Dura historia: ganó una importante suma en la lotería y ahora vive en la calle
“Su deterioro fue rápido, a los pocos días ya presentaba una conducta extraña”, señaló uno de sus parientes
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En Valledupar, Colombia, recientemente, ocurrió un insólito hecho que llamó la atención de todo el país: buscan al ganador de un premio de 677.200 dólares de la Lotería de la Cruz Roja. En ocasiones, los ganadores de estos populares sorteos, retrasan su cobro mientras deciden cuál es la mejor estrategia a seguir, dicen los expertos de juegos de azar.
”Uno puede tener el sueño de ganarse la lotería, pero cuando sucede, algunos se impresionan, no saben qué hacer y se dan un compás de espera para analizar en que van invertir estos recursos”, dijo un asesor comercial de lotería.
Sin embargo, este no es el caso de Jhon Jaider Ramos Meléndez, popularmente conocido como “Manyoma”, de 37 años de edad, a quien la suerte le llegó de manera inesperada hace diez años, al ganarse dos chances en menos de 30 días, cuyo valor total fue de 10.000 dólares.
”En ese entonces estaba muy joven y le gustaba realizar apuestas permanentes, hasta que un día resultó ganador de dos buenos premios”, relató Dayana Manyoma, prima de Ramos.
Acostumbrado a la sencillez que lo rodeaba, el afortunado joven, siguió como si nada hubiera pasado, decidió mantenerse anónimo y llevar una vida normal, haciendo realidad su mayor deseo: vivir en una casa propia en Valledupar, con la compañía de su madre Dubis María Ramos Meléndez, quien desde hace años reside en Saravena, (Arauca).
“Él se había criado con su abuela materna y su ilusión era vivir al lado de su mamá. Entonces compró una casa muy bonita, la amobló, pero ella nunca quiso vivir con su hijo porque ya tenía muchos años en otro lugar”, comentó Manyoma. A partir de este episodio, su vida se vio afectada de múltiples maneras.
Abandonó el hogar de su abuela con quien había convivido desde niño y malbarató todo lo que había adquirido con el dinero ganado en la apuesta del chance. Comenzó una etapa de privaciones, conoció la dureza de las calles y terminó haciendo parte de los “rostros de miseria” del que pocos conocen en Valledupar.
”Se decepcionó y la persona dulce que era, se volvió huraña. La tristeza lo llevó a consumir drogas. Vendió la casa por dos millones de pesos, lo mismo hizo con los muebles y todo lo que había comprado para su mamá. Se gastó la plata poco a poco”, añadió su prima, en medio de la nostalgia.
A la calle
Con el pasar de los meses, Jhon Jaider, tocó fondo, suele arrinconarse en los callejones de esta ciudad. Se alimenta con los desperdicios de comida que recoge en las basuras o que le dan en algún restaurante, pide limosnas, permanece con ropas sucias, descalzo, delgado, despeinado, cabizbajo, silencioso y rodeado de colchones desgastados.
“Su deterioro fue rápido, a los pocos días ya presentaba una conducta extraña. Se alejó prácticamente de todos nosotros, y de la gente con quien había crecido”, recordó otro de sus parientes. El drama de este indigente, llama la atención de muchas personas, cuando lo ven deambular por los barrios Cañaguate y Novalito, sector norte de esta localidad.
Algunos transeúntes se detienen para escucharle sus ‘discursos’ improvisados, trenzados en medio de frases incoherentes. “Pronuncia una retahíla de palabras que no se le entienden. Para convencer a la gente que le regalen unas monedas dice: ‘Yo les lavo el carro, le barro lo que quiera, lo peino y lo despeino, regáleme unas moneditas’, en realidad no se entiende lo que dice”, comentó Oscar Martínez, periodista de la región.
En ciertas ocasiones, se aturde por los efectos de la marihuana, pegante y cocaína que consume con regularidad. Esto, según las autoridades sanitarias que lo han atendido, le generó problemas psicológicos. ”Este consumo le ocasiona trastornos mentales, es muy prevenido y habla poco. Se altera en algunos momentos”, sostuvo Rita Viloria, referente habitante de calle de la alcaldía.
La familia Manyoma Ramos, agobiados por la ‘vida de harapos’ y drogadicción que lleva el joven, decidió llevarlo hace algunos años, a un centro de rehabilitación en Santa Marta, pero su estancia en ese lugar fue corta. ”En esa ocasión vino la mamá. Pero al poco tiempo, su hijo volvió a las calles”, agregó la pariente de Ramos.
Apoyo integral
Hace pocos meses, su condición de extrema pobreza y la precariedad de su salud, tocó el corazón de un grupo de profesionales del Centro Regulador de Urgencias y Emergencias (CRUE), del hospital Rosario Pumarejo de López y de las sectoriales de salud municipal y departamental.
”Hablamos con su familia para que pueda retornar en buenas condiciones física y psicológicamente. La idea es brindarle un apoyo integral para su recuperación”, afirmó Lina De Armas, secretaria de salud municipal.
El pasado miércoles, las autoridades de salud, recibieron un llamado de la comunidad para que auxiliaran al joven, puesto que su estado estaba empeorando. ”Iniciamos un proceso de los derechos en salud y de valoración médica porque tiene una bacteria en su pie izquierdo el cual será intervenido quirúrgicamente”, dijo la funcionaria.
Esta semana Ramos Meléndez, presentó un nuevo aspecto físico. El personal sanitario lo transformó, lo limpió, le cambió la ropa y le cortaron el cabello, por ello, se muestra sonriente y agradecido. ”La idea es iniciar un proceso de rehabilitación a través del programa Hombres de Bien y de allí lo llevaremos donde su abuelita que lo ha criado durante toda la vida. Si es necesario, hacemos un ejercicio con su mamá para que se recupere psicológicamente”, recalcó Viloria.
Esta semilla de esperanza se ha extendido a otros habitantes en condición de calle, ya que cada uno de ellos, tiene su propia historia.
”Queremos saber las razones por las cuales toman esta decisión de vivir en la calle. Nos metemos en su mundo para ganarnos la confianza y poder ubicar a sus familiares para realizar un trabajo social y psicológico. Ya logramos este proceso con diez de ellos y esperamos hacerlo con Manyoma”, puntualizó.
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