Dos leyendas para retratar a un héroe
Clint Eastwood y Tom Hanks compartieron una entrevista con La Nación revista acerca del cine actual y de Sully: hazaña en el Hudson, el nuevo film del veterano director, donde el actor de Forest Gump interpreta al piloto amerizó en el río Hudson
LOS ÁNGELES
Resulta curioso que estas dos grandes estrellas del cine actual nunca antes habían trabajado juntas. Clint Eastwood tiene 86 años y desde hace más de 40 se reinventó como director con obras maestras como Los imperdonables, Río místico, Los puentes de Madison y varias películas más entre sus 38 largometrajes como realizador. Y Tom Hanks, el “ciudadano común” como le dicen, el “Jimmy Stewart contemporáneo”, ganó dos veces el Óscar por Filadelfia y Forrest Gump y fue nominado otras tres veces. Comenzó su carrera en los 80 y al día de hoy no para. Eastwood y Hanks, dos de las caras más reconocidas de Hollywood conversaron con La Nación revista durante 40 minutos en un estudio de fotografía en Los Ángeles.
El director y el actor –aunque a veces ambos cambien sus roles a actor y director– se encontraban realizando fotos publicitarias de Sully: hazaña en el Hudson, dirigida por Eastwood sobre el caso real del vuelo de US Airways 1549, que durante el invierno neoyorquino de 2009, más precisamente el 15 de enero, aterrizó de emergencia sobre el río Hudson. El término correcto es “amerizó” porque fue sobre agua y la causa fue una bandada de gansos que chocó contra las turbinas del avión dejándolas inútiles. El capitán, Chesley “Sully” Sullenberg, con más de 40 años de experiencia, decidió durante el transcurso de 208 segundos que el avión no podría volver al aeropuerto de La Guardia, desde donde había despegado seis minutos antes. Y resolvió lo nunca antes hecho: utilizar el Hudson como pista de aterrizaje. La noticia sacudió al mundo, no por la tragedia, sino por todo lo contrario. Sully logró salvar la vida de todos los pasajeros y tripulación. No hubo ni siquiera un herido. Las 155 almas resultaron ilesas.
¿Cómo fue tu relación con el verdadero Sully?
Tom Hanks: Bueno, intercambiamos números de teléfono y hablamos un poco; otras veces nos mandamos emails. Miré todo el material oficial del avión logrando hacer el aterrizaje. Sully me ayudó repasando el guión durante cuatro horas porque yo tenía muchas preguntas, y me guió a través de lo que él creía que eran errores groseros de escritura y algunas cosas que yo sabía que no eran muy importantes, como conversaciones privadas sobre qué sentía él y su mujer Laurie [interpretada por Laura Linney] en ese período de tiempo que fue esperar el veredicto final que duró 18 meses. Para un guionista es fácil escribir que Jeff [Skiles, el copiloto interpretado por Aaron Eckhart] era un alcohólico en recuperación, pero él nunca tocó una bebida en su vida.
Clint Eastwood: Quizás alguna vez bebió una cerveza.
TH: Sí, pero no era alcohólico. Todd [Komarnicki, guionista] podría haber escrito lo que se lo ocurriera dramáticamente, pero no es la realidad. ¿Te conté la anécdota de no hablar?
CE: No.
TH: Todd escribió diálogos triviales en la cabina porque pensó que hablarían así. Yo no sabía esto, pero Sully nos dijo: “Eso no se permite”. ¿Qué cosa? “Tener conversaciones personales cuando pasás la puerta del avión. Luego podés hablar de lo que sea: mujeres, chicos. Pero en el vuelo, sólo de las cosas del vuelo.” No podés hablar de nada más que no sea de eso con tu compañero o la torre de control hasta que tomás altitud. Sully puede hacer comentarios respecto del clima, pero porque es el capitán. Antes de volar los pilotos caminan alrededor del avión para verificar que todo funcione. Eso hizo él conmigo, con Clint y con el guión. Si veía algo que no funcionaba bien, lo decía. Pero también entendía que es una película y había que hacer cosas para ser convincentes. Otra elemento es que hay una relación de adversidad entre la NTSB [National Transportation Safety Board, la junta que dictamina si el procedimiento fue el adecuado], Jeff y Sully. Pero no son enemigos. Son personas que tratan de entender qué pasó para que no vuelva a suceder. Si hicieron algo mal, lo averiguarán. Eso es lo que le quitó el sueño a Sully. ¿Habría hecho algo mal? ¿Habría apretado algún botón equivocado? No estaba muy entusiasmado por la película, sino que quería que lo hiciéramos bien y no como un dibujito animado y que no nos tomáramos su carrera a la ligera. Sabremos su opinión cuando vea la película. ¿No es así, Jefe?
CE: Sí.
¿Por qué eligieron este proyecto?
CE: ¿Querés responder?
TH: Hacelo vos.
CE: Desde mi punto de vista, me siento contento por poder trabajar con estos actores. Es un trabajo cruel elegir quién está en una película, incluso en el equipo técnico. Cuando lo hacés bien, es el trabajo más placentero; pero si lo hacés mal es muy duro.
TH: El único por qué al hacer una película, para cualquiera, es porque es una historia nueva que nunca escuchamos. Yo la hago porque nunca había escuchado algo así tan fascinante. Lo que pasó me hizo pensar: gracias que pudo aterrizar. De otro modo hubiera sido un accidente de avión, de nuevo en Nueva York, con miles de muertos. No quiero que el país vea lo mismo otra vez. Todo volvería a ser revivido. Esto es lo opuesto: nos ponemos contentos porque alguien hizo bien su trabajo. Eso recuerdo yo del 2009: no fue un accidente sino un aterrizaje forzado en el agua.
CE: Y es una historia era real. Cartas desde Iwo Jima era ficción sobre una guerra que no fue ficticia. Era difícil ponerse en el otro punto de vista y por eso es uno de mis films favoritos. Pensaba que no podía hacer dos películas al mismo tiempo junto a La conquista del honor.
Tuviste que interpretar a muchos héroes en tu carrera, pero este es real y muy complejo. ¿Hay diferencias en cómo construís el personaje?
TH: Bueno, lo particular siempre es diferente. Tengo una filosofía en estos casos porque siempre que interpretás a alguien que está vivo va a ver el film y no querés ofenderlo. Intento capturar tanto como pueda de la verdad, eso es todo. Me encontré con todos y con Sully, y le dije que no le iba a mentir: se iban a comprimir algunas cosas, mentiríamos en otras, diríamos cosas que no dijo. Pero a pesar de eso, quiero ser lo más auténtico y honesto posible. Eso se puede hacer cuando el guión es bueno y el cineasta te da libertad y te permite hacer tu tarea para que vayas y vuelvas preparado. Es difícil y ojalá todo pudiera ser verdad. No es que no sea preciso: sólo no es exactamente lo que pasó, sino una recreación que intenta ser fiel. De otra manera no me interesaría verla.
Hay una escena en un bar donde a Sully lo tratan como una celebridad, como alguien te trataría a vos, Tom, en la vida real. ¿Te sentiste identificado?
TH: Bueno, no. Hablé con Sully y su mujer acerca de cómo se sentían al ser celebridades y eran muy pragmáticos. Los conocí en los Premios de la Academia en 2009 en una fiesta de Vanity Fair. Estaba lleno de celebridades como Justin Bieber, etc. Les pregunté cómo lo tomaban y me dijeron que estaba bueno porque les daba accesos a muchos lugares. Pero después, lo sé por experiencia, cuando pasa la adrenalina aparecen cosas que no están tan buenas. Ellos también se dieron cuenta y por eso Sully se afeitó el bigote. “No me creerías si te dijera cuánto anonimato gano afeitándome”, me contó. Aprendés que hay una versión pública que querés que se vea, pero una parte privada que querés cuidar. Esa es la batalla. Ellos experimentaron eso y por eso les pregunté si querían volver a lo mismo, porque iban a tener que pasar por algo similar con esta película.
CE: Justin Bieber… ¿cómo no pensé en él para Sully?
TH: Con tatuajes y todo.
Esta es la primera vez que trabajás con Clint Eastwood. ¿Cómo es trabajar con él?
TH: Es cierto que nunca te das cuenta de que está en el set y a veces te sorprende verlo por ahí. No dice: “Acción”. Dice: “Bueno, empecemos” y “listo, terminamos”. Te da el visto bueno o no. Te deja seguir, seguir y seguir. Más vale que trabajes bien porque sino estás gastando información digital en el disco duro o algo así.
CE: Seguí actuando bien.
TH: Sí, mirá, me podrás filmar yendo al auto para irme a casa. Miramos mucho nuestro trabajo. Para mí era bueno llegar temprano al set y hablar con sus manos derechas. Su operador de cámaras me indicaba dónde íbamos a trabajar. El equipo técnico está integrado por personas con las que el Jefe trabaja hace décadas y saben exactamente qué es lo que quiere. Cuando llega, ya estamos todos listos para filmar. Eso es algo inteligente para hacer porque nadie quiere arruinar las cosas.
CE: Nunca entendí por qué usan silbatos y megáfonos. Todo lo que hay que hacer lo aprendí de los caballos, porque cuando cabalgaba, tenía como cuatro o cinco, y si alguien gritaba, se volvían locos y había que volver a colocarlos. Cuando empecé a dirigir me di cuenta de que si los caballos respondían a un vaquero que les susurraba algo, ¿no podríamos hacer lo mismo nosotros? No. Los viejos directores tenían que ser importantes y hacerse escuchar gritando: “¡Acción!”. Al final terminaban asustando a todos y repitiendo toma tras toma.
¿Filmás una vez cada escena? ¿O varias tomas?
CE: Si se ve bien la primera vez, bien por mí. Si está muy mal, volvemos de cero. Tengo una reputación por hacer las cosas rápidas. Quizá no sea algo bueno en Hollywood pero lo es para mí: me gusta el progreso y ver que los actores se sienten cómodos.
TH: Hacés varias versiones.
CE: Te acostumbrás a dejar que las cosas fluyan. Te llega a la cabeza y pensás en cómo vas a seguir.
Hiciste tantas películas…
CE: Ni lo menciones…
¿Hay algo que te emocione de las películas para seguir haciéndolas?
CE: Sí y es siempre lo mismo: el entusiasmo al leer una historia. Leí Gran Torino y quise hacerla al otro día porque era una historia y un personaje divertido. Siempre es una nueva aventura, aunque hagas lo mismo todo el tiempo. Cada película me deja algo sobre mí mismo, sobre los demás, sobre la manera de narrar. Eso lo hace emocionante.
Al haber tantas películas basadas en historias reales. ¿Hay algo que te atraiga?
CE: ¿Si yo prefiero eso? Sólo las últimas dos fueron sobre personas reales. Uno tiene que ser fiel a lo que pasó, opuesto a la ficción. Uno quiere que la audiencia lo acompañe.
Ahora estas películas ya casi no se hacen y todo son superhéroes. ¿Cuál es tu opinión de la industria?
TH: Estamos acabados. Se terminó todo. Mi mejor momento fueron los 90. Probablemente, termine en Netflix.
CE: Los blockbusters asustan. Si podés hacer uno con una historia emocionante y personas reales, genial. Pero si tenés una persona que te dice que hacer eso no es para mí, prefiero mi generación donde hacíamos lo que queríamos o nos íbamos.
TH: Si sos bueno y nuevo, es el único poder que tenés. Si es así, la gente va a ir al cine.
CE: Es más divertido creer en las historias verdaderas que en los cómics. Me encantaban cuando era chico. Hasta leí el primer cómic de Superman, me refiero al número uno. Es genial y es el sueño de todo niño. Ahora estoy en otra generación. Me interesa lo que un verdadero doctor o atleta tienen para contar.
Me encanta cómo hablaste sobre Don Siegel como mentor. ¿Todo lo que te enseñó todavía lo aplicás?
CE: Fue un gran amigo. Hizo muchas películas con muy poco aunque nunca llegó a las películas de clase A. Hizo grandes películas clase B como La invasión de los usurpadores de cuerpos. También trabajé con grandes directores como Sergio Leone. Esa época nos perteneció y esos buenos directores nos pasaron su antorcha. Me encantó trabajar con ellos porque me enseñaron a ponerme del lado del actor también. Uno aprende trucos todo el tiempo, pero hay cosas que a veces a uno no le gustan. De los directores malos también se aprende: uno no quiere asustar a nadie.
Estuviste en un accidente aéreo en 1951. Estabas de polizón en un avión militar y el piloto tuvo que amerizar en el oceáno Pacífico porque se había quedado sin combustible. ¿Fue así?
CE: ¿En serio? ¿Qué pasó? (risas)
¿Te tuvieron que rescatar?
CE: Sí, es cierto. Estaba alucinando por la altura. No sabía dónde estaba. Hace poco reviví ese recuerdo, porque me dijeron que habían encontrado el avión en el sonar, pero resultó ser uno parecido. Igual les dije donde yo creí que estaría.
¿Esa experiencia influyó en esta película?
CE: En esa época tenía 21 años y no me acuerdo nada.
¿Viste alguna de las películas recientes sobre catástrofes aéreas, como El vuelo o Vuelo 93?
CE: No, no las vi. Vi la de No me llames Shirley (risas) [Se refiere a un gag de ¿Y Dónde está el piloto?]
¿Pensás actuar de nuevo?
CE: Sí… ¿qué es actuar?
TH: ¿Pretender que sos otro?
CE: Si un buen guión llega, lo haría de nuevo. Empecé a dirigir y a actuar al mismo tiempo en los 70. Después, todos los directores con los que quería trabajar estaban muertos. El último gran papel fue Gran Torino y lo disfruté inmensamente porque conocía a esa persona y creo que todos la conocíamos. Tratar de no ser prejuicioso es algo que no importa cuán viejo seas, siempre es algo que tenés que aprender. Y muchas de las cosas que están pasando ahora las hablamos en esa película. Pero sí, si hubiera algún rol como ese, lo haría. No estoy buscando abiertamente. Si tuviera que elegir preferiría seguir siendo director.
Tom, alguien en internet…
TH: Oh, ahí vamos…
…hizo un video sobre tus personajes orinando en más de 10 películas. Parece que es una acción común de tus personajes.
TH: Gracias a Dios existe internet que calcula esas cosas.
¿Lo viste?
TH: No lo vi. Voy a admitir que no voy a googlearlo.
Es famoso ese video.
TH: Oriné toda mi carrera.
CE: Debería haberme enfocado directamente en tus pantalones entonces (risas).
Fotos: Robert Ascroft, gentileza Warner Bros Pictures y AFP