El amor por las mascotas puede convertirse en un trastorno que afecta la calidad de vida
Se trata de un padecimiento que impacta a humanos y en el bienestar de los animales
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Está claro: tener un animal de compañía proporciona incontables beneficios a los seres humanos: compañía, seguridad, socialización, entre otros. Sin embargo, desde hace algunos años se habla de un trastorno psicológico que se desarrolla en algunas personas: la petofilia.
¿De qué se trata?
Conocida también como pethofilia, palabra acuñada con relativa novedad en el ámbito psicológico y que inicialmente fue empleada por el periodista y escritor Jon Katz, se usa para describir a personas que tienen una afición, atracción u obsesión hacia las mascotas, la cual llega a niveles desmedidos.
Proviene de la suma de la palabra inglesa pet que traduce ‘mascota’, a la griega philos, que significa ‘amor’ o ‘amistad’, dando como resultado una obsesión o preocupación exagerada por los animales de compañía, llegando incluso a constituir una relación insana que genera perjuicios tanto a personas como a animales.
¿En qué consiste?
Hoy en día existen muchos individuos que disfrutan de compartir momentos y espacios con sus animales de compañía, lo cual es absolutamente normal.
La diferencia entre el comportamiento sano y el excesivo radica en que las personas con petofilia experimentan un amor desmedido por sus mascotas, lo cual las lleva a tratar a los animales como si fueran seres humanos, impidiéndoles manifestar comportamientos propios de la especie; gastar cantidades exageradas de dinero adquiriendo elementos como prendas de vestir, juguetes, medicinas, etc., e incluso, en las formas más avanzadas, los lleva a aislarse de todo vínculo con otro ser humano y del entorno al no encontrar satisfacción en el relacionamiento con las personas.
Todo lo anterior lleva a que el afectado desarrolle un trastorno, un hiperapego y una dependencia insana hacia sus mascotas que puede, a su vez, impactar la calidad de vida del animal.
Este trastorno va más allá de la simple ‘humanización’ de las mascotas, que a niveles adecuados consistiría básicamente en tratar humanitariamente a perros y gatos con valores como respeto, cuidado, amor, etc., para empezar a limitarles los comportamientos normales, potencializando conductas ajenas a cada especie; desarrollarles miedos, fobias o estrés, e incluso generarles enfermedades metabólicas, dermatológicas, respiratorias, cardíacas, entre otras.
Por ejemplo: cuando en lugar de pasear al perro en un parque, el tutor prefiere llevarlo a un centro comercial, que es un ambiente carente de estímulos para ellos. Todo lo anterior da como resultado comportamientos que llegan incluso a considerarse maltrato animal.
Los signos del trastorno
Los signos más comunes que manifiestan las personas con petofilia son:
- Tratar a la mascota como una persona: Otorgándoles sentimientos, emociones o comportamientos propios de los seres humanos y, además, ofreciéndoles elementos como ropa, disfraces, atención, cuidados exagerados (como spa, terapias, etc.), alimentación, accesorios, lujos, entre otros, que no pueden ser valorados por la mascota debido a su condición de animal no humano.
- Invertir cantidades exageradas de dinero: Llegando incluso a pasar por alto necesidades personales o de la familia con el fin de invertir dichas sumas de dinero en elementos para los animales.
- Apego excesivo: Que los lleva a estar constantemente pensando en sus animales y desarrollar problemas como dificultad para dormir, agitación o nerviosismo exagerado, temblores y sudoración y enfermedades gastrointestinales, etc.
- Aislamiento: De lugares, eventos o personas debido a que solo logra satisfacción y felicidad cuando está rodeada de animales no humanos. Esto desencadena, a su vez, una imposibilidad en la socialización con otras personas, cuando no existen mascotas de por medio, dando lugar a ansiedad, miedo, estrés, depresión, etc.
¿Por qué se genera?
A pesar de que no se conoce con claridad el origen de este trastorno, algunos psicólogos coinciden en que puede deberse a vacíos o carencias afectivas que las personas experimentan y desarrollan, las cuales son proyectadas hacia el vínculo con las mascotas.
Todo lo anterior debido a que estas no generan sentimientos negativos, dando como resultado una fuente inacabable y no sana de satisfacción. Otras teorías mencionan la soledad, la decepción de las relaciones humanas, el complejo de inferioridad, la excentricidad y el desarrollo de manías.
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