Fernando Vega Olmos y Dolores García Pinto tienen 34 y 29 años. Son millennials, curiosos e inquietos, y como muchos otros nómadas globales, un día decidieron hacer del viaje su propio estilo de vida. Nando, como mejor lo conocen, es socio fundador de la agencia de ideas MONO y Dolo es productora de moda y joyera profesional. Ambos son argentinos y se conocieron hace nueve años en Buenos Aires, pero después de varias estadías prolongadas en Madrid, decidieron, al menos por ahora, hacer de la capital de España su nuevo hogar.
El barrio que eligieron fue Malasaña, el centro de la escena underground después de la muerte de Franco, que hoy sigue siendo el lugar de la gente joven, la música y los bares, pero, además, el de las abuelas y la gente de toda la vida. Esa multiplicidad de voces fue la que inspiró a esta pareja de porteños a decorar su nueva casa de manera ecléctica. Con los pocos objetos que viajaron con ellos desde Argentina y los que fueron encontrando en mercados de pulgas y tiendas de diseño alrededor del globo, Nando y Dolo construyeron un relato propio que, entre lo castizo y lo mestizo, logró con mucho éxito elevar el cocoliche al plano del buen gusto.
"Queríamos invertir en alguna pieza de diseño y nos decidimos por la silla BKF, que nos recuerda a nuestro país porque es un diseño argentino y está hecha en cuero de vaca", cuenta Dolores.
"Cuando estoy por encarar un viaje, lo primero que investigo es qué mercados callejeros hay. No bien aterrizamos en Madrid, El Rastro, que es como si fuera el San Telmo de acá, se convirtió en mi programa favorito de cada domingo".
"Cuando desarmamos nuestra casa anterior, vendimos o regalamos las cosas más grandes para traer solamente los objetos que tuvieran valor sentimental".
Sobre las repisas de vidrio, recuerdos de viajes y de familia, molduras doradas que formaban parte del respaldo de la cama de la pareja en Buenos Aires, y gato blanco de cerámica (Jonathan Adler), traído de Nueva York.
La cabeza de cerámica blanca, de Copenhague, y la carita de animal, de Japón, enmarcan al espejo de platería criolla (heredado). Debajo, casita de Ámsterdam y limón esmaltado (Tiger). Sillas de hierro y mesa con tablero de vidrio (Smökit Vintage), un acierto para alivianar el ambiente. En el sector botánico de la casa, conviven las plantas de interior con el folclore argentino del Gauchito Gil, apoyado sobre una ménsula antigua pintada de verde.
"En Buenos Aires vivíamos en una casita con jardín. Acá todo es muy seco así que, a falta de verde, una de las primeras cosas que compramos cuando aterrizamos en Madrid fue una planta".
Lo kitsch siempre me llamó la atención. Cuando me pongo a diseñar, quizás mezclo plata con cadenitas de strass
"Aprendí joyería con Marina Molinelli Wells y durante un tiempo hice tocados de novia. Mi marca se llama Josha, con ese acento bien argento. Me gusta lo que significa, es nuestro OK, una actitud ante la vida".
La alfombra (Ikea) y el almohadón jujeño aportan color y calidez al ambiente. A la silla de madera la levantaron de la calle, en Gran Vía. Sobre su respaldo, bolso floreado (Marimekko).
Nando y Dolo querían un departamento bien europeo, de techos altos con molduras y chimenea, pero el hecho que definió la elección del departamento fue sin duda que la cocina y el baño estuviesen remodelados a nuevo.
"Madrid es una ciudad activa, llena de bares y restaurantes. La verdad es que se nos hace difícil quedarnos a comer en casa, porque somos muy inquietos y siempre hay un plan o un lugar nuevo para conocer".
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