Eran dos casas chorizo vecinas, pero hasta el momento, estaban separadas por la medianera. Ambas viviendas, clásicas construcciones de principios del siglo XX, pertenecían al mismo terreno. Los dueños de una de las casas adquirieron, con el tiempo, la construcción lindera, que se encontraba en muy mal estado y convocaron al arquitecto Bernardo Ezcurra para llevar adelante un proyecto de refacción, que incluyó también el diseño del nuevo espacio exterior. Hoy, un gran patio de época es hoy el corazón que las une.
"La casa que se anexaba estaba en muy mal estado y, como medianera, había una maltrecha pared de ladrillos. Pero guardaba la misma tipología, en la planta, fachada y fachada interna", cuenta Ezcurra.
Las carpinterías de madera se encontraban descuidadas, pero tenían un diseño que coincidía con las ya existentes en la primera casa. Así, se tomó la decisión de conservarlas y mantener su espíritu original. Se demolió el muro y las casas volvieron a mirarse.
Un proyecto integral
El proyecto comienza en la calle, con dos puertas exteriores iguales que siguen pareciendo dos entradas diferentes. Luego se entra en un hall con un gran ventanal y un solado de terrazzo que conforma una estrella de varios colores, para celebrar la unión de las casas. Continúa en un patio de mosaicos coloridos, con guardas azules perimetrales de mosaico hechas en el lugar.
Sobre un macetero en forma de isla, con Syngonium podophyllum, calas y monsteras, hay una pérgola realizada con planchuelas gruesas de hierro. Su diseño deriva de la estrella del interior, pero levemente "acupulada". Sobre ella trepa una vid, planta que también remite a la época. Como remate, en el piso donde termina el patio y empieza el jardín, se creó un cuadrado de 3 por 3 metros con otro dibujo de mosaicos en tamaño más grande. Conforma un dibujo dentro del dibujo.
Para terminar, el jardín al fondo y una pileta con fuente entre las plantas. En el jardín se usó grama bahiana como césped y la vegetación se muestra tropical: banano (Musa x paradisiaca), palmeras, heliconias, alpinias (Alpinia zerumbet), caña de ámbar, plectrantus; y en la pared, ampelopsis, que completa el ambiente de frondosidad. Al lado de la pileta, bajo las palmeras pindó, se armó una fuente de poca profundidad pensada para el juego de los más chicos.
De los colores predominantes, el azul turquesa de las carpinterías es el más notorio, de inspiración griega. Luego, años después, Bernardo Ezcurra pintó el mural de los elefantes con colores alegres para fundirlos con la naturaleza del lugar. Agrega una nota exótica al ya tropical entorno. Con la composición se logró unir las dos casas en un espacio vistoso y fluido, donde a la vez los maceteros proponen distintos lugares de encuentro. Es un espacio central con diferentes situaciones para estar, ya sea en dos sillas bajo la galería, reunidos en la mesa cerca de la entrada o a la sombra de la otra galería entre la fantasía que despierta la pintura.
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