Disfrute vs. hijos: las parejas de 40 retratadas desde el cine
Mientras somos jóvenes y Sin hijos son dos películas en cartel que abordan esta temática
De vez en cuando un informe periodístico recuerda una tendencia que ya no es nueva, pero sí creciente. Se trata de los escaneados DINK (del inglés: Double Income; No Kids= doble ingreso, sin chicos). Mientras en los Estados se preocupan al preguntarse quién pagará por sus jubilaciones si la renovación generacional es decreciente, el mercado por ahora los adora y los pinta como "adultescentes" que pueden correr detrás de un nuevo modelo de auto o de su miniatura de colección: son consumistas, lúdicos, hedonistas, exitosos profesionales y, sobre todo, "libres", tal es la sugestiva palabra elegida para referirse a eso que se es cuando no se está "presa" de los hijos ni las deudas. Todo entre comillas.
A los que los acusan de egoístas, ellos podrían predicar sobre qué sentimiento motoriza la reproducción humana en este mundo superpoblado si no uno narcisista; a quienes les endilgan la falta de una experiencia trascendental y reveladora, ellos les devuelven con otras trascendentales y reveladoras. ¿Alguien tiene un "experienciómetro" para medir qué hecho de la vida vale más que otro?
Pero aquellas parejas que tomaron la decisión de no tener hijos pasaron de ser personas de carne y hueso a tener el sello de tendencia, lo cual, como suele ocurrir con las siglas que abren los ojos a las marcas, los convirtió en un número, un porcentaje, un signo pesos y una batería de lugares comunes. Por eso, más allá de la publicidad, es el cine el que ahora indaga en un reverso, un lado B, una historia mínima de una tendencia demográfica. Ahora mismo, dos películas abordan el drama y la comedia de dos parejas que tienen un temita con los hijos, justamente... a los 40.
Sin hijos es una coproducción de España-Argentina que dirigió Ariel Winograd. En su película anterior, se había dedicado a la comedia de situaciones en una boda de dos personas de distintas religiones. Ahora, eligió contar la historia de otra pareja mixta, la de un divorciado con una hija que se reencuentra con un viejo amor, sin hijos, y viven un romance encendido hasta que surge un asunto. Ella (Maribel Verdú) está en esa edad bisagra en la que, se supone, una mujer debería preocuparse por el reloj biológico. Claro que a ella mucho no le importa porque odia a los chicos, pertenece a una especie de secta que usa pins con la inscripción "No Kids", lee libros que dan sustento a la decisión, la irritan los bebes en los restaurantes y es capaz de hacer un escándalo cuando sus llantos le interrumpen la paz romana de su cena-de-a-dos a la luz de las velas. Y él (Diego Peretti) tiene una hija, a la que oculta primero y disfraza después de hermana menor, por miedo a espantar a esta cruzada antiniños. La película se queda en las fricciones y los malentendidos que surgen en la etapa embrionaria de un noviazgo que tiene este conflicto y no pretende ir mucho más allá, pero al fin pone en la pantalla un tópico que supo ser tabú y todavía puede resultar irritante para algunas mujeres y hombres: el de la mujer que no quiere ser madre. A veces, de tan excesiva que es su diatriba, el personaje parece no estar del todo en paz con su decisión, pero en esa violencia más bien se cuelan los prejuicios y críticas que está acostumbrada a recibir cuando explicita su postura. La mujer antichicos, además, es una bomba sexual de mediana edad, que quiere encontrarse con su novio para "hacerle cosas que nunca le han hecho", ir a fiestas, pedir sushi y, por supuesto, tomar una copa de vino precena, el símbolo de las parejas sin hijos por excelencia. Y por eso la copa de vino también aparece en esos momentos de cocina de la otra película en cuestión, Mientras somos jóvenes. Pero ésta, dirigida por Noah Baumbach, se detiene de una manera más dilemática en una decisión que no siempre es tanto un axioma como algo que se piensa todos los días, mientras las posibilidades biológicas corren y las emociones zigzaguean. Josh y Cornelia (Ben Stiller y Naomi Watts) son una pareja de Nueva York de más de 40: él es un documentalista que la pegó hace muchos años con una película, pero que ahora está estancado (Baumbach tiene su pequeña especialidad con los intelectuales varones en la andropausia creativa, como en The Squid and the Whale). Ella es productora cinematográfica. La pareja no tiene hijos, lo cual por momentos parece una decisión consciente ("Si quisiéramos, nos podríamos ir a París mañana", dicen, sirviéndose una copa de vino) y por momentos no tanto ("Bueno, deberíamos planearlo con un mes mínimo", se contestan, desestimando el plan en cinco segundos al notar que ir a París mañana no se convierte en algo posible por el sólo hecho de no tener hijos). Pero más allá de los conflictos y situaciones que los llevaron a donde están, no tener hijos los hace estar disponibles para algunas experiencias como, por ejemplo, conocer a una pareja nueva de amigos más jóvenes, entusiasmarse con ellos y de repente mirarlos como todo lo genial que ellos pueden ser también, porque afortunadamente son una pareja sin ataduras, o que, ouch, pudieron haber sido, porque tengan la vida que tengan, biológicamente les llevan 20 años. Y eso puede ser más angustiante. La pareja de veintipico es vista por ellos como llena de energía, ideas, originalidad. Los cuarentones empiezan a sentirse secos. No es la primera vez que Hollywood aborda la U Curve en tono de comedia: en Bienvenido a los 40, de Judd Apatow, la incomodidad de la pareja nacía exactamente de la situación contraria. Es decir; mitad de la vida, monotonía familiar, lidiar con los hijos y... ¿pérdida de libertad?
Acaso el final de Mientras somos jóvenes desluce los interrogantes sensatos que se habían desplegado antes: ¿la juventud y la independencia tienen que ver con la edad? ¿Tener hijos es no ser más joven? ¿No tenerlos es ser inmaduro? ¿Qué vendría a ser la libertad en la vida cotidiana? Todas preguntas que suenan de esta época. Y que podrían estar aflorando en este mismo momento en las cocinas de muchas parejas.