Abelardo Carabelli cree que la serie es poco fidedigna; “El Mono” Rodríguez, en cambio, piensa que es “muy buena”; Los dos amigos de la infancia de Maradona recuerdan sus primeros años en el fútbol. “Fueron los mejores años de su vida”.
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Claudio “El Mono” Rodríguez tiene una frase de cabecera que repite cada vez que alguien le pregunta por su amigo de la infancia: “yo conocí a Diego, el que hizo famoso a Maradona”. El rostro del ex futbolista y actual director técnico de Midland se ilumina cada vez que evoca a aquel niño pobre, carismático y perseverante que llegó a convertirse en el mejor jugador de la historia del fútbol.
Abelardo Carabelli, llegó unos años más tarde que Rodríguez y Maradona a Los Cebollitas, la categoría ‘60 de Argentinos Juniors. Pero con el correr de los años se convirtió en el jugador que más equipos compartió con el astro del fútbol. Jugaron codo a codo durante una década: desde las inferiores de Argentinos hasta la selección juvenil nacional, con la que se consagraron campeones del mundo en el ‘79.
Los dos ex “cebollitas”, junto al resto de aquella afamada categoría 60, fueron algunos de los invitados de honor de la avant premiere de la serie Maradona: Sueño Bendito, que se realizó el jueves a la noche en el estadio de Argentinos Juniors. Antes del estreno, todos ellos se habían mostrado emocionados con la idea de la serie. Algunos, incluso, habían colaborado con la producción de la serie. Pero una vez terminada la proyección del primer capítulo, las opiniones comenzaron a dividirse.
“Me pareció muy buena”, dijo Rodríguez, en diálogo con LA NACION. Carabelli, en tanto, salió del lanzamiento con una sensación amarga. “No me gustó. Lo que vi no se ajusta a la realidad”, manifestó. El exjugador criticó especialmente las escenas en las que aparece “Francis” Cornejo, el director técnico de la categoría infantil de Argentinos Juniors, conocido como el descubridor de Maradona: “Lo ponen a Francis en un lugar que no me convence. Aparte, Francis ya no era el técnico de Maradona cuando a él lo suben a primera, como aparece en la serie”.
Carabelli también duda sobre la veracidad de la escena donde el colectivo en el que viajaban Maradona y su padre es frenado por militares, quienes le piden al joven que demuestre que es jugador de futbol con la pelota, para evitar ser demorado en la comisaría.
Por separado, pero compartiendo la misma pasión y el mismo cariño, Rodríguez y Carabelli relatan los mejores recuerdos con el astro del fútbol, su amigo del alma, cuya muerte aún no logran superar.
La verdadera historia, en carne propia
“El Mono” tenía ocho años cuando vio ingresar por primera vez a Diego, de la misma edad que él, al potrero de Parque Sarmiento donde entrenaban Los Cebollitas. “Primero, llegaron Goyo y Montaña, también de Fiorito. Y al día siguiente lo trajeron a Diego. Él era muy confianzudo, para nada introvertido. Y jugaba diferente, se destacaba mucho”, rememora el ex volante por derecha del equipo, que años más tarde se consagró campeón con Chacarita Juniors.
Los Cebollitas se mantuvieron invictos durante seis años, desde los ocho hasta los 14, mientras iban escalando entre las distintas divisiones. En total, según Rodríguez, ganaron más de 150 partidos seguidos. Jugaron en varias provincias del país y también en Uruguay y Chile. y obtuvieron el primer podio en 1974, cuando ganaron el Campeonato Evita.
Los partidos solían terminar con diferencias de 10 goles o más. “Siempre arrasábamos. Jugábamos para divertirnos y aparte ganábamos. Éramos todos muy buenos, pero Diego sacaba la diferencia. Todos esos goles que hizo de grande y se volvieron clásicos yo se los vi hacer a los 12″, cuenta Rodríguez, desde la pizzería de un amigo, a pocas cuadras de la cancha de Argentinos Juniors. Él es padre de dos hijas, tiene una lavandería y aún vive por la zona, a pocas cuadras de su casa de la infancia, donde Maradona, Goyo y Montaña solían quedarse a dormir cuando no querían emprender el largo viaje de regreso a Fiorito.
“El Mono” todavía se ríe al recordar la semifinal del Campeonato Evita del ´73. El partido iba 7-0 cuando sonó el pitazo largo del primer tiempo. Como era costumbre, los Cebollitas se imponían sobre sus rivales. En el entretiempo, Maradona se acercó a él con una propuesta: “te juego a ver quién baja el nido del árbol. Pero no ahora, cuando empiece el partido”, lo desafió, mientras señalaba a una pequeña cueva de barro construída sobre una rama, varios metros por encima del travesaño. Rodríguez aceptó.
Francisco Cornejo, el DT del equipo -conocido como Francis- notó que algo sucedía apenas comenzó el segundo tiempo. Cada vez que los dos jugadores llegaban al área contraria con la pelota, en vez de patear al arco, pateaban para arriba, para pegarle al nido. “Cuando Francis se acercó a preguntarnos qué estaba pasando y le contamos, nos quería matar”, cuenta Rodríguez, con una sonrisa. Le encanta rememorar aquellas épocas.
Tanto él como Carabelli recuerdan esos años como sumamente distendidos, pese a la exigencia de los entrenamientos, que se hacían cada lunes, miércoles y viernes. Cuando no estaban con la pelota, se dispersaban y se escondías por los rincones del club jugando a las escondidas, al poliladron. En las vacaciones de verano, Los Cebollitas eran los primeros en estrenar la pileta, y podían llegar a pasar más de 12 horas dentro de Argentinos.
A veces, cuando llovía y no se podía entrenar, Francis llevaba a al equipo al cine y a comer pizza. “Nos invitaba él, nosotros no teníamos ni un mango -recuerda, con cariño, Carabelli-. Le teníamos mucho respeto; hacía un silbido y nos paralizábamos. Pero también, mucho cariño. Él era muy generoso y un gran formador. Se preocupaba por la persona, no solamente por el futbolista”.
El único que se animó a contradecirlo de manera tajante fue Maradona, y le costó caro. Tenía 12 años y estaba jugando con Los Cebollitas en San Lorenzo. Francis lo llamó aparte para darle una indicación, la cual nadie llegó a oír. Lo único que Carabelli escuchó fue la respuesta de su amigo: “Si no te gusta, sacame”. Y eso hizo el DT: llamó a un suplente y echó al número 10 de la cancha. Pero el pequeño astro del fútbol no se retiró al banco, como era de esperarse, sino que salió del club, se tomó un colectivo, o dos, y se volvió a su casa.
El lunes siguiente no se presentó al entrenamiento. El miércoles, tampoco. “Nos empezamos a preocupar. Con Pólvora (Daniel Delgado), nos metimos en Fiorito a buscarlo. ¡No sabés el susto que teníamos! Yo vivía en Mataderos, en una zona linda. Logramos que Diego volviera y pidiera disculpas. Nunca vamos a saber qué hubiera pasado si no lo íbamos a buscar. Quizás no volvía más”, dice Carabelli, que ahora vive en Olavarría junto a su esposa y sus dos hijas.
El ex jugador y Maradona no solo compartieron equipo durante su paso por Los Cebollitas. También jugaron juntos en la primera de Argentinos Juniors y en la selección juvenil, con la que ganaron el mundial de Japón del ´79, con Cesar Luis Menotti como DT. En total, pasaron juntos más de 10 años, y, luego, lograron mantener el vínculo durante otros 40 años más.
Año a año, Diego perfeccionaba su técnica y aumentaba su masa corporal. “Aparte de su talento, él vivió para el fútbol. Se dedicaba a eso. Cuando los demás salimos, él se acostaba temprano para entrenar al día siguiente”, cuenta Rodríguez.
“Era un distinto. Había gente que no era de Argentinos Juniors y venía a los partidos solo para verlo jugar a él”, dice Carabelli. El ex cebollita todavía recuerda el día en que el astro del fútbol, que no superaba los 14 años, fue ovacionado por toda la hinchada de Boca. Fue durante un partido de la primera de Argentinos Juniors contra Boca, en la cancha de Vélez. Él y su amigos se habían anotado como alcanza pelotas. En el entretiempo, Maradona, todavía “cebollita”, agarró la pelota y empezó a hacer jueguitos. “La hinchada de Boca se volvió loca. Empezaron a gritar “que se quede/que se quede”. Ya desde chico tenía algo especial con la gente”, cuenta.
Maradona no solo se destacaba en el futbol. También tenía facilidad para otros deportes, como el tenis. Una tarde, cuando la selección juvenil estaba concentrada en la Estancia Salvatore, que tenía cancha de tenis, los jóvenes futbolistas que sabían jugar comenzaron a hacerlo. Al rato, Diego, que no sabía nada del deporte, pidió sumarse. “Nunca había visto una raqueta y, de repente, era el mejor: les ganó a todos”, recuerda Carabelli entre risas.
Una amistad intermitente
Carabelli y Maradona dejaron de jugar juntos en el ‘81, cuando el primero fue transferido a Talleres y el segundo, a Boca. “Fue muy gracioso. El primer partido que me tocó jugar fue Boca-Talleres. Fue la primera vez que jugamos en contra. Nos mataron, obviamente”, recuerda.
El mismo fútbol, que en principio los unió, terminó distanciándolos. Al menos por un tiempo. Maradona fue trasladado a Barcelona en 1982 y después a Nápoles, en 1984. En la misma época, a Carabelli lo contrataron para jugar en Francia. En esos años tuvieron algunos encuentros, especialmente cuando alguno de los dos viajaba al país donde residía el otro para jugar.
Carabelli todavía recuerda la vez que se encontraron en Francia, cuando Diego ya comenzaba a tener problemas con las drogas. “Él vino a Francia a jugar. Nos juntamos y nos quedamos charlando hasta tarde. Me acuerdo que oramos juntos. Yo soy muy creyente. Él todavía no estaba mal, pero iba en camino”, detalla.
“El Mono” Rodríguez siempre evita hablar de las etapas más oscuras de su amigo. Cuando lo llamaron este año los productores del documental de Maradona para entrevistarlo, él les anticipó que no iba a criticarlo, que él solo iba a hablar de su infancia y de la excelente relación que siempre tuvieron. Esta postura, que mantiene desde siempre, le ha causado discusiones, pero él se mantiene fiel a esa decisión.
“Una vez, un periodista me dijo: ‘no puedo creer que un tipo que conoció a Maradona 53 años no tenga nada malo para decir de él’. Y yo le respondí: ‘te voy a explicar: yo lo conocí a los ocho y la amistad que tuve con él fue muy linda. Los años más lindos de mi vida los viví con él. Es mi amigo, y yo no hablo mal de mis amigos, por más que estén equivocados. Yo le puedo decir lo que pienso a él, pero no a vos”, cuenta.
En 2001, Rodríguez había invitado a Maradona y a su familia al cumpleaños de una de sus dos hijas, pero a último momento Claudia lo llamó para avisarle que no iban a ir, que Diego había discutido con sus hijas y que se había ido de la casa y todavía no había vuelto. “El Mono” le dijo a “la negra” que fueran ellas igual, pero no quisieron.
“Yo pensé que no venía ninguno, pero a las 23 cayó Diego solo y se quedó hasta las siete de la mañana. Los padres, las chicas, estaban todos como locos con él. Bailó toda la noche”, recuerda. La fiesta terminó a eso de las 5:30, pero Maradona se quedó una hora más, hablando con los mozos y con los últimos invitados que quedaban, que ya comenzaban a retirarse.
Los Cebollitas, una marca de fuego de más de 50 años
A lo largo de la vida, Los Cebollitas se mantuvieron unidos. Al principio, la comunicación era más complicada, pero ahora tienen un grupo de WhatsApp, donde se mantienen en contacto y, de vez en cuando, organizan juntadas.
A fines del año pasado, tenían organizado reunirse para festejar los 60 años de los jugadores de la categoría 60. Diego había confirmado su asistencia, pero falleció antes de la fecha de la fiesta y sus compañeros de la infancia decidieron suspender todo.
Ayer, la categoría 60 se reencontró en el Avant Premiere de la serie Sueño Bendito, que cuenta la vida del astro del fútbol. Muchos de ellos fueron entrevistados por los productores. El sábado, se volverán a ver en el memorial que organizó Argentinos Juniors por el cumpleaños de Diego. “La idea es que juguemos un partido contra la selección argentina del ´86. Estoy en contacto con algunos de ellos, que me dijeron que ellos no están en estado para jugar. Yo les dije que yo menos —se ríe—. Pero bueno, haremos un simulacro de fútbol”.
-¿Cómo les pegó la muerte de Diego?
-Carabelli: Mal. Todavía me es difícil pensar que no está mas. Uno siempre lo veía saliendo adelante de los momentos difíciles. Y esta vez no fue así. Fue muy doloroso. Algunos de la selección juvenil hablaron con Claudia y fueron a darle el pésame. Yo solo por WhatsApp.
-Rodríguez: Su ausencia se sigue sintiendo, y mas en esta fecha. Es algo que es difícil de superar. Se lo extraña. Su muerte se podría haber evitado. Cuando lo quiero razonar, no puedo. Digo: no, es imposible que se haya ido con 60 años. No lo acepto. Siempre tengo la impresión de que un día va a entrar por la puerta a saludarme.
La última vez que Rodríguez vio a Maradona fue justo antes de la pandemia. Se juntaron a hablar sobre la posibilidad de que “El Mono” se sumara como entrenador en Gimnasia y Esgrima, de la mano de su amigo Diego, el DT. Pero al final, por decisión de Rodríguez, no se dio.
Hoy, “El Mono” elige recordar los primeros años de su amistad, esa época impoluta, simple y alegre. “Estoy seguro de que esos fueron los mejores años de la vida de Diego. A pesar de la pobreza, a pesar de todo. Fue una infancia muy feliz la que tuvo”.
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