Dolores sociales
¿Qué tiene que ver el temor a hablar en público con la supervivencia?
¿Por qué una relación que nos puede hacer tan felices durante años puede hacernos sentir que no vale la pena seguir viviendo cuando se termina? ¿Por qué nuestros cerebros han sido construidos para hacernos sentir tanto dolor ante a la pérdida de un ser querido?
Nuestros cerebros evolucionaron para sentir dolor en nuestras relaciones sociales tanto como en nuestra experiencia de dolor físico. El activar los mismos circuitos cerebrales frente al dolor físico y al dolor social aseguró que 200 mil años atrás los niños se quedaran cerca protegidos por sus padres. También logró que estar conectados socialmente fuera una necesidad de toda la vida, como el agua y el refugio. Si pensás cuál fue tu experiencia más dolorosa de tu vida, no creo que pienses en un esguince o tratamiento de conducto, me juego a que fue un dolor social. La pérdida de un ser querido, alguna humillación pública frente a otras personas, una pareja que te dejó. Un chiste muy conocido dice que un doctor ve a tres pacientes. El primero dice: "Doctor, me duele la cabeza, ¿qué debo hacer?" Y el doctor contesta: "Tomate dos aspirinas y llamame mañana". El segundo dice: "Doctor, creo que me torcí mi tobillo, ¿qué debo hacer?" Y el doctor contesta: "Tomate dos aspirinas cada día y llamame en una semana". Y el tercero dice: "Doctor, mi pareja me rompió el corazón, ¿qué debo hacer?" El doctor dice: "Tomate dos aspirinas cada día y llamame en un mes". Claro que esto último no es cierto, nadie piensa en un antiinflamatorio al ser rechazado por alguien, pero revela nuestra teoría intuitiva sobre el dolor.
Según varios estudios, en el top 10 de miedos de las personas se definen tres categorías: cosas asociadas a gran daño físico o muerte, la muerte o pérdida de un ser querido y hablar en público. Desde la biología está clarísimo que ancestros que no tenían miedo de amenazas peligrosas probablemente nunca llegaron a ser nuestros ancestros porque no vivieron lo suficiente para reproducirse. Lo mismo para el miedo a perder a alguien querido, que es el que nos ayuda a pasar nuestros genes. Pero, ¿hablar en público? Che, Darwin, ¿qué tiene que ver con la supervivencia? A la mayoría de las personas no le incomoda hablar frente a amigos, familiares y colegas: no es el hecho de hablar el que nos da miedo, sino la parte pública. Es quizás el momento con más chances para que seamos rechazados al mismo tiempo por una gran cantidad de gente.
David Rock y otros colegas crearon un modelo (Scarf) muy utilizado en el campo del neuroliderazgo, donde demuestran que no sólo el ser rechazado nos causa dolor social. La falta de estatus, la poca autonomía, el no tener certezas, las injusticias o falta de colaboración en un equipo son promotores de dolor social en las personas. Sin embargo, no todos sentimos el mismo dolor frente a estas situaciones y muchas veces no somos conscientes de ese dolor, conocido desde la biología del cerebro como amenaza, y que muchas veces nos impide cambiar.
El dolor es un fenómeno fascinante, y dado que nuestro cerebro trata al dolor físico de manera similar al social, ¿no deberíamos las personas hacer lo mismo? El Dr. Matthew Lieberman dedica su vida a entender cómo vivimos motivados por estar conectados socialmente, y concluye que estas adaptaciones son centrales para convertirnos en la especie más exitosa sobre el planeta.
Hoy sabemos que personas sanas que viven desconectadas de todo contacto humano mueren antes. El desafío es que comenzamos a entender nuestra naturaleza social a través de experimentos científicos sólo en las últimas décadas; entonces, aún existen tremendas ineficiencias operativas en nuestras organizaciones. Toda institución es fundada en la visión del mundo de cómo funcionamos los humanos, y no podrá lograr su máximo potencial mientras trabajemos con teorías erróneas que caracterizan de manera incorrecta nuestra naturaleza social.
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