Contemporáneo y clásico; creativo y colorido; funcional y despojado: cada una de estas tres vecinas impuso en su departamento del sexagenario edificio Lanusse su combo de estilo.
Inés Hernández
Periodista y productora del programa de Susana Giménez desde sus inicios, Inés optó por un departamento en el primer piso –los únicos con balcón-terraza– porque mezclaba las comodidades de un edificio con la sensación de vivir en una casa. Lo ambientó con una base neutra que le permite renovarlo fácilmente con detalles.
"Mis papás me tuvieron muy grandes, y mi familia tenía un anticuario. Cuando era chica, me daba vergüenza que todo lo que había en mi casa fuera viejo", se ríe Inés. Y asegura que, en contrapartida, en sus viviendas de adulta eligió "todo moderno".
Este piso es su debut como dueña de un departamento (siempre había vivido en casas), y también la reconciliación con el encanto de lo antiguo. Hasta está atenta a las publicaciones del Buenos Aires Herald, que anuncian ferias por mudanzas de extranjeros, diplomáticos incluidos: "La casa se abre al público y todo está a la venta. Hay cosas muy buenas, y es un lindo programa".
Inés conocía el edificio; de hecho, tenía una amiga de la infancia que vivía acá. "Es un clásico de La Lucila: fue el primero que se construyó en zona norte". Además de la ubicación, la convencieron el jardín que lo rodea, las bondades estéticas de la construcción y el amplio balcón-terraza que le tocó en suerte.
Tomé la decisión consciente de no traer casi nada de mi casa anterior. Vendí, regalé y arranqué prácticamente de cero con muebles y objetos para este departamento, sin forzar nada
"Amo las bibliotecas: en todas mis casas hubo una en cada ambiente. En el living es clara, como el resto de los muebles. Elegí una base neutra porque me aburro fácil y me gusta renovar cambiando los almohadones o la alfombra".
"Preferí darle prioridad al living y ubicar contra el espejo una mesa de comedor chica. Cuando el clima acompaña, puedo incluso sacarla a la terraza".
"El dueño anterior amplió la cocina hasta la ventana, sumando el lavadero y un área de servicio. Lo único que hice yo fue pintarla. Es el lugar que más uso, para trabajar, pintar o bordar".
Las alacenas vidriadas están repletas de vajilla de su familia. "Si se rompe un plato, lo lamento, pero no me impide usarlos todos los días. Descreo de que se arruine todo el juego; me gusta mezclarlos", afirma Inés.
"Los pájaros de la cabecera los pinté yo. Heredé de mamá la capacidad de hacer manualidades: no tengo su talento, pero me entretengo y me despeja".
Inés compró las cabeceras antiguas en un corralón de las Lomas de San Isidro, mandó a hacer la estructura a un tapicero, eligió imágenes de aves que le gustaron, las amplió y las pintó junto a su profesora Angelina Deheza.
Carlota Ronchietto
Es artista plástica -siempre pintó, formándose en incontables talleres de arte- y diseñadora de indumentaria -tuvo su propia marca de ropa (Índiga, con sede en Palermo)-. Con una hija universitaria -Catalina-, fue mamá por segunda vez. Tal vez ese salto que dio con Félix sea el mismo que le dio valor para dedicarse de lleno a la pintura.
Adiestrado por años de pensar en términos de forma, estilo y color, no es casual que el ojo de Carlota esté afinado también para ambientar. En su departamento se luce no sólo una vasta colección de obras, sino también un recorrido personalísimo de objetos y muebles: diseños con su firma, hallazgos vintage, ítems clásicos y elementos contemporáneos. Y con el río como telón de fondo.
Soy una apasionada de la decoración. Me gusta buscar objetos, reinventarlos y, sobre todo, mezclar. No me caso con un estilo o una época, sí con una armonía cromática
"No me entusiasman mucho las bibliotecas, por eso armé una mesa ratona donde los libros y folletos de arte quedan ordenados y a mano. Le sumé una tapa de espejo que proyecta un reflejo vertical, medio insólito".
"Cuando nació Félix, mudé mi taller al balcón para liberar un cuarto. Si sé que la obra no va a ser muy desordenada, me despliego también en la gran mesa del comedor".
En el sector del comedor, juego antiguo estilo Chippendale –comprado en un anticuario y al que se le sacó el lustre y se patinó en blanco–, iluminado por un trío de lámparas plateadas. Junto a la ventana, mesa de su abuela que Carlota pintó de amarillo. Allí se apoyan un buda de madera, una obra reciente y una lámpara con base de esferas y flamante pantalla en contrastante negro.
Al igual que Inés, Carlota dejó la cocina tal cual la recibió del dueño anterior. La onda personal se la dio colgando varias de sus obras, para sumar color. El piso y la mesada son de granito negro y los muebles se pintaron en verde seco. En la pared opuesta, sobre el revestimiento de machimbre, obra de Carlota y afiches antiguos. El cuadro que está apoyado en el piso es de la serie ‘Crash Urbano’.
La mezcla de estilos ante todo: sobre la mesa de luz antigua, lámpara de acrílico de Kartell (Manifesto) y la selección de obras de una misma serie.
Jackie Xydias
Desde hace más de una década, se dedica a la competencia deportiva full time. Empezó a correr maratones en 2006; después, le siguieron las carreras en bicicleta. Aprendió a nadar y ya completó medio triatlón. Compitiendo es que viajó a innumerables destinos, y tomó de los hoteles en los que se hospedó ideas, conceptos y detalles arquitectónicos que aplicó en su departamento.
"Lo elegí por la ubicación, el edificio y la vista", dice. La distribución interna era anecdótica. "Venía de vivir en lugares muy grandes: si me iba a mudar sola y a algo más chico, lo iba a readaptar para que me resultara lo más amplio posible". De ahí que la obra eliminara todos los tabiques internos y se crearan muebles y divisiones livianas íntegramente en madera de incienso. "Contuve mi impulso de hacer todo en blanco y rosa y viré a algo neutro, por si después decido alquilarlo".
En el living, sofá Chesterfield de gamuza marrón comprado en una fábrica, lámpara de pie con brazo móvil (Iluminación Agüero), sillón y mesa con base de madera y alfombra natural (todo de Kikely). Orlando, el carpintero, hizo los muebles de incienso. Detrás del sillón, la biblioteca donde Jackie guarda su calzado y cascos deportivos, que tiene como fondo un ropero blanco que oculta también la entrada al toilette cerrado, lindante con el baño principal.
"Del departamento original dejé solamente la cáscara: la consigna principal fue no tener puertas, sino un gran loft funcional que me diera sensación de amplitud. Las únicas divisiones son parciales, con roperos o bibliotecas".
Rodeando la mesa del comedor, que es la continuación de la mesada de la cocina, sillas ‘Wishbone’ en madera a tono (Kikely). El cielo raso se bajó un par de centímetros para alojar el sistema de aire acondicionado.
Los cerramientos originales de la cocina se reemplazaron por una versión moderna de aluminio que abrió la vista hacia la ciudad y sumó mucha luz natural. Alineada en el centro, se ubicó la isla, que contiene el horno a un lado y espacio de guardado al otro.
"Tomé de un hotel en Río de Janeiro la idea de que la cabecera de la cama fuera del otro lado la alzada del antebaño, y que la mesa de luz se convirtiera naturalmente en mesada".
La ducha ‘Gota’ de Gessi (Barugel), también tiene similar origen: Jackie la vio en el hotel Vik de José Ignacio. La zona húmeda del baño, dividida por una mampara de vidrio, se resolvió con piso de varillas de madera, que se continúan también en la pared.
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