuestra unión como especie? ¿Dónde nuestro espíritu común de humanidad? ¿Por qué tratamos de separarnos? Todavía seguimos construyendo muros... Así que es más provocativo, incluso líricamente, que nuestros discos anteriores. No tan introspectivo. Hemos tratado de reflexionar sobre lo que está pasando en el mundo.
A lo largo de tu vida atravesaste algunos momentos complejos, como por ejemplo la aparición de un tumor maligno. ¿Aprendiste algo de esas experiencias?
[Largo silencio] Sí, aprendí. ¿Hay más preguntas?
Con tu banda ya vinieron dos veces a la Argentina. ¿Algún recuerdo en especial?
Muchos. Por eso quisimos volver. Muchas gracias.