El 21 de agosto pasado, después de disfrutar de una tarde al aire libre con una amiga, Mora Furtado regresaba a su casa en bicicleta y la atropelló un auto. "Yo venía con mi bici y me sumé a un grupo de ciclistas que cruzaba avenida Libertador, a la altura de Ortega y Gasset. Cuando me faltaban dos metros para llegar a la otra vereda, el semáforo se puso en verde y una señora arrancó con su auto como si largara una carrera. Me chocó en la rueda de atrás y por muy poco no me agarró la pierna. La verdad es que fue un golpe muy fuerte, volé por el aire y quedé tirada en el pavimento. Un susto horrible, te juro", recuerda.
–¿Quién te socorrió?
–La mujer que me chocó se bajó del auto al grito de "¡No te vi, no te vi, disculpame!" y me ayudó a levantarme. Yo estaba tan en estado de shock que lo único que quería saber era si podía caminar. La mano me dolía horrores, pero pensé que era sólo del golpe. "Estoy bien, estoy bien, me quiero ir a casa", repetía llorando y, como una sonámbula, no sé ni cómo llegué caminando a mi departamento. Ahí me tomé un taxi, acompañada por la encargada de mi edificio, para ir al Sanatorio de la Trinidad, donde me hicieron radiografías, me enyesaron y me curaron una rodilla que tenía muy lastimada.
–¿Cómo estás ahora?
–Estoy recuperándome. Tuve una doble fractura en la mano derecha y me fisuré una costilla. ¡Estuve muy dolorida! Sumado todo eso al confinamiento y yo, que soy diestra, estoy tratando de hacer algunas cosas con la otra mano, todo muy complicado. Al principio me enojé mucho con lo que me pasó, pero recurrí a la paciencia para aceptar que es lo que me toca vivir. Ahora le estoy poniendo toda la energía a los ejercicios de kinesiología para recuperar la movilidad de la mano.
–¿Tenés ganas de volver a andar en bicicleta o quedaste con miedo?
–Recién el fin de semana pasado, volví a manejar mi auto después de dos meses, pero lo que más estoy deseando es volver a mi bici porque es una actividad que me hace bien. Calculo que en quince días me voy a sentir más segura para pedalear. Igual todavía tengo una sensación de miedo en el cuerpo, como un estado de alerta constante, que no me gusta nada.
–¿Cómo te arreglaste en el día a día con la mano enyesada y el dolor de la costilla?
–De a poco empecé a acostumbrarme a hacer las cosas con la mano izquierda y me acompañó bastante una señora que siempre trabajó en casa. Me ayudó muchísimo. ¿Te cuento una pavada graciosa? A mí me gusta maquillarme todos los días, aunque no salga de casa. Las primeras veces que me maquillé con la mano izquierda, quedaba como un retrato cubista. [Se ríe].
–¿A quién llamaste primero para contarle lo que te había pasado?
–A una amiga, con la que había estado bicicleteando esa tarde por los lagos de Palermo. La llamé para decirle que estaba en el sanatorio, me fue a buscar –a esa altura ya eran como las once de la noche– y me llevó a casa con su auto.
Calculo que en quince días me voy a sentir más segura para salir a pedalear. Igual todavía tengo una sensación de miedo en el cuerpo que no me gusta nada
LA NUEVA NORMALIDAD
–¿Cómo te llevás con el confinamiento?
–Viste que terminamos acostumbrándonos a todo. Estamos casi a fin de año y seguimos… Si bien me encantan las reuniones y hacer sociales, también me gusta mucho estar en casa, con mis libros, mi música, algunas películas y series. Durante los últimos meses, salí muy poco y me vi con muy pocos. Es un momento para cuidarse mucho. Obviamente adonde voy, voy con mi barbijo negro –porque me niego a considerarlo un accesorio de moda–, el alcohol en gel, la máscara… Somos tremendamente frágiles frente a esta pandemia que ha parado el planeta.
–Con tus amigas, ¿tuvieron reuniones virtuales?
–Mucho Zoom, cumpleaños a través de la compu, charlas, mensajes de WhatsApp para ver cómo estamos, saber quién necesita algo… Tener esa red de contención es un bálsamo para el alma.
–¿Cuánto hace que no ves a tus hijos y nietos?
–Desde febrero pasado que no los veía y no encontramos recién hace quince días. Mi hija María [Rusconi] tiene a Justina (17) y a Lolo (13), y Morita [Peralta Ramos] es mamá de Mateo (17) y Ciro (13). A mi hijo Juan [Peralta Ramos] todavía no lo vi porque él vive en Punta del Este. Yo soy una abuelaza. Ahora están grandes y no me dan tanta bolilla. Pero, cuando eran chicos, los iba a buscar al colegio, íbamos a tomar el té, salíamos mucho al cine o a los jueguitos. Mis nietos me llaman "Mamu".
–¿A tu nieta Justina le gustaría ser modelo?
–Es muy linda, le encanta la ropa y estar impecable, pero aún no dice nada de ser modelo. En mayo del año pasado, viajamos juntas a Nueva York y la pasamos genial.
–¿Cómo te cuidás para ver tan bien?
–Tengo buena genética, pero la doctora Diana Chugri me ayuda con tratamientos no invasivos en la cara. Como mucha verdura, algo de pastas y nada de carnes rojas. Y cuando siento que un pantalón me aprieta un poco, aflojo con el helado. [Se ríe]. La semana pasada, como el traumatólogo me dio el alta, retomé pilates. Y ojalá pronto vuelva a andar en bici.
Agradecimientos: María Keenan, Leonardo Salanitri y Pino Peluquería
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