Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, fue el barrio que la vio crecer y, también, el que le confirmó que su vocación y pasión transitaban el mismo camino. Con solo diez años, la imagen de Cindy y Milagros, dos perras en celo que habían sido abandonadas y deambulaban por la zona, la conmovió por completo. Se propuso que tenía que hacer algo por ellas y recorrió puerta por puerta, las casas y departamentos de sus vecinos para pedir $2 a cada uno y juntar dinero para esterilizar a los animales, pagar los tratamientos veterinarios y mejorar su calidad de vida.
"Esto fue hace 17 años. Eso me enseñó a entender que la responsabilidad y la solidaridad son fundamentales para lograr un cambio. Entendí que, si queremos, todos juntos podemos lograr una diferencia", dice Mika Prada (27), que dedica todo su tiempo a trabajar por animales en situación de calle y víctimas del maltrato.
Palermo también fue el lugar donde presenció uno de los rescates que más la marcaron desde que tiene uso de razón. Fue en la casa de una vecina. "Me avisaron que en el barrio había dos chicas que le daban cerveza a sus perros y estaban raquíticos. Con una orden de allanamiento y la policía esperando fuera, fui con mi mamá al lugar. Si bien teníamos la autorización para entrar, había que esperar que llegaran algunas personas más. Pero no aguanté. Me trepé por la medianera de una vecina, bajé, agarré en brazos a los perros, subí por el techo y los rescaté".
Con el objetivo claro y la convicción de querer ayudar a los animales, Mika nunca dejó de trabajar por y para ellos. Estudió producción audiovisual y hoy, a través de su programa de televisión Mika, rescatista de animales, (@mikarescatistadeanimales) busca mostrar la triste situación de muchos animales en nuestro país y encontrar un medio que la apoye para dar a conocer su investigación.
Se levanta todos los días entre las 5.30 y las 6 de la mañana.Desayuna, organiza las tareas del día y sale a hacer la ronda matutina de asistencia a perros, gatos y caballos en situación de calle por diferentes barrios de zona norte en la provincia de Buenos Aires. "Esto es algo que hago de lunes a lunes. Aunque suene una obviedad, muchos no entienden que los animales comen todos los días".
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Luego regresa a su casa y, desde que se decretó la cuarentena, trabaja desde la computadora de su casa en el material que recopila a lo largo de esas horas. Por la tarde, repite la ronda de alimento y además se ocupa de llevar a los perros y gatos que así lo requieren a la clínica veterinaria. "Estoy a full todo el día, ahora más que antes, por el abandono constante de perros en la calle. Algunos días llego a mi casa a las diez de la noche después de haber estado sin parar. Los rescates no tienen horarios".
Admite que su trabajo no termina nunca. Su teléfono está abierto las 24 horas, especialmente con la situación de pandemia. Mika sabe que no puede bajar los brazos ni darse el lujo de descansar. "Tengo muchos gastos con los animales y necesito recaudar fondos para seguir ayudándolos. A mí me pueden faltar cosas, pero jamás el alimento para ellos. Son mi prioridad".
Su trabajo no termina ahí. Mika además es madrina de Corazones Alegres, un comedor donde asisten unos cien chicos en Beccar. Allí, Mika y otras voluntarias ofrecen una merienda para el que se acerque tres veces a la semana y un almuerzo los sábados. Lo hacen todo a pulmón y también juntan donaciones de alimentos, ropa, todo lo que haga falta.
Eso no es todo. Mika convive con seis perros, todos rescatados del abandono y la indiferencia humana. Pero hay una que es especial. Lily fue atropellada y abandonada en la ruta, no puede mover la parte posterior de su cuerpo, la tiene totalmente inmovilizada. Por eso necesita cuidados especiales: no puede ir al baño sola, necesita que Mika la estimule seis veces al día, que la bañe y le haga fisioterapia. "Lily me rescató a mi, no yo a ella. Me cambió la vida, verla sin poderse mover, y siempre feliz, luchando por su vida, me hizo ver que sí se puede, que no podemos quejarnos por tonterías, que vale la pena vivir ayudando y valorando todo lo que tenemos. Por eso Lily, mi perrita disca, es mi gran ejemplo".
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