Donna Karan, la creadora que empoderó a la mujer a través de la ropa
La apasionante vida de la diseñadora de moda que definió el vestir moderno de las estadounidenses en los 80 y que consideraba importante vestir a una mujer que es libre y trabaja a la par del hombre
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Es época de feminismo. A veces real y a veces de cartón, para las redes sociales y para la lectura fácil, para el comentario oportuno y también para aquel más oportunista que efectivo. Para el feminismo a veces estampado en remeras y con escenarios fastuosos con leyendas feministas, viene bien recordar que lo esencial es invisible a los ojos.
Con el apellido de su primer marido Mark y la ayuda financiera del segundo, el escultor Stephen Weiss, la norteamericana Donna Karan, nacida Donna Ivy Faske (1948), construyó uno de los imperios más importantes de moda de Estados Unidos. Ese juego de números entre su fecha de nacimiento y el de su empresa, 1984, son algo más que números ordenados o desordenados al azar. El comienzo de los 80, en plena administración del republicano Ronald Reagan, fueron para la diseñadora la oportunidad de brindarle a sus pares un guardarropas honesto, servil y también básico. Su debut en la industria en 1985 trae a sus famosas Seven Easy Pieces, esas siete prendas necesarias para quienes como ella debían hacer malabares entre la casa, la familia y el trabajo. En contexto actual, se trató de lo que desde hace poco más de una década las marcas y los diseñadores llaman “colecciones cápsula”. Un body, un blazer, un par de pantalones, un vestido, un par de medias opacas, una pollera y un kit de accesorios: una cartera, un cinturón y un par de anteojos de sol. Con estas prendas intercambiables y combinables entre si a la perfección, aptas para usar de la mañana a la noche los siete días de la semana, cualquier mujer, sobre todo la norteamericana, podía afrontar y liderar su vida de manera moderna y práctica.
Este fondo de armario las liberó un poco más como en su momento lo hicieron el vestido negro de Chanel y la quema de corpiños en aquella protesta feminista del 7 de septiembre de 1968 en Atlantic City. Karan es la mejor referente de toda una generación de mujeres. De ella, Anna Wintour dijo “creó una forma de vestir que era femenina, práctica y empoderadora, y provenía de un lugar profundamente personal e instintivo; siempre ha dejado que su corazón empático gobierne su cabeza de diseño”. Donna Karan siempre vio a las mujeres más allá de la ropa.
El tailleur, esa prenda poderosa
Las creaciones de Donna Karan se adelantaron siempre a su tiempo y defendió el punto de vista femenino a través de la ropa. Era consciente que también decía mucho de quienes la vestían. Fue, además, la primera modista en proponer ropa para una posible y futura presidenta. La campaña In women we trust, de 1992, con la modelo Rosemary McGrotha fotografiada por Peter Lindbergh como la primera mujer presidente norteamericana, marcó una época y representó una nueva y quizás impensada posibilidad dentro del famoso mantra yanqui Make America great again. En ese año de elecciones en Estados Unidos el extenso registro fotográfico en blanco y negro de Lindbergh visibilizó lo que muchos no se animaban ni siquiera a pensar: ver a la “presidente” en las diferentes facetas que siempre fueron masculinas. Los años 90 y el crecimiento del empoderamiento femenino sirvió de excusa para esta suerte de declaración feminista donde la ropa contaba una historia en paralelo. Las fotos muestran a una mujer impecable jurando por su país sobre la Biblia, por la ciudad subida al auto saludando bajo una lluvia de papeles donde, curiosamente, no tiene un hombre que la acompañe; de una mujer trabajando rodeada de hombres en su despacho presidencial y también dando discursos. En todas está vestida con un tailleur de saco cruzado y es el otro protagonista. No era la campaña de las mujeres al poder, era la campaña de las mujeres en el poder. Una mujer presidente en el gran país del Norte es todavía hoy una fantasía.
Y el tailleur parece ser la prenda que esquiva mareas de tendencias y está siempre a flote para reversionarse y adaptarse a quien lo necesite. Con pollera o pantalón siempre estará al alcance para engalanar y empoderar, porque además de versátil, también resulta amable. En la realidad y en la fantasía más futura, siempre aparece. Rachael, la replicante de Blade Runner (1982), el cyborg femenino denominado Nexus porque desarrolló sentimientos, vestía uno estricto cuyo estilismo recordaba sin ponerse colorado a los años 40 y 50 del cine negro. En La Mujer Maravilla, la primera temporada de la serie de 1975 ambientada en la década del 40, el poderoso personaje encarnado por Lynda Carter aparecía de entre una pequeña explosión luego que su alter ego Diana Prince girara a escondidas. La amazona tenía un peinado armado a fuerza de laca decorado con una vincha y brazaletes dorados que esquivaban balas, y un cinturón de soga brillante que obligaba a decir la verdad. Ni hablar del corset, el culotte y las botas altas en una paleta roja y azul con estrellas y un águila que recordaban a la bandera norteamericana en un claro lenguaje encubierto. El poder de la confederación estaba estampado en un par de metros de satin. De civil, Diana Prince también era poderosa y siempre vestía un tailleur de la fuerza armada a la cual pertenecía. Un tailleur que años más tarde se convirtió en el uniforme de las yuppies norteamericanas y también de las mujeres trabajadoras de todo el mundo. Y de todas las épocas.
En este siglo de opciones à la carte por internet, Angela Merkel abusa de un modelo que ya se lo conoce como una cuestión de estado. Su personalísima versión tiene una chaqueta minimalista, más bien cuadrada, sin cuello y 3 o 4 botones coronando un simple pantalón flojo quizás menos elegante por su moldería pero igual de efectivo. Esas son las piezas necesarias, su fondo de armario, esa es su austera versión de las Seven Easy Pieces de Karan. Eso si, la líder canciller germana destaca y hace gala de un Pantone colorido más amplio que la bandera del orgullo LGBT+. Merkel vale por ella misma y demuestra que la ropa solamente la acompaña. Ella es su propia garantía de victoria.
La moda: esa poderosa herramienta de comunicación
Hoy la californiana Kamala Harris es lo más cercano a la presidencia que pueda estar una mujer después de aquella campaña, todavía irreal de Donna Karan. Consciente de este nuevo puesto siendo mujer y de color vistió de blanco cuando dio su primer discurso como vicepresidenta electa en noviembre pasado. Sin lugar para las casualidades y sí para las causalidades, ese tailleur firmado Carolina Herrera aporta mucho más que un buen look de impacto: habla de un nuevo comienzo. Como cuando el año pasado Emanuele Farnetti, el director de Vogue Italia, decidió que la tapa de abril, y por primera vez en la historia editorial de la cabecera, fuera blanca. Una hoja limpia con una nueva historia para contar a partir de la Covid-19. La venezolana Carolina Herrera es, además, uno de los mejores exponentes de éxito latinoamericano en EE.UU. leyendo entre líneas que Harris apoya a los inmigrantes y a los latinos. Yendo más al hueso, el blanco es considerado desde 1913 el símbolo de la lucha por los derechos femeninos según el Partido Nacional de la Mujer. Existen otros colores seleccionados por dicha institución como bandera de sufragio: el dorado y el púrpura. Y, por supuesto, también hay dos mujeres norteamericanas como protagonistas. El frío 20 de febrero de 2009, durante la asunción de Barack Obama, Michelle vistió un tapado y un vestido de un amarillo dorado creado especialmente por la diseñadora cubana Isabel Toledo, quien fuera símbolo de la esperanza de la moda norteamericana de la época. Un poco más acá, cuando dio el discurso con el que aceptó su derrota frente a Trump en noviembre del 2016, Hillary Clinton vistió un traje violeta y negro del americanísimo Ralph Lauren en honor a uno de los colores de la bandera sufragista. Esta paleta acotada pero poderosa, representa a aquellas mujeres que allanaron el camino.
Más allá de si la portada es de buen o mal gusto a actual edición de Vogue norteamericana tiene a Kamala Harris con un saco negro del diseñador Donald Deal y zapatillas en un lenguaje visual que marca una nueva apertura en la imagen de ellas en la política. La historia de las mujeres en Estados Unidos tiene una particular cronología de poder femenino.
Hits y reveses
Donna Karan supo que el peso no siempre estaba en los hombros. El llamado Cold shoulder dress es un vestido con los hombros descubiertos, una prenda excéntrica e icónica famosa en su historial de moda diseñada para ayudar a las mujeres a sentirse sexies. En 1993, Hillary Clinton amiga de la diseñadora, en sus jóvenes días como primera dama de los Estados Unidos le dio un empujoncito usando el que cuentan es su favorito, convirtiéndose en la mejor embajadora del ajustado modelito. El otro diseño que sobrevivió épocas es el body, sobre todo el llamado bodyblouse, un dos-en-uno de blusa pegada a un calzón. Conciente de su poder en el vestuario de cine y televisión la estilista Patricia Field (Sex &The City, Emily in Paris) lo usó, junto a otros vintages de Karan de los años 80 y 90, con Meryl Streep en su personaje de Miranda Priestley. En resumidas cuentas, no vestía de Prada, vestía Donna Karan. Como Rosemary McGrotha, la modelo presidente.
La diseñadora dejó de coser a mediados de 2015 cuando decidió dejar Donna Karan New York y DKNY, la línea de ropa joven fundada en 1989 e inspirada en su hija Gaby. En esa época, las empresas habían sido compradas por el conglomerado de lujo LVMH y años más tarde dejaron de producir. Desde el 2016 le pertenecen a G-III Apparel Group.
El escándalo llegaría años mas tarde. “De la manera en que se visten, ¿qué están pidiendo las mujeres? Problemas”. Palabras más, palabras menos, Donna Karan defendió en primera instancia a su amigo el productor cinematográfico Harvey Weinstein, quien hace tres años fue acusado de acoso a numerosas actrices de Hollywood. Aunque no pasaron 24 horas para que se retractara argumentando que sus palabras fueron sacadas de contexto, el daño estaba hecho. En Twitter llegaron a decirle que era “una escoria en un vestido elegante” y el hashtag #Boycottdonnakaran sobrevoló muy bajo en la red durante bastante tiempo. Si defendió el punto de vista femenino a través de la ropa, y diseñó un vestido que las ayudaba a sentirse sexies, ¿porqué las culpó por lo que llevan puesto?
Retirada de la vida pública, hoy Karan, viuda desde el año 2000, se dedica de lleno a Urban Zen, una organización fundada en 2007 dedicada a la preservación de la cultura, la salud integral y la educación.
Más allá de los exabruptos inentendibles del affaire Weinstein, en Donna Karan existieron una ideología y una convicción honestas de una mujer que desde la ropa, aportó mucho ademas de hacer fácil y cómoda la vida de ellas. Se trató de una comodidad nada estanca más si revolucionaria. El rol de la mujer, sin lugar a dudas, siempre avanzó y se adaptó en favor de ellas. Y la moda y la vestimenta, un poco más un poco menos, siempre le jugaron buenas pasadas, la acompañaron y la acompañan. Porque liberación es más que una suelta de corpiños o una suerte de baile tribal ciudadano con los pechos al aire para aprovechar situaciones de peticiones y reclamos. Liberación y desnudez no siempre van de la mano. A veces, al contrario, se trata de sentirse poderosa a través de lo que se viste.
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