Una era de La Plata y la otra de Santa Fe y, sin saberlo, recorrieron un camino similar hasta que la vida las cruzó en otro rincón del mundo, donde fusionaron su argentinidad con su pasión por París
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Mientras Fabiana y Karina preparaban sus valijas y lidiaban con sus emociones contradictorias, lejos estaban de saber que algún día se conocerían. El desarraigo, a pesar de ser un evento tan usual para hombres y mujeres de este planeta, jamás se siente ordinario y así estaban ellas, envueltas en una sensación de singularidad, al pie del abismo, a punto de dejar su suelo atrás para saltar hacia una nueva vida, todo por amor. El vértigo, la incertidumbre y la felicidad convivían en ambas, al igual que su amor por la Argentina, por un hombre y por París.
En aquel instante y durante un largo período se sintieron peculiares, hasta ese mágico día en el que sus vidas se cruzaron en Francia, la chispa de la amistad brilló, y sus raíces y su historia -separada en tiempo y espacio- las identificó para volverlas inseparables.
Épocas de bonanza, París y el amor: dejar todo por un francés
El romance de Karina con París había nacido hacía muchos años. Oriunda de La Plata, se había mudado al barrio de Palermo en Buenos Aires y trabajaba en Air France, “en la época de las vacas gordas, los cursos, conferencias y convenciones que se hacían en París”.
El trabajo y los tiempos de bonanza la llevaron cada año a dicha capital, donde entre asuntos laborales, siempre lograba encontrar su tiempo para pasear por la ciudad. Año tras año, París se fue abriendo ante ella, sus sabores, sus secretos, su sonoridad, así como su gente. Y en uno de sus tantos viajes, Karina descubrió que cupido esperaba por ella para cambiarle su destino para siempre: “Conocí al amor de mi vida, Jean-Marc, mi actual marido”, revela.
Tras días idílicos, él la visitó en Argentina y adoró sus orígenes, tiempo después, ella volvió a Francia y en su compañía exploró como nunca antes París y, al cabo de dos años, decidieron dejar el amor a distancia y mudarse juntos.
“No fue una decisión fácil, no por los sentimientos, sino por todos los cambios que implicaba en nuestras vidas. La idea de alejarme de mi familia y mis amigos me asustaba bastante, pero con el tiempo y la distancia comprendí que los verdaderos afectos no se pierden”.
Fabiana, por su lado, había llegado a Francia en varias oportunidades, gracias a diversas becas. Fue en el 2013 que allí, en París, le ofrecieron un trabajo temporal que trajo consigo mucho más que un sueldo y grandes aprendizajes. Julien, un francés encantador, compartió aquel espacio para luego compartir su vida: “Fue él quien me empujó a lanzarme a crear una vida juntos y a intentar una nueva aventura laboral”.
“Mi entorno cercano lo vivió con sorpresa, no por el destino (soy profesora de francés y ya amaba París) sino por el hecho de dejar un muy buen trabajo de planta en Comunicación en el Ministerio de Cultura de Santa Fe y alejarme de mi mamá, que es viuda, más allá de que está mi hermano”, cuenta pensativa.
Fabi siempre había sido de ese tipo de mujeres que privilegiaba la vida profesional, y ahí estaba, dejando todo su esfuerzo por “un francés”, a los 38 años. Su entorno no podía salir del asombro e incluso le llegaron frases de algunas amistades como: “mirá si es un asesino serial”, “qué vas a hacer si te deja en la calle”, “¿y si no te va buscar al aeropuerto?”
Las renuncias y la llegada a París: “No es más mi cielo”
Para Karina, lo más complejo de emigrar fue renunciar a su trabajo en Air France. Amaba lo que hacía y sentía que formaba parte de una gran familia. Por las dudas, pidió un año sabático, pero se lo negaron sin ninguna explicación. El destino parecía decirle que, si iba a transformar su vida, el cambio debía ser completo. Finalmente, con ojos empañados, Kari caminó hasta el correo central y presentó su renuncia: “Fue duro, pero sabía que este gran paso me abría la puerta a una nueva vida”.
“Cuando llegué a Francia tuve la mejor de las bienvenidas. Jean-Marc había preparado todo para que yo estuviera bien. Sus amigos y familia me recibieron con los brazos y corazones abiertos”, se emociona. “Pero debo decir que no todos los días fueron fáciles ni color de rosa”.
Las emociones de Fabiana al momento de su partida fueron similares: incertidumbre, ansiedad, miedos. Pero, junto a aquellos sentimientos, prevalecía la certeza de que su historia de amor con Julien y con París merecían ser vividas. “Si no lo hago ahora no lo hago más”, se dijo.
Jamás olvidará el día de su arribo, miró al cielo y observó la luna creciente invertida: “No es más mi cielo”, murmuró. “Ya está, estoy en Francia”.
Enamorada de París y sus peculiaridades: “La gente habla con el queso, con el detergente...”
Fabiana conocía bastante bien París y estaba profundamente enamorada de la ciudad. Aun así, un pensamiento extraño atravesó su mente: “Bueno, ahora me voy a vivir con mi amor platónico. La voy a conocer cuando se despierta, voy a sentir sus olores, su intimidad...”, se dijo, y, junto a aquel pensamiento emergió el temor de desencantarse en la cotidianidad de las calles francesas.
“Y bueno, no, sigo profundamente enamorada de París. Es una ciudad que sobre su base histórica se reinventa constantemente, que está viva, que por momentos es abrumadora como toda capital, pero con lugares donde uno se refugia, para encontrarse con ella y suspirar ante su belleza”.
“Lo negativo, es el clima, muy gris en general. Y la anticipación y falta de espontaneidad en todo, a veces me pesa. Una cosa extraña que me sigue haciendo reír mucho, es que la gente habla mucho sola, sobre todo en el supermercado. Habla con el queso, con el detergente … y al principio yo me paraba pensando que hablaban conmigo y esperaba para responder y la gente me miraba ¡como si yo estuviese loca!”, observa entre risas.
Los primeros tiempos de Fabiana, sin embargo, no fueron nada fáciles, entre trámites y ansiedad. Pero también fueron épocas de nuevos amigos y mucha contención por parte de su pareja y de su entorno argentino a la distancia.
A los tres meses de su llegada se mudó con su amor y fue allí que la santafesina comprendió que migrar es un proceso, que tiene sus etapas: “Me permití ser más paciente conmigo. Decidí darme un tiempo para pensar verdaderamente qué quería escribir en esta nueva página a nivel personal y profesional. Apareció una primera oferta de trabajo en comunicación, que dejé a los tres días porque me di cuenta de que estaba repitiendo una historia en vez de construir una nueva. Fue ahí cuando decidí que debía barajar y dar de nuevo y volver a la docencia, a lo humano y trabajar en mi lengua materna”.
Hacer y deshacer valijas, y entablar vínculos en París: “¿A esta qué le pasa?”
El camino de Karina fue diferente. Ella, que había pensado que su vida nómade encontraría días más calmos, llegó a París para volver a hacer las maletas al poco tiempo, pero esta vez en familia. En los tiempos que siguieron se casó, fue madre y viajó por el mundo acompañando a su marido. Durante diez años armó y desarmó valijas, conoció y despidió amigos en diversos puntos del planeta: “Vivimos en Marsella, en Pointe Noire, Congo y en La Habana, Cuba. Fueron experiencias de vida inolvidables y muy enriquecedoras para todos. Ya hace unos años que regresamos a París, ahora para quedarnos”.
“Unas de las cosas que más me llamó la atención de París fue un día, cuando una chica de mi edad me preguntó: ¿Nos podemos tutear? Lo primero que pensé fue ¿a esta qué le pasa?, pero después aprendí que es un gesto de respeto y buena educación. Una vez que respondés: ´sí, claro´, arranca la conversación como si te conocieras de toda la vida”.
“El idioma, aunque lo hablés bien, es un tema. Cuando llegué a París mi francés no era tan bueno y lo que más extrañaba era no poder hacer bromas o contar chistes. ¡Intentaba, pero nadie los entendía!”, dice entre risas.
Vidas distantes, coincidencias que unen, y un proyecto para que todo el mundo se enamore de París: “Queremos transmitir nuestra pasión por esta ciudad”
Con el paso de los años, Fabiana y Karina descubrieron que en París la calidad de vida es excelente, aunque nada viene caído del cielo, “hay que pelearla, como en todos lados. Depende de uno, de tu formación, de tu actitud, de tus aptitudes, de tu poder de adaptación y de tus ganas”.
Tampoco cayó del cielo su amistad, aunque así lo sintieron. Durante mucha vida, los senderos de las dos mujeres argentinas habían trazado en recorrido paralelo, que no llegaba a unirse. Pero, finalmente, su pasión por la enseñanza las acercó para, a su vez, descubrir que tenían mucho más en común: habían llegado por amor; amor por un hombre y amor por París.
“Nos cruzamos temporalmente trabajando juntas como profesoras de español y enseguida nos entendimos y sentimos que nos teníamos que encontrar aquí y ahora, ya que hay varias diferencias, una es santafesina y la otra platense, tenemos distintas edades y vivíamos en distintos barrios parisinos”.
Su encuentro, a su vez, sucedió en la antesala de la llegada de una pandemia que terminaría por redefinir situaciones cruciales en la vida de ambas, entre ellas, la elección de dónde vivir durante un confinamiento prolongado.
“Fue ahí cuando de alguna forma, elegimos de forma consciente París y, a su vez, nos dimos cuenta de que nos unen las mismas pasiones argentinas, el español y las ganas de crear un proyecto propio que las contenga y desarrolle”, explican.
Fabiana y Karina crearon @paris.explor.adore, un emprendimiento que lleva un año y medio y que tiene el objetivo de acercar París en español de forma original y práctica: “Queremos facilitar la búsqueda de informaciones que a veces se hace muy complicada; transmitir nuestra pasión por esta ciudad, compartiendo nuestras experiencias y nuestros descubrimientos cotidianos. Nos encanta mostrar todo eso que nos enamora de París para que la gente también pueda enamorarse y sobre todo disfrutarla, acá cuando viene o donde sea que estén”, cuentan orgullosas de la evolución lograda y el agradecimiento por parte de aquellos que llegan a su cuenta.
“Hace muy poco decidimos lanzar un servicio de asesoramiento pre-viaje, que tiene mucha aceptación y que la gente aprecia enormemente a la hora de organizar su viaje”.
Cuando emigrar ayuda a aprender más sobre la argentinidad: “Logramos un buen maridaje entre nuestros orígenes y nuestra nueva cultura”
Si Fabiana y Karina no hubieran migrado es muy poco probable que la vida las hubiese cruzado. Pero tuvieron algo en común: su amor por Francia, un amor francés y el coraje para transformar su vida.
Las coincidencias las encontraron en la distancia y de su amistad emergieron nuevas creaciones, así como una fuerte reconexión con sus raíces y sus sentidos de pertenencia, que reposan tanto en Argentina como en Francia. Hoy, luego de tantos años alejadas de su país de origen, Karina y Fabiana comprenden que, al regresar a la Argentina, en el fondo no vuelven porque en realidad nunca se fueron.
“¡Me encanta regresar a la Argentina! Lo necesito. Necesito reencontrarme con mis seres queridos, abrazarlos, mirarlos de cerca. Revivir momentos, disfrutar de esas charlas que no querés que terminen nunca y que te llenan el alma”, dice Karina emocionada.
“En la lengua francesa hay una expresión que se llama Mal du pays, difícil de traducir y de poner en palabras también. Pero es algo así como amar profundamente el lugar donde uno nació y vivió, que siempre será tu país, sentir nostalgia por tu suelo, y vivir en otro que se transforma también lentamente en tu tierra”, agrega Fabiana. “Entonces en las vueltas se mezcla un poco el tango, el pasado, la melancolía, los recuerdos, pero sobre todo el gusto de los abrazos y las charlas con tus seres queridos”.
“Más allá de la nostalgia, ya hace casi 18 años que me fui de Argentina y puedo afirmar que soy feliz con la decisión que tomé y con mi vida actual. Tengo un marido fuera de serie y dos hijos maravillosos que amo y dos mascotas (Nilo y Kitty) que adoro”, continúa Kari. “Vivir lejos y en lugares diferentes me enseñó muchas cosas: a ser fuerte, a transformarme cuando es necesario, a observar más las pequeñas cosas de lo cotidiano, a valorar mucho más lo que tengo y saber disfrutarlo. Me di cuenta de que soy capaz de hacer cosas que ni yo me hubiera imaginado, pero siempre siendo la misma Kari que todos conocen”.
“Por mi parte, creo que lo que más aprendí en mis años en París es a escucharme y reconocer que uno es capaz de cambiar y reinventarse. Y en ese proceso aprendí mucho sobre mi argentinidad más que sobre los franceses. Todo eso que uno hace, reproduce y repite culturalmente y que nunca se cuestionó. Muchas cosas se ponen en juego, desde el rol de la mujer, hasta el tono de voz que se usa”, dice Fabiana, pensativa.
“Aprendimos que podemos generar un nuevo proyecto, seguir en contacto con Argentina, con nuestra lengua, nuestra historia y, a la vez, sentirnos cien por ciento parisinas, integradas y felices de estar acá. Logramos un buen maridaje entre nuestros orígenes y nuestra nueva cultura”, concluyen.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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