Cuando se conocieron, en un boliche de La Plata a comienzos de 2018, ninguno de los dos imaginó que el flechazo iba a ser tan fuerte y que esa complicidad inicial que los tuvo conversando toda la noche iba a llegar tan lejos. Hoy, más de dos años después de ese primer encuentro, el love story de Eduardo Celasco (54) y Florencia Fiorini (30) marcha viento en popa: conviven desde hace un año en el departamento de él en Palermo con Paloma (9), la hijita de Flor, y una familia múltiple animal formada por cuatro perros –Churra, China, Alicia y Rosie– y dos gatos siameses –Inca y Kiwi– que eran de la mamá de Eduardo, Jorgelina Aranda. Bichero de alma, fue Eduardo quien con el correr de los meses amplió la familia de mascotas: primero con Churra, una Blue Heeler que él mismo eligió para regalarle a Paloma, y después con Rosie, la simpática Russian Toy que le obsequió a su novia.
Desde que el 20 de marzo se dictó el aislamiento social, preventivo y obligatorio –ellos acababan de llegar de un paseo por Nueva York, Miami y Orlando–, Eduardo y Flor armaron un pequeño estudio en su casa que, con el correr de las semanas, terminó convirtiéndose en el refugio favorito de todos durante la cuarentena, mientras esperan ansiosos el momento de volver a ir a pescar los tres juntos, unos de los paseos que comparten con placer, o de tomarse unos días de relax en Carmelo, el otro programa que más disfrutan. Entre tanto, ella aprovecha el estudio doméstico para hacer vivos de Instagram –aunque es martillera pública en este momento no ejerce y está dedicada de lleno a su verdadera pasión, la música, cantando canciones propias y otras que no lo son– y Paloma, para desplegar su histrionismo y simpatía con TikToks en los que canta y baila con mucha gracia.
Felices con lo que están viviendo juntos, también tienen planes para el futuro inmediato: mudarse a una casa más grande y cómoda, en la que haya suficiente espacio para un estudio de música, para todas sus mascotas y para las que vienen de visita cuando tocan timbre los hijos de Eduardo: Tuna, la Jack Russell Terrier inseparable de Lucía, y Simón, el mimoso Bull Dog de Manuel.
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