Dismorfia de selfie: ¿cómo las fotos con filtros pueden afectar nuestra salud mental?
La preocupación por no lucir igual a como nos vemos en nuestras fotos de redes sociales es un fenómeno que afecta a muchos jóvenes; principalmente, a las adolescentes
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El trastorno dismórfico corporal (o TDC) se agudizó en los últimos años con lo que se denominó la dismorfia del selfie, un fenómeno que lleva a quienes lo padecen a compararse con sus propias autofotos retocadas y modificadas con filtros, generalmente compartidas en redes sociales.
Descrito por primera vez a finales del siglo XIX, el TDC es una percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo, y quienes lo padecen ven o creen ver defectos en su físico que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos. Afecta en torno al 2 por ciento de la población, como señalaron los investigadores de Boston Medical Center (BMC) en su trabajo Selfies_Living in the Era of Filtered Photographs.
La influencia de las redes sociales, especialmente aquellas más centradas en las imágenes, agudizó el problema y generado un fenómeno que desde BMC denominaron dismorfia del selfie. Según su investigación, había cada vez más pacientes que acudían a las consultas de los cirujanos plásticos pidiendo parecerse a las fotografías que publicaban de sí mismos en redes sociales después de aplicar varios filtros.
En las redes sociales se publican “nuestras mejores fotos en nuestros mejores momentos y mejores posiciones, lo que hace que tomemos una dimensión diferente de nuestros cuerpos”, explica Mireia Cabero Jounou, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en un comunicado.
Quienes padecen TDC suelen mostrarse inseguros y tener baja autoestima. Pueden alterar su apariencia en el día a día, con maquillaje o adoptando ángulos o posturas que les favorecen, comprarse tanto con uno mismo como con los demás, y mirarse compulsivamente en el espejo. También pueden tener hábitos de aseo e higiene excesivos o conductas evitativas, como cancelar citas, por ejemplo, para no ser juzgados.
Según los expertos, el TDC puede agravarse entre quienes lo padecen o puede afectar de manera especial a los adolescentes debido a esa exposición continua en las redes sociales, lo que entraría en el concepto de esta dismorfia del selfie.
Esa búsqueda de la perfección comparándose con rostros y cuerpos que no son reales es crítica en la adolescencia. “En esta etapa es básica la comparación con otros. Buscas grupos de iguales, buscas tu lugar. Los referentes externos son muy importantes. Si en esa búsqueda tienes referentes que no son reales, estamos perdidos: te comparas con algo que no existe y tu nivel de exigencia es tremendo”, indica Montserrat Lacalle Sisteré, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Lacalle considera que el TDC puede afectar a más gente o agravar los casos ya existentes: “Nos muestran como un ideal algo que no es perfecto y que no es la realidad. No me estoy comparando con la modelo de cuerpo perfecto, sino con un montaje de Photoshop”.
Problemas de imagen corporal
El año pasado, un reportaje de The Wall Street Journal reveló la existencia de un informe interno de Meta sobre el que Instagram tuvo conocimiento en marzo de 2020, que señalaba el impacto negativo que las comparaciones podían tener en las usuarias adolescentes de la red social, hecho que la compañía tecnológica negó y matizó a raíz de su publicación.
Las diapositivas que resumían la investigación mostraban datos como que “el 32 por ciento de las chicas adolescentes dijo que cuando se sentían mal con sus cuerpos, Instagram les hizo sentirse peor”, o que “Empeoramos los problemas de imagen corporal para una de cada tres adolescentes”.
Desde la UOC indican que las mujeres de entre 16 y 25 años pasan hasta cinco horas a la semana tomando selfies, retocándolas y compartiéndolas en redes sociales, algo que comporta un alto riesgo para la autoestima y la autopercepción. También se indica que las personas que necesitan elevar su autoestima suben selfies con más frecuencia. Ese choque con la realidad (verse en el espejo y compararse con las selfies retocadas) agrava los trastornos de dismorfia.
“Tenemos la responsabilidad social de proteger a los adolescentes. Aprender a aceptarse es vital, y las redes sociales en este sentido solo traen insatisfacción. Hay que cuidar la salud mental y aprender a gestionar los conflictos viendo las redes sociales como lo que son, un mundo de apariencias”, concluye Lacalle.
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