La historia de la humanidad está llena de curiosidades y por peculiar o increíble que parezca, ser un habitante de nuestro planeta está unido indefectible al consumo de bebidas alcohólicas
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Durante el 2020, año de cuarentena y pandemia en todo el mundo, y especialmente en nuestro país, creció exponencialmente el consumo de las bebidas con contenido alcohólico. Situación que parecía demostrarlo el boca en boca, y confirmaron luego las estadísticas.
Ese mismo año, durante los premios Oscar, se llevó la preciada estatuilla una película de origen danés, protagonizada por el actor Mads Mikkelsen, llamada Druk, o como se tradujo a nuestro idioma “Otra Ronda”. En ella, el alcohol es el protagonista y hacedor de “una buena manera de vivir” y la falta de este nos muestra una vida chata y apagada, pero más allá de ficciones en nuestra sociedad el vínculo con tal elemento se remonta a los orígenes mismos del ser humano. Y no solo alterando comportamientos, la ingesta de este, dependiendo del lugar y asociado a las diferentes culturas será fundamental en el camino y decisión de la historia.
Sobrios o borrachos: las decisiones de los persas
Salvo en Norteamérica y Australia (que lo incorporaron en su época de colonizados), todas las culturas tienen un vínculo con el alcohol, vital o no, a la hora de definir cuestiones relevantes. Cuando los Persas tenían que tomar una decisión política importante, esta era discutida de dos maneras: una sobrios y la otra borrachos, si estas dos eran coincidentes se actuaba.
"El vino prueba que Dios nos ama y le gusta vernos felices"
Benjamín Franklin
En nuestras reuniones con amigos, familiares y demás casi siempre está presente el alcohol, sus distintas combinaciones y formas de presentarlo en sociedad generan la particularidad del lugar y la época. De las cervecerías a las vermuterías, sin olvidar club de vinos y vinerías, cada una sigue sus reglas, el resultado final dependerá de la “cultura” de sus miembros ante cada bebida elegida.
Diseñados para beber
Si afirmara que antes de ser humanos fuimos bebedores de alcohol y que este existe, y esta naturalmente entre nosotros desde que la vida fluyó, ¿estaría equivocado? Los primeros microbios generaban azúcares convirtiéndolo en ácidos, gases y...alcohol. Las frutas cuando fermentan producen azúcar y nuestro afamado alcohol.
Evolucionamos para beberlo: hace diez millones de años, y por esa fruta madura que se hallaba caída en el suelo, nuestros ancestros decidieron bajar de los árboles guiados por el perfeccionamiento de nuestro olfato en su búsqueda.
Pero lo que nos interesa es el avance final de esta relación: los humanos bebemos para socializar, lo compartimos en grupo. Benjamín Franklin, padre fundador de Estados Unidos, decía que “el vino prueba que Dios nos ama y le gusta vernos felices”. Él mismo argumentó que el diluvio tenía la intención de castigar a la humanidad por beber agua, por eso nos intentó ahogar en ella, debíamos beber, estábamos diseñados para eso.
La biblia hace referencia a la borrachera: Noe, el “padre de la humanidad”, en el génesis señala que tras la catástrofe del diluvio comenzó a labrar la tierra y cultivó un viñedo, de cuyas uvas descubrió su cualidad embriagante; “Noé bebió de ese vino y se embriagó, se quedó desnudo en medio de su tienda” (Génesis 9). Sin hacer hincapié en el conflicto que eso generó, es interesante analizar el papel que juega el vino en este relato de la mitología bíblica que -a pesar de aquella profunda borrachera que nos describe-, llevó al hombre a vivir 950 años.
Hoy uno de los más afamados, y costosos, antioxidantes conocido como el “elixir de la juventud” es una sustancia química que se encuentra principalmente en las uvas rojas y los productos elaborados con estas uvas como el vino.
La primera civilización que escribió, los Sumerios, tenían a su deidad: Ninkasi, la diosa de la cerveza. Hay registros de la primera poetiza conocida, Enheduanna, que fue la hija de Sargón El Grande y escribió en uno de sus poemas: “el vino es vertido en los hermosos cuencos del santo An”.
También en Sumeria había un proverbio que exponía: “Él es temeroso, como un hombre que no conoce la cerveza”, y en la “Epopeya de Gilgamesh” está presente el vino. En la literatura sumeria hay demasiadas referencias asociadas al amor y el alcohol. Las tabernas siempre pertenecían a las mujeres y se guiaban por el código de leyes más antiguo, “El Código de Hammurabi”, que hacía estricta referencia al tema: tres de sus leyes la 108, 109 y 110 están asociadas al consumo, castigo y consecuencias de no pagar el vino, o del alto monto puesto a este.
La felicidad de beber
Beber está en ocasiones asociado a la alegría colectiva, y a la creación de chistes, como las referencias de los sumerios que han hecho listas de ellos y hoy en día logran ese mismo efecto: “Un perro royendo un hueso le dice a su ano: esto te va a hacer daño”
En el antiguo Egipto aparecen miles de pruebas de esta “feliz” asociación, en la tumba del rey Escorpión 1, muerto alrededor del 3150 a.C. se encontraron 300 Cantaros de vino importado.
El sexo y el vino estaban asociados para los egipcios, sus poemas y sus historias de amor, donde en ellas a veces la mujer emborrachaba al hombre, o en sus pinturas en las que hombres y mujeres están sentados separados según su género, beben vino. En escenas pintadas en tumbas, mostraban orgullosos su capacidad de beber, un ejercicio en el que no había nada vergonzoso. Incluso hacían fiestas anuales de la borrachera, donde celebraban bailando y cantando, aquellas era sagradas y tomar era sacro.
Socializar suele estar asociado a la borrachera, pactos eternos entre amigos, abrazos y palabras de amor y fraternidad. Ritos, costumbres, brindis son el nexo entre personas que a sabiendas de su influencia y efecto beben. El estímulo en ocasiones, el misticismo en otras, la conciencia de un borracho quizás envenenada por tal o cual bebida, la opinión que se revela y los profundos sentimientos que logran desbordarse, hagan que la embriaguez se expanda y proclamen como los egipcios: ¡Hazlo por tu alma! Bebe, ponte del todo borracho.
Porque la historia no termina acá, y en el afán de contar siempre habrá lugar para “otra ronda”
Kein Alkohol ist auch keine Lösung
Por Die Toten Hosen
Nada de alcohol (tampoco es la solución)
Hay días que no deberían acabar jamás,
y noches que no deberían irse.
Hay momentos en que me vuelvo bien calmo
y puedo ver el mundo completamente sobrio.
Pero más que más es como siempre:
todo es, de alguna forma, gris.
Y a veces es aún peor,
¿quién se siente ya animado por algo así?
¿Qué puede decirse ya conseguridad?
¿Qué se sabe ya realmente con exactitud?
Yo he empezado a tomar,
y tal vez también lo deje alguna vez.
“Una mente despierta es la mejor droga”,
sí, bueno, puede ser.
Hay ya tantas frases inteligentes al respecto,
que a mí también se me ocurre una más:
Nada de alcohol tampoco es la solución!
Ya lo he intentado una y otra vez.
Nada de alcohol tampoco es la solución!
Podría funcionar, pero no funciona bien.
A veces estoy por la mañana frente al espejo
y veo un hombre totalmente desconocido
y dos ojos que me preguntan:
¿cuándo empieza la vida, de una vez por todas?
Entonces me pongo melancólico
y algo sucede en mí.
Me vienen sensaciones sentimentales,
pero lamentablemente no tengo buena predisposición para ello.
Nada de alcohol tampoco es la solución!
Ya lo he intentado una y otra vez.
Nada de alcohol tampoco es la solución!
Podría funcionar, pero no funciona bien.
Sin nada de alcohol no funciona,
y así siempre será.
Jesús también lo vio así
ya que del agua hizo vino.
Desde el Vaticano hasta los talibanes
puede verse que es verdad
que los que sufren de abstinencia
son siempre los peores!
Nada de alcohol tampoco es la solución!
Ya lo he intentado una y otra vez.
Nada de alcohol tampoco es la solución!
Me importa un bledo cumplir un rol ejemplar.
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