Duo teatral
Con esta charla, la Revista comienza una amable indagatoria en torno de uno de los temas centrales de la vida contemporánea: los matrimonios, las alianzas, los vínculos, los consortes, los cónyuges,o como gusten llamarlos
Figura en crisis, en especial en países donde los cambios sociales y económicos fueron tan revulsivos como en el nuestro, el matrimonio puede ser una sabrosa fuente de datos acerca del tiempo que nos toca vivir, de los estados de ánimo que nos caracterizan cuando somos muy felices con la media naranja y cuando no lo somos, de lo que se piensa hoy cuando ya se sabe que los encuentros no son hasta que la muerte nos separe y un efectivo test sobre los alcances y efectos del amor.
Este es el segundo matri-monio de Susana Evans y el tercero de Eduardo Tato Pavlovsky. En 2001 festejarán el arribo del momento en que, en 1981, comenzaron la convivencia y también se cumplirán 12 o 13 (no lo recuerdan con exactitud) desde que, como dice la ley para los divorciados, recuperaron la aptitud nupcial. Trabajan juntos en terapia en base a la técnica del psicodrama, comparten una institución en donde difunden y enseñan la especialidad y forman y asesoran a colegas, y en teatro, en especial en obras escritas y dirigidas por el propio Pavlovsky. Cada uno tiene hijos, ya grandes, de anteriores matrimonios y no tuvieron hijos entre sí porque Susana nunca quiso tener más de dos. La entrevista se realizó en la preciosa casa que habitan en el Bajo Belgrano.recuperaron la aptitud nupcial.
-¿Tienen algún matrimonio mítico, un modelo con el que se identifiquen?
Susana Evans: - Sí, el mío (Se ríe)
Tato Pavlovsky: - ¿El primero o el segundo?
SE: - El segundo...en algún momento de juventud habrá sido el de Simone de Beauvoir y Sartre, porque eran tan inteligentes y brillantes y, por lo que se sabía, se manejaban con una libertad envidiable.
TP: - Nunca tuve esa clase de modelos. Soy una persona que siempre necesitó vivir con la mujer. He querido a mis anteriores mujeres, he vivido con ellas, aunque con Susy he batido mi récord de permanencia. Nuestra pareja es mi modelo: - porque se caracteriza por una simbiosis que podría ser catalogada de grave. Cuando lo consultamos con un terapeuta, lo desechó como problema y, en cambio, nos aconsejó que acentuáramos la tendencia.
-Y eso fue lo que hicieron...
TP: - Sí, me resulta difícil pensar que haya otra pareja que viva tan pendiente del otro. Yo opino que soy más dependiente de ella, que ella de mí. Actuamos juntos en teatro, tenemos un instituto en común y durante el día, como trabajamos en su casa, nos vemos mucho.
SE: - Puede ser que él sea más dependiente, pero no me doy bien cuenta en qué...
-¿Cómo acostumbran a llamarse? ¿Matrimonio, marido y mujer, espo...
TP: - No, la denominación más frecuente sería pareja, ¿no?
SE: - Sí, pareja.
-De acuerdo con la historia propia y la experiencia personal y profesional, ¿qué dirían que son aquellas cosas que solidifican una pareja y cuáles las que la lesionan?
TP: - En mi caso, con Susy, ha sido importante, desde el comienzo, un mutuo atractivo físico y una manera muy parecida de concebir el mundo, de resonar con las mismas angustias, la mutua comprensión y ternura. En cuanto a lo que lesiona, podría decir que durante años no he sido una persona cuidadosa. Porque, te aseguro, se puede ser cuidadoso hasta teniendo una aventura. Con Susy aprendí a querer de otra manera. Me preocupa mucho el dolor de ella, y por eso la cuido. Como si un día hubiera descubierto: ¡Ah!, ¿el amor era esto?
SE: - A mí, vivir con Tato me divierte enormemente. El me apasiona por las cosas que hace. Siento que me cuida, que me valoriza. Lo que me lesionaría sería una infidelidad, porque soy muy celosa y no sé si lo podría soportar. Otras cosas que lesionan las parejas es cuando se juega una cosa de mucha competencia o rivalidad. Entre nosotros ninguno discute el poder. Tato me da el lugar que me tiene que dar, cuando me lo tiene que dar.
-TP: - Y ya que ella lo dijo, me sumo: - yo también soy muy celoso. Y posesivo. Por ejemplo: - si llega a tardar un poco más de lo debido, empiezo a sentirme intranquilo, como si fuera un chico.
-¿Qué tipo de cuestionamiento le hacen al matrimonio como institución? ¿Y qué es lo que les gusta?
TP: - A mí lo que más me gusta de este matrimonio es el nivel de compañerismo estético que hemos alcanzado. En todos estos años, salvo en esta última obra (se refiere a La muerte de Marguerite Duras) trabajamos siempre juntos. Para mí es un extraordinario programa ir al cine y a comer con ella. Pero un programón, ¿eh? No sé, como si te dijera: ¡voy a salir con una mina! (Se ríen mucho los dos).
SE: - No acuerdo con que un matrimonio tenga que ser una institución. Lo que me parece gracioso es que un matrimonio se recree, se renueve, juegue e intente no caer en la rutina ni en la formalidad. ¿Sabés una cosa?: - nunca he vivido sola. Fijate que no tengo esa experiencia. Nunca me imaginé fuera de una pareja porque tengo una enorme necesidad del otro.
TP: - Siempre se dice, y es cierto, que algo temible de todo matrimonio es el aburrimiento. Y yo te digo (vuelve a reír), algo que hacemos muy bien es aburrirnos juntos.
-Anda por ahí esa frase hecha de que el amor es para toda la vida. Medido en años, meses, días u horas, ¿qué duración ideal estiman ustedes que debería tener el matrimonio?
SE: - Tendría que durar lo que durara la intensidad. Si fueran dos años y todo se viviera a pleno también estaría muy bien. De acuerdo con mi experiencia con Tato quisiera que fuera realmente para toda la vida. Estoy segura de que no tendría ganas de vivir si Tato se muriera, y tampoco quisiera hacer otra pareja. O sea que de tener que elegir una cifra le pondría una larga duración. Hasta ahora hemos estado veinte años y mucho no me he dado cuenta.
TP: - Yo llego a Susy después de dos matrimonios no muy cortos y de una convivencia, corta pero intensa. Nosotros nos juntamos en el momento justo. Habíamos recorrido nuestros propios caminos hasta que nos cruzamos en un momento de crisis mutua y de eso salió este matrimonio divertido, especial. Yo soy una persona muy atormentada, tan ruso y dramáticamente eslavo. Y en ese sentido la compañía de Susy me ha hecho muy bien, hasta soy menos hipocondríaco de lo que era. Y Susy también cambió. Cuando empezamos nuestra relación ella no soportaba el llanto de un chico en la mesa cercana de un restaurante. Desde que fue abuela tiene una tolerancia a los gritos de los chicos que no parece la misma mujer.
-Y seguro que no es la misma mujer... ¿Cómo se llevan con los lugares propios, con la casa?
SE: - Recuerdo que esta casa tardamos cuatro años en terminarla, por distintos motivos; entre ellos, que nos faltaba dinero. Yo cada tanto venía para hablar con el arquitecto (Rodolfo Livingston), que era un tipo muy especial. Pero Tato no vino nunca en esos años que duró la construcción y lo único que le preocupaba era si su consultorio tendría las medidas que él había pedido. Y la primera vez que vino, cuando todavía la casa estaba llena de escombros, preguntó casi desolado, con una extraordinaria ingenuidad, ¿y esto va a quedar así?
-Este recuerdo tuyo daría la sensación que incluye un reproche...
SE: - Para nada. Sólo traje un recuerdo que me causa mucha gracia. Le reprocharía si todo el trabajo hubiera recaído sobre mí, pero eso lo llevó adelante el arquitecto.
TP: - Todo salió muy bien. Por primera vez puedo decir que tengo noción de tener una casa propia, idea de geografía, de lugar y de ganas de venir a mi casa. Es totalmente cierto que esta casa es para nosotros.
-¿Cuál es la frase de tu marido que más le escuchaste con respecto a vos?
TP (El interrumpe): - A mí se me hace que en 20 años le dije a Susy 1.749.000 veces Te quiero. Y ella no a mí,porque es muy recatada en sus expresiones.
-¿Debe entenderse como otro reproche?
SE: - Y si es un reproche, es válido. A veces Tato me dice: Es como si estuviera casado con una dinamarquesa, fría y distante.
TP: - Y probablemente yo tenga una necesidad eslava de reafirmación de cariño. En eso parece que salgo a mi abuelo ruso, del que sus hijos decían que por toda la casa se escuchaban los ruidos de los besos que le daba a su mujer. Pero ojo, no es reproche. Digo que le expreso a Susy todo el amor que le tengo y, a la vez, creo que ella también me quiere mucho, pero no es expresiva. Y es paradójico, porque cuando la escucho coordinar grupos me doy cuenta de que tiene una enorme capacidad de conceptualización, tanto más rica que la mía.
SE: - Ya está, me acordé. La frase que más le escuché a Tato es: Decime que me querés.
TP: - otra frase que suelo decirle es que no conozco a ninguna otra mujer en el mundo que haya sido tan querida y tan malcriada por sus dos maridos. Porque, ¿viste?, en general hay uno con el que la cosa está todo mal, pero ella, ¡con los dos!
SE (Riéndose mucho): - Y él me dice que no entiende por qué ese privilegio de ser tan querida si no tengo ninguna gracia.
-¿Cuándo cayeron en la cuenta que aquella manía del otro sería prácticamente inmodificable y que deberían aprender a convivir con ella?
TP: - A mí, en un momento, me resultó un poco difícil convivir con el tema de los celos de Susy. Y ahora me meto a contestar por ella: soy, eso creo, un tipo que da mucha vitalidad, pero cuando se me ve más de cerca soy un poco irradiador de angustia y, en ciertos casos, el temor es llegar a contagiarla.
SE: - La manía fatal de Tato es que todos los días pierde o extravía algo -anteojos, lapiceras, libros, papeles- y tiene la capacidad de transformar esas pequeñeces en cosas gigantescas, catastróficas. Me costó acostumbrarme a tomar las pérdidas con humor y acompañarlo y que nos riamos juntos.
-¿Algunos de los dos acostumbra a utilizar la frase Te conozco más que nadie en el mundo?
SE: - Aunque los dos nos conocemos mucho, no la decimos casi nunca. No es una frase que me guste. Y lo que nos gusta es reivindicar que los dos, todavía, y creo que siempre será así, tenemos zonas desconocidas del otro.
TP: - Susy me conoce muy bien y no sé si yo la conozco tanto. Lo que estoy seguro es que ni ella ni yo utilizaríamos el poder que da el conocimiento del otro.
-Hay un término bastante de moda ahora, referido al matrimonio, que es contrato. ¿Qué opinan de él, lo usan referido a su pareja?
SE: - ¡Se escuchan tantas pavadas!. Eso sería parecido a pensar el matrimonio como institución.
TP: - Nuestro único contrato es la orfandad...
-¿Se sienten huérfanos?
TP: - Yo sí. Hay, creo que en todos, un devenir huérfano que es terrorífico, animal, beckettiano. Ese vendría a ser el lugar en el que uno está irremediablemente solo. Y Susy vibra muy bien en ese sitio y repara la situación de orfandad.
-¿Les alarma cuando el otro se queda en silencio?
SE: - A mí no... me gustan nuestros silencios.
TP: - Estamos mucho tiempo en silencio porque leemos mucho. No somos personas de hablar demasiado salvo cuando, por la endorfina, durante las caminatas de la mañana, me pongo lúcido y se me suelta la lengua. A veces, uno lee abajo y otro arriba, y yo siento necesidad de ir a cada rato hacia donde está Susy solo para mirarla, tocarla y decirle que la quiero.
-¿Por qué motivos le diría a su pareja: Hasta aquí llegó mi amor?
SE: - Por la infidelidad o si se enamorara de otra.
TP: - Yo jamás lo diría de ese modo. Tal vez porque tengo 13 años más que Susy. Pero con todos los celos y la rabia que me provocaría una infidelidad no lo diría así.
-Si un día decidieran representar este matrimonio en teatro, ¿de qué género sería la obra?
TP: - Hay una obra mía que se llama Cerca (Melodía inconclusa de una pareja), en la que hay bastante de los modos, de las preguntas, de los climas de nuestra pareja. Y no sabría decirte de qué género es.
SE: - Hay otra obra, la última (Pequeños detalles), que tiene mucho de nosotros.
TP: - Una de las cosas que más nos ha unido es el teatro. Por ejemplo, esa obra, Potestad. Fue escrita para un varón y los dos primeros actores tuvieron problemas y la abandonaron. Un día le comenté a Susy la posibilidad de que el interlocutor podría ser una mujer y que esa mujer podría ser ella. Y desde entonces todo creció. Creció la obra, crecimos nosotros, creció el amor.
Recuerdos de un encuentro
Eduardo Alejo Tato Pavlovsky y Susana Evans se conocieron en el año 1972, en una terapia de grupo. "Lo había visto antes haciendo la obra La mueca y cuando me enteré de que, además, hacía terapia me pareció fantástico. Yo era muy, muy tímida", recuerda ella. Dice él: "Empezamos a vivir juntos en 1980... no, no, en 1981", y esa pequeña desinteligencia termina en f ranca risa mutua. Aunque no tienen establecida una fecha para festejar un aniversario, informan que están legalmente casados desde fines de la década del 80. Susana -hija de padres " muy mal separados"- tiene dos hijas mujeres de su primer matrimonio (Camila O´Donnell, de 32 años, productora y guionista de televisión, y Agustina O´Donnell, de 30, abogada), que ya le dieron tres nietas.
Son tres también los nietos de Tato, dos mujeres, un varón. Sus cuatro hijos están en pareja: María Carolina, de 41 años, es psicóloga, psicodramatista y bailarina; Martín Eduardo, de 39, músico y actor; Malenka, de 38, socióloga y psicodramatista, y Federico, de 26, médico. Guardan un muy feliz recuerdo de la película Crash, de Cronenberg y, de las últimas de El hotel del millón de dólares, de Wenders, y comparten el gusto por un bar del barrio preferido, el Rulos, de Miñones y Echeverría.
"El Rulo abre el bar para nosotros. A las 6, muy temprano, nos levantamos para ir a caminar y a las 7 estamos desayunando. Otro sitio al que vamos mucho es The Horse, donde hay un mozo que se llama Beto que es amigo, familiar, terapeuta mutuo. Ahora se está por ir a trabajar a San Isidro y ya nos preguntamos cómo vamos a hacer. Seguramente, lo vamos a seguir. Cuando le hablamos de él a Rulo éste se pone muy celoso, como una amante vieja", cuenta el matrimonio Pavlovsky-Evans.