Esos sitios que enamoran, de los que uno se va, como el mar, pensando en volver, como dice la canción de Serrat. Así es Port d’Andraitx, Mallorca, centro de veraneo de españoles que vienen a pasar sus vacaciones a este paraíso cercano.
Aquí fue donde, en 2008, tras años de venir con su familia, Maite López Fonta encontró un terreno con vista a la isla de Dragonera, donde podía hacer pie y construir la casa de sus sueños. Para hacerlo realidad, contrató a su hermana, la interiorista y diseñadora de objetos de metal Elena López Fonta. Juntas, planearon al detalle esta casa que tenía dos premisas básicas: que fuera amplia y cómoda, y que desde ningún lugar se perdiera de vista el mar.
En Mallorca predominan las casas de campo, en color piedra y arena. Por eso, elegimos tonos beige y crudos, que son fantásticos para combinar tanto con tonos grises como con marrones
Elena tuvo libertad total para crear: proyectó techos bien altos, grandes ventanales, espacios amplios con dormitorios independientes, y eligió una paleta de colores tenues que potencia la atmósfera marítima, y así integra el interior en el paisaje mallorquín. El resultado final: una casa comodísima, con vistas espectaculares que se pierden en el horizonte. Y de la que todos se van pensando en volver.
En la paleta de colores del living vibran los tonos grises azulados que dialogan perfectamente con el azul del mar.
En el centro del gran espacio, dos mesas de mimbre con granito encima. Los dos sillones de origen asiático hechos con grandes troncos y las lámparas de mimbre que cuelgan del techo (I. López Quesada) dan un toque étnico al conjunto.
Bien original, el piso de la planta baja se armó con tablones de madera provenientes de una antigua fábrica de porcelana, comprados en una feria en Londres.
En el comedor brillan una mesa con tapa de espejos hecha a medida y sillas de gamuza con base de hierro (I. López Quesada).
Las banquetas altas (E. López Fonta) se armaron con patas encontradas en un anticuario a las que se agregaron los asientos.
Una gran tabla de madera traída de Londres, que se apoya sobre sólidos caballetes, se viste con sencillez para recibir a los comensales. La vajilla y los manteles son de La Maison del Puerto.
Para crear un espacio de intimidad y disfrute en la galería, el cemento y el hierro de barandas, sillas y faroles cobran calidez con la caña de bambú del techo, la fibra vegetal de la alfombra y la madera de la mesa. En el sector del living se tapizó un sofá con una tela resistente a la humedad y contra la pared se puso un baúl antiguo de madera (El Rastro).
En la parte inferior de la pared, una serie de luces empotradas torna más acogedor el ambiente. A un costado, faroles blancos tipo jaula (La Maison del Puerto).
En los cuartos de los chicos, aprovechamos la doble altura para realizar un entrepiso con suelo de parquet. Allí tiran colchones cuando invitan amigos
En el cuarto de Patricia, mesa de luz comprada en un anticuario. La iluminación proviene de unas lámparas que cuelgan del techo (La Maison del Puerto), y un muro de madera tras la cama hace las veces de estante para apoyar libros y objetos. Por su parte, el armario con varillas permite combatir la humedad del invierno.
Una mesada de obra, sobre la que apoya una lámpara blanca (La Maison del Puerto), separa el baño de la habitación. Tras la cortina de baño (Habitat), se esconden la ducha y los sanitarios.
"Mi hermana quería espejos de hierro redondos sobre la bacha. Como doblar el hierro es muy difícil, se me ocurrió cortar unas llantas de camioneta con las que estaba trabajando. Son muy pesados, pero quedaron geniales"
Aquí mandan los tonos beige y tierra, que se repiten en la mesa de luz (Flamant), los sillones de ratán de estilo colonial (E. López Fonta), la ropa de cama (La Maison del Puerto) y las cortinas de seda (Habitat). Una alfombra de fibras vegetales (Pepe Peñalver) brinda calidez al espacio.
Desde la planta alta, la vista de la pileta es una clara muestra de cómo el diseño de la casa fluye con su entorno. Para el descanso en el atardecer, una cómoda reposera de mimbre.
Texto: Cecilia Tedín.