Dislexia y discalculia: qué tienen en común y en qué se diferencian estas dos dificultades del aprendizaje
Ambos diagnósticos tienen que ver con el manejo de las representaciones abstractas en nuestro cerebro
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Tanto la dislexia como la discalculia son dificultades de aprendizaje relacionadas con elementos que parecen similares: letras y números. La dislexia es una dificultad para aprender a leer, la discalculia es una dificultad para entender y aprender matemáticas.
Ambas dificultades tienen que ver con el manejo de representaciones abstractas en nuestro cerebro: en la dislexia la dificultad se encuentra en el manejo de los códigos fonológicos (representaciones mentales abstractas de los sonidos) y su asociación con letras; en la discalculia, por su parte, son las representaciones mentales de las cantidades las que conllevan dificultades para asociar símbolos con su significado cuantitativo, compararlas entre sí y realizar operaciones numéricas de manera efectiva.
Dificultades independientes, pero próximas
Los estudios sobre el tema nos muestran algo interesante: existen personas que tienen dislexia y discalculia conjuntamente, pero también quienes solo tienen una de estas dificultades.
Que existan personas con una sola de estas dificultades de aprendizaje (un 7% con dislexia y un 6 % con discalculia) ya garantiza que son problemas independientes, con entidad propia. Pero lo curioso es que el número de personas que se enfrentan a ambas dificultades simultáneamente (un 3 %) es mayor de lo esperado estadísticamente, lo que sugiere alguna conexión entre ambas. ¿Cuál es la relación exacta entre estas dificultades de aprendizaje?
Proximidad anatómica
La lectura es fruto del trabajo coordinado de diferentes estructuras cerebrales, pero las áreas responsables de las asociaciones entre letras y sonidos se sitúan fundamentalmente en el lóbulo parietal inferior del hemisferio izquierdo.
Cerca de esta región, aunque ya en ambos hemisferios, se encuentra el surco intraparietal, encargado de procesar las cantidades. La cercanía entre estas regiones cerebrales favorece la aparición simultánea de la dislexia y la discalculia.
Cuando ciertos factores, fundamentalmente genéticos, impiden el completo desarrollo de las áreas parietales es muy probable que se afecte el funcionamiento de ambas áreas y, en consecuencia, que aparezcan dificultades conjuntas en el desarrollo de las habilidades lectoras y matemáticas.
Por el contrario, si la alteración del desarrollo cerebral se limita al surco intraparietal se producirá una discalculia, y si afecta solo a zonas del lóbulo parietal inferior observaremos principalmente dificultades en la lectura. En resumen, desde esta perspectiva discalculia y dislexia son entidades diferentes, y simplemente aparecen juntas por su proximidad anatómica.
La fonología en las matemáticas
Un factor importante al plantear la relación entre dislexia y discalculia tiene que ver con la naturaleza de las tareas que comparamos. Leer es un proceso relativamente sencillo en el que transformamos información ortográfica en fonológica y le asignamos un significado; es un proceso ajeno a las habilidades matemáticas.
Por el contrario, las tareas matemáticas pueden ser muy diversas — comparar dónde hay más elementos, nombrar el número que tenés delante, calcular la vuelta en la compra o resolver un problema aritmético —. Y, lo que es más importante, pueden requerir no solo conocimiento numérico sino también memoria a corto plazo, habilidades espaciales o habilidades fonológicas.
Centrémonos en estas últimas: las habilidades fonológicas son muy necesarias en el conteo, el aprendizaje de las tablas de multiplicar y cuando debemos leer y comprender problemas aritméticos.
Por ejemplo, ¿cuántas veces hemos recitado en voz alta (o baja) las tablas de multiplicar para aprenderlas? Lo hacemos así con el objetivo de generar una asociación verbal entre cada operación y su resultado (“tresporsiete” es “veintiuno”), y si lo conseguimos, somos capaces de responder rápido y sin equivocarnos.
Memorización de secuencias
La base de este aprendizaje de las tablas es la memorización de secuencias fonológicas, algo muy parecido a lo que hacemos con los meses del año, el abecedario o muchas canciones, y, por tanto, no es una habilidad específicamente matemática.
Dado que el problema que subyace a la dislexia es un déficit en las habilidades fonológicas que, entre otras cosas, les dificulta el aprendizaje de las secuencias verbales, no es de extrañar que el aprendizaje del conteo y el de las tablas de multiplicar, por ejemplo, se vea dificultado en los escolares con dislexia.
Esto ha sido confirmado en estudios comparando las habilidades matemáticas de personas con dislexia y personas sin dificultades de aprendizaje. Mientras no se encontraron diferencias en tareas de comparación de números, sumas aproximadas y restás, las personas con dislexia mostraron más errores y mayor lentitud cuando debían resolver multiplicaciones y sumas simples.
En definitiva, las personas con dislexia tienen problemas en algunas áreas de las matemáticas que demandan fonología. La diferencia con las personas con discalculia es que estas últimas, por la baja calidad de sus representaciones de cantidad, también tienen dificultades en muchas otras como las tareas de comparación de puntos, comparación de números, sumas aproximadas, etc.
Diagnóstico correcto
Hemos visto que un mismo problema como el de no ser capaz de aprender las tablas de multiplicar puede tener diferentes orígenes. Esto debe servirnos de aviso: la discalculia no debe diagnosticarse solo porque alguien tenga dificultades en tareas matemáticas. La dislexia y otras condiciones (trastornos de atención, autismo, desmotivación escolar, ansiedad a las matemáticas…) también afectan al rendimiento matemático.
Lo que permite el diagnóstico diferencial de la discalculia es la presencia de dificultades para entender las relaciones entre los números, apreciable en tareas relativamente simples de comparación de cantidades en diferentes formatos (puntos, numerales, arábigos), de conteo, de cálculo simple…
Muchas de estas tareas se han incorporado a tests de papel y lápiz y a herramientas informáticas. Entre estas últimas, por su carácter gratuito y porque hemos participado en su desarrollo, destacamos el test de discalculia de Smartick, que permite evaluar en niños de 5 a 8 años las habilidades matemáticas básicas en tan solo 15 minutos.
En conclusión: se puede tener discalculia sola, dislexia y discalculia juntas, y dislexia sola. En este último caso las personas tendrán algunos problemas en áreas de las matemáticas más relacionadas con el lenguaje, pero sus dificultades en esa ciencia serán más leves y más específicas que las que muestran los niños con discalculia o dislexia y discalculia conjuntamente.
*Por Javier García e Ismael Gutiérrez Cordero
Este texto se reproduce de The Conversation bajo licencia Creative Commons.
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