Editoriales chicas que fichan a los grandes
Cómo es el trabajo de hormiga de los sellos independientes para lograr incluir en sus catálogos a reconocidos autores del mundo; historias de paciencia, olfato y marca personal para seducir a los escritores o a los dueños de sus derechos
La divina comedia de Dante Alighieri no se hubiera publicado como la obra que conocemos de no haber intermediado los hijos del escritor, que buscaron los últimos trece cantos de la tercera –y última– parte y los encontraron perdidos en los muros de la casa en la que vivió su padre en Florencia. De esto se dio cuenta un amigo del poeta que, cuando leyó esta tercera –y última– parte, la intuyó incompleta. Y así era. Casi como aquel amigo ignoto de Alighieri, Fabián Lebenglik –quien además de ser el director editorial de Adriana Hidalgo es crítico de arte y periodista–, tiene un amigo que descubrió que Roberto Arlt había escrito crónicas sobre todo lo que captaba en el paisaje urbano y el entramado social de Río de Janeiro en la década del 30. Este amigo de Lebenglik, un investigador brasileño llamado Gustavo Pacheco, le advirtió de la existencia de estos textos del escritor (que ya anunciaban las calamidades de los golpes de Estado que estaban por iniciarse en nuestro país y en Brasil). De inmediato, a ambos les pareció un hallazgo y comenzaron la tarea. Las crónicas de Arlt, que había publicado en el diario El Mundo, estaban conservadas en microfilms en la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires. Para acceder al contenido, hubo que ampliar cada microfilm y transcribir cada texto. También tuvieron que pedir el permiso correspondiente a la Biblioteca, que en este caso, fue dado. Cuando el material estuvo listo, no fue necesario contactar a la hija del escritor de Los siete locos para comprarle los derechos, porque se habían liberado hacía un mes. En el mundo de los derechos de propiedad intelectual, al cumplirse setenta años de la muerte del autor, la obra queda disponible para publicar y no es necesario comprarla. Tras el descubrimiento de este amigo suyo, el editor –Lebenglik– de Adriana Hidalgo publicó en 2013 Aguafuertes cariocas, la recopilación inédita de cuarenta textos.
Muchas de las editoriales pequeñas y medianas incluyen grandes nombres en sus catálogos. Los editores coinciden en que depende de estar atentos a títulos que pueden pasar desapercibidos en los grandes grupos editoriales, que incluso a veces se olvidan que poseen ciertos títulos. Pero en mayor medida, conseguir un nombre importante depende de la insistencia y el trabajo en la relación personal que se entabla con el escritor, la agencia o la editorial extranjera que posee los derechos sobre un libro, así como conocer a los traductores e investigadores que estudian la literatura y hacen de puente. Estos últimos suelen encontrar la punta del hilo hacia material inédito de escritores fundamentales y de rastrear la pista hasta ofrecérsela al editor. Y luego, en tándem, trabajan sobre lo que después se convierte en un libro importante para el capital cultural. “El editor literario independiente es el que tiene la función de descubrir material inédito”, afirma Fabián Lebenglik. Y quizás así el rol del editor pequeño es un oficio más cercano al de un detective idóneo y paciente. Así, además del trabajo de hormiga a paso persistente, la tarea de editar implica también una red de personas, amigos, traductores, quizás otros escritores o cualquier informante que, casi como un espía, busca información y la ofrece a las editoriales. Los mismos traductores funcionan como exploradores de este universo de textos inéditos.
Los socios editores de Ediciones Godot cuentan que el trabajo que llevan a cabo en este momento para traducir y publicar a Samuel Beckett trazó una línea irregular de vaivenes. Publicar a un gran escritor supone un seguimiento exhaustivo de rastreo. Primero localizaron la obra del dramaturgo irlandés sin publicar, luego averiguaron en qué idioma estaba escrita originalmente, recién cuando supieron eso pudieron dar con la empresa a la que comprarle los derechos. Y jugaron una pulseada con dos editoriales europeas que también querían el material. Cuando ya estaban por firmar el contrato, la agencia que maneja los derechos de la obra, descubrió que una editorial grande –de la que prefieren reservarse el nombre– estaba vendiendo la obra con el contrato vencido. Luego de un proceso que parecía estirarse como un elástico lograron firmar el contrato: El Innombrable está por salir en noviembre por Ediciones Godot.
Como artesanos perspicaces, con paciencia y olfato, estos editores se desplazan por los intersticios que parecieran ir dejando los grandes grupos. “Uno está atento a los lugares que van quedando desatendidos, ya que son estos los que se pueden ocupar, y cuando se encuentran pueden inventarse colecciones y espacios”, explica Guido Indij, responsable de Interzona y Lamarcaeditora. Recientemente, desde este último sello lanzó El medio es el mensaje, de Marshall McLuhan, un título fundante en los estudios sobre sociología y medios de comunicación. “Para McLuhan esperé varios años a que Paidós me cediera los derechos –señala Indij–. Cuando recién Paidós no los mantuvo, pude comprarlos”.
Hay que saber dar con los textos no publicados de grandes escritores. Para eso están los investigadores, mientras que algunos autores prefieren publicar con editoriales más chicas. Uno de los escritores emblemáticos de Ediciones Godot es el filósofo e historiador esloveno Slavoj Žižek, hoy director internacional del Instituto Birbeck para las Humanidades en Londres. Famoso por integrar su pensamiento marxista al psicoanálisis y abordar temas relacionados con el consumo cultural de masas, Žižek trata –de forma polémica e incómoda para la cosmovisión burguesa– temas espinosos como el fundamentalismo islámico y la postura de Occidente, entre otros. Sus videos tienen cientos de miles de visitas en YouTube y sus libros llevan vendidos millones de ejemplares. Hernán López Winnie y Víctor Malumián, de Ediciones Godot, comenzaron en 2011 las tratativas para poder obtener los derechos de uno de sus títulos. En esta instancia, también los editores tienen que tener paciencia porque localizar derechos lleva tiempo. Primero, se pusieron en contacto directo con Žižek vía correo electrónico; él respondió que estaría encantado de publicar con ellos. Pero no fue así de fácil.
Žižek les explicó que ellos debían encontrar quién tenía los derechos de su obra. “Fue todo un trabajo buscar quién tenía sus derechos y qué título estaba disponible –explica López Winnie–. Después de un tiempo dimos con la agencia Verso Books, que maneja autores de formación marxista, y le propusimos una lista con libros que nos interesaban para editar. Nos respondieron que por contrato los derechos los tenía una editorial española grande y que primero debían consultarlo con ella. Entonces pensamos que no nos iba a salir, porque la editorial se iba a avivar y así reflotaría un título que tenía dormido. Y así fue: esos primeros títulos que habíamos pedido, como era de esperar, se los quedó la editorial. Volvimos a contactar a Žižek. Ahí nos respondió que nos fijáramos en un título que no estaba en manos de Verso Books y que nunca había sido publicado en español. Lo rastreamos: fuimos a parar a Duke University Press. Leímos el texto y nos encantó. Así publicamos El resto indivisible, en 2013.” La relación continuó y este año lanzaron otro libro del autor, que también tradujeron al castellano.
Como el caso de las crónicas cariocas de Arlt, dos libros recopilan textos que Clarice Lispector publicó en el periódico Jornal do Brasil, reunidas y traducidas por Amalia Sato y Claudia Solans, para Adriana Hidalgo. Fabián Lebenglik evoca de manera simple el trabajo en conjunto con tantos actores diversos para concretar aquella publicación, desde que los investigadores descubrieron que las crónicas inéditas existían hasta que Adriana Hidalgo logró comprarles los derechos a los hijos herederos de la escritora a través de la agencia que los representa. Así surgieron dos libros, Revelación de un mundo y Descubrimientos, que reúnen estas crónicas escritas entre fines de los 60 y principios de los 70. Casi toda su obra estaba publicada, pero con ojo de águila los investigadores en conjunto con los editores supieron darle lugar a este material, que luego la crítica elogiaría: “Bellísimos textos que son la mejor puerta de entrada a toda la obra de la gran escritora brasileña”. Y como el caso de Lispector, sucedió lo mismo con una novela de Jack Kerouac inédita en español y que Hidalgo decidió publicar sin pensar que tendría tanta repercusión: Big Sur, hoy va por la séptima edición.
En busca del lector
En el país, las pequeñas y medianas editoriales conforman el 90% del total de la industria, según el informe 2016 de la Cámara Argentina de Publicaciones. Este panorama no es una particularidad local, sino que se extiende a toda la región. Según la CAP, además, el 46% de las editoriales en nuestro país nacieron en los últimos diez años. En este escenario, el rol del editor y las ferias como canales de distribución para ir en busca del lector son los pilares de la tipología independiente. “Las editoriales chicas vamos detrás de cada venta, si hay un libro que no se vendió empezamos a contactar a cualquier persona o institución que pueda interesarle”, dice Hernán López Winnie, editor fundador de Godot y organizador de la reciente edición de la Feria de Editores, que lleva cinco convocatorias, por las que pasaron más de seis mil personas. Además de buscar al lector a través de canales de distribución alternativos –de las ferias a las librerías de barrio–, las editoriales independientes están detrás de publicaciones experimentales, primeras versiones y primeros autores. Es el caso de Entropía, en la que el 85% de su catálogo está formado por escritores argentinos y, en su mayoría, primeras obras. Además de los tiempos y los canales de venta, los catálogos que conforman la oferta de las editoriales pequeñas y medianas son muy diversos en contraste al de las editoriales grandes internacionales. En el último informe de la Cámara Argentina del Libro –CAL– el 76% de las novedades son producidas por editoriales medianas y pequeñas, y el porcentaje restante por los grupos grandes (Prisa, Penguin Random House, Planeta, Longseller, Thompson Reuteurs).
La selección de títulos no sólo se debe a un trabajo de investigación casi artesanal, sino también a las preferencias personales de los editores. Guido Arroyo, fundador de la editorial chilena Alquimia, señala que el catálogo suyo está descomprimido de la presión de la venta y que intenta salir de las estéticas dominantes. Eso lo motiva a decidir las publicaciones de cada año con tiempo y trabajar con los autores los textos hacia una versión final. El trabajo dedicado como el de Arroyo genera que muchos de los grandes nombres prefieran publicar con una editorial pequeña y no con una grande que incluso le ofrecería mejores adelantos. Arroyo cuenta el caso de una de las novedades literarias chilenas, la escritora Nona Fernández. Esta escritora salió como una de los veinticinco secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana en la última Feria del Libro de Guadalajara, y prefirió trabajar con una editorial chica, como ellos. “Vino con nosotros y obviamente no por la plata, ya que no pudimos igualarle la propuesta que le habían hecho de dos grupos muy grandes, sino porque le proponíamos trabajar el libro íntimamente.” En el plano local de escritores que eligen a las pequeñas editoriales, algunos renombrados son Hebe Uhart, que publica con Blatt&Ríos; Sergio Chejfec, en Entropía, o Sergio Bizzio, con Interzona y Mansalva, que se inclinan por este modo de trabajo y tipo de vínculo cercano. “Hay algunos autores que comprenden la potencia de editar con editoriales independientes, saben que no tienen la misma fuerza de una gran editorial, pero los catálogos siguen vivos más tiempo”, explica Indij, de Interzona.
Las editoriales independientes suelen también crear libros que, de no ser por ellas, no existirían.
San Francisco, 16/6/1979
Casa de Coppola sobre Broadway.
Afuera un viento muy fuerte sacude con violencia los arbustos de laureles. Los veleros en la bahía se inclinan por completo; las olas están afiladas, inquietas. Desde Alcatraz, el faro manda señales en pleno día. Todos mis amigos no están ahí. Cuesta acometer este trabajo, esta enorme carga de los sueños. Sólo los libros dan algún consuelo.
Werner Herzog escribió este fragmento mientras filmaba Fitzcarraldo, quizás una de las películas con el rodaje más accidentado de la historia del cine. Quizás también, en un atisbo de registrar lo absurdo de filmar una película en Iquitos, en el medio de la Amazonía peruana, creó un diario de notas que daba cuenta de la odisea de realizar este film, luego emblemático. El diario no existía en español hasta que la editorial Entropía localizó el libro apenas lanzado en Alemania y comenzó las tratativas para publicarlo. “En ese momento, Ariel Magnus, en su rol de traductor, estaba ofreciendo el libro a las grandes editoriales, pero no parecía despertarles interés –explica Juan Manuel Nadalini, editor socio de Entropía–. Cuando me enteré de eso, le mandé un mail. Desde la editorial teníamos un gran interés por el cine y por Herzog, y en ese momento se empezaba a reconocer a Herzog como escritor además de director.” Después de un año de idas y vueltas entre los editores, el traductor y el propio Herzog, se publicó La conquista de lo inútil en 2008, un libro que reúne estas anotaciones que le llevaron al director más de veinticinco años escribir. “Publicamos este libro porque estaba disponible y porque es imprescindible, pero no suele darse esta coincidencia. Este tipo de libros siempre están ocupados”, aclara Nadalini.
Desde Entropía localizaron el material disponible y le escribieron a Herzog para pedirle la cesión de los derechos de autor de la primera edición del Diario de grabación de Fitzcarraldo, para traducirla al español y publicarla. Esto les permitió abordar los gastos de la primera impresión. El libro lleva vendidos siete mil ejemplares y va por la quinta edición. A partir de la segunda, comenzaron a pagarle por los derechos. En algún momento el mismo Herzog comentó, en alusión a La conquista de lo inútil: “Escribo mejor de lo que filmo. Hay más sustancia en estos escritos que en todas mis películas juntas”. Fue Entropía, junto a un traductor, quienes pensaron que ese material era imprescindible para constituir el citoplasma del capital simbólico cultural y lo llevaron a cabo. El año pasado, la misma editorial, el mismo traductor y el mismo autor publicaron Del caminar sobre hielo, otro diario de notas que el cineasta había escrito sobre una travesía iniciada en noviembre de 1974, a pie desde Munich, donde vivía, hasta París para visitar a una amiga que estaba muy enferma.
No es tan atípico que un escritor decida ceder los derechos de un libro a una editorial pequeña. Guido Arroyo explica que una de las colecciones vertebrales de la editorial Alquimia es la de los poetas internacionales de los que consiguieron la exclusividad para el territorio latinoamericano. Esto le pasó con Charles Bernstein, un poeta fudamental de la Escuela de Black Mountain. Esta escuela fue creada en 1933 y entre los alumnos más destacados estaban John Cage y Merce Cunningham. Entre los alumnos también se encontraba Bernstein, un poeta que actualmente vende millones de ejemplares, especialmente en los Estados Unidos. Arroyo contactó al autor para explicarle que su obra no estaba traducida al español. Además, sumó la idea de gestionarle una visita a Chile para dar charlas y lecturas en diferentes universidades. “La gracia es que Bernstein estaba tan feliz con la visita que cuando le voy a pagar los derechos me dice: te los regalo a cambio de que publiques a poetas jóvenes.”
Lo mismo que sucede en Buenos Aires y Santiago de Chile puede trasladarse a Ciudad de México. Eduardo Rabasa, de Editorial Sexto Piso, que lleva catorce años editando en México y España y ha publicado más de 300 títulos, explica cómo fue el proceso de publicación de una idea que se les ocurrió proponerle a uno de los cronistas más emblemáticos hoy del periodismo de no ficción: el norteamericano Jon Lee Anderson, autor de la biografía más extensa y de la investigación más exhaustiva que se hizo sobre Ernesto Che Guevara. “La biografía que hizo Anderson del Che me encanta, pero tiene 900 páginas, y no todo el mundo va a leer una biografía de ese tamaño –explica Rabasa–. Así que le propusimos la idea de ilustrarla en una novela gráfica. El proceso también fue largo porque Anderson estaba obsesionado con la figura del Che, y si en una parte lo veía representado muy gordo nos pedía que lo adelgazáramos. Cuando notó esto, ya habíamos dibujado la primera versión de la novela, así que tuvimos que volver a cambiar la figura del Che en todo el libro”, explicó.
El proceso de crear un libro de cero es largo, como de encontrar los derechos, el ida y vuelta en traducir la obra, y después imprimirlo, presentarlo, difundirlo y venderlo. Y el trabajo de publicar a grandes nombres puede ser un poco más complejo aún. En todo este engranaje, los editores chicos y medianos trabajan incesantemente. Para noviembre, Ediciones Godot está preparando una trilogía de las únicas tres novelas de Samuel Beckett traducidas en español. Interzona –que publicará otra novela de John Berger, El pie de Clive, traducida por primera vez al español– está editando un libro de poesías de Godard, que no existe aún, en base a textos, frases de un film, diálogos y carteles de sus películas. Y así, trabajan a diario más de trescientas editoriales que conforman el circuito independiente que sigue creciendo y publicando nuevas propuestas. A mediados de diciembre próximo, se llevará a cabo una edición reducida de Feria de Editores en La Plata para seguir encontrando nuevos lectores. Y en este escenario, los escritores siguen publicando sus obras. Después de todo, como dice Herzog, quizás sólo los libros dan algún tipo de consuelo.
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