Así como las estaciones del año se adelantan cada vez más, y en pleno invierno empieza a sentirse un calor de verano o al revés, las crisis de las parejas estables llegan mucho antes de los siete años.
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Quizá acelerada por las redes sociales -que hoy multiplican la oferta erótica de cualquier individuo- a poco de haberse casado o comprometido en un vínculo romántico, alguna de las partes empieza a experimentar una mezcla de aburrimiento y hastío que con el tiempo suele acabar en rechazo, o eso que ahora describen como efecto ick (algo así como puaj), un término popular en TikTok para describir la repulsión repentina hacia la persona con la que estamos saliendo. Algo parecido podría estar sucediéndole a los Duques de Sussex, que desde hace semanas se muestran por separado, con agendas propias, en diversas acciones y eventos públicos a los que hasta hace poco concurrían tomados de la mano. El príncipe Harry ha cumplido en solitario su papel de activista y líder global, viajando al Africa y participando en actos entre Nueva York y Londres; mientras Meghan apoya a causas benéficas casi sin salir de California.
La comezón del séptimo año
Llamados a su juego, los medios sensacionalistas no paran con las especulaciones: según algunos ella se está rearmando para volver contra los Windsor, mientras que él añora regresar a su ambiente british, tan distinto del americano. Sin embargo, el argumento más probable de este distanciamiento eventual entre sus altezas sea el de la inevitable “comezón del séptimo año”: luego de una larga luna de miel -seis años de matrimonio, más dos de novios- sostenida por la mecha sexual y los planes de familia, Meghan y Harry están buscando su estrategia para sobrevivir a lo siguiente, que es esa etapa ick o punto de inflexión propio de las relaciones largas.
Llamada así por la película protagonizada por Marilyn Monroe en 1952, la crisis del séptimo año se refiere a un momento en que las parejas caen en la insatisfacción conyugal, fenómeno que ha sido muy bien documentado en numerosos estudios académicos. Ya ha sido demostrado, al menos en los Estados Unidos (y en algunas partes de Europa y Australia), que las tasas de divorcio se dan con más frecuencia dentro de ese marco temporal. “Históricamente, ese es el momento en que las parejas han superado la etapa de citas y cortejo, la convivencia y los primeros años de matrimonio. La ‘vida real’ se ha asentado. La dopamina y la oxitocina (hormonas del amor) que se liberaron en abundancia durante el enamoramiento, ahora se han agotado. Como resultado, los sentimientos románticos tienden a desvanecerse” apuntaban en un estudio los terapeutas Charles J. Orlando y Jessica Griffin.
Factores como la falta de espacio personal, la monotonía y la comunicación deficiente juegan un papel crucial en este periodo de estancamiento y desilusión que, desde la perspectiva evolutiva, según la antropóloga Helen Fisher, se produce o alcanza su punto máximo alrededor de los cuatro años y no a los siete. Como fuere, el efecto ick o síndrome de repulsión súbita se manifiesta de manera inconsciente, cuando de repente un gesto que antes conmovía se vuelve molesto. Detrás de ese algo que lo desencadena -preludio del rechazo físico- puede haber discusiones, enfriamiento de la relación por descuido, ansiedad por problemas familiares o económicos, un cambio corporal de uno de los dos, una enfermedad o disfunciones sexuales, entre los principales factores. En ese contexto, evocando el argumento de la célebre película de Hollywood, aparece la infidelidad, tal como afirma una investigación publicada en Journal of Marriage and Family a partir de una encuesta realizada en EEUU sobre cuándo era más probable que ocurriese una infidelidad dentro del matrimonio (en ese caso, heterosexual).
La comezón del séptimo año contaba la historia de Richard Sherman, un publicista neoyorkino que pasaba un caluroso verano trabajando en la ciudad mientras su mujer e hijos estaban de vacaciones. Todo marchaba normal hasta que un día aparece la vecina de arriba, protagonizada nada menos que por Marilyn Monroe. El sexo, el adulterio y las fantasías eróticas eran claves en esta pieza teatral cuyo título se volvió un clásico, que se hizo aún más clásico por aquella escena donde la rubia más deseada del mundo se paraba sobre una rejilla del subte y la falda de su vestido echaba a volar.
Considerando la desmesurada atención mediática que reciben Harry y Meghan cada vez que se mueven fuera de su órbita privada, es casi imposible pensar que alguno de ellos pueda tirarse una canita al aire sin ser vistos, como cualquier hijo de vecino. Hacer planes propios, desarrollar sus intereses y crecer por separado pero juntos (habiéndolo pactado antes) puede ser una estrategia para atravesar el sopor inevitable de la vida en común, y es un indicio de que, si bien las cosas están mal, al menos hay voluntad de continuar. Larga vida a los Sussex....
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