Diqui James: "El miedo es un buen aliado"
Creador del éxito Fuerza Bruta y con una larga trayectoria en el teatro experimental, asegura que no tiene ideas, sino impulsos
Un océano ancho y profundo habitado de extrañas criaturas une las costas de este Diqui James, de 48 años, creador de la exitosa compañía de teatro Fuerza Bruta, padre de tres hijos, y empresario teatral con las de aquel veinteañero muy delgado estudiante del conservatorio, renegado de San Isidro, atiborrado de muchas preguntas, pocas respuestas, y, ante todo, una actitud arrolladora. Desde La Organización Negra (ochentas), De la Guarda (noventas) y Fuerza Bruta (hoy) el tiempo ha pasado. Ahora Diqui es grande. Cultiva un perfil bajo, le rehuye a las fotos (la que acompaña esta entrevista es del archivo de LA NACION) y recuerda anécdotas como cuando su padre se sorprendió de qué iba a estudiar teatro: "¿Qué? Si vos nunca fuiste al teatro". Dicen que Diqui es un tipo parco, algo que en esta enrevista queda desmentido de plano, porque lo que sigue es apenas un capítulo de una charla de más de dos horas:
–¿Qué te inspira además del teatro?
–A mí me gusta mucho el cine. Voy a la tarde cuando está vacío. Para mí el cine es una experiencia individual no colectiva. Esa es la gran diferencia con el teatro que es una experiencia colectiva sí o sí. Tengo la sensación de que estoy más inspirado por el cine, la literatura, el carnaval, las fiestas que por el teatro. Una película que me rompió la cabeza fue Brazil de Terry Gillan. Hace muy poquito estuve con él. Vino a ver el show de Fuerza Bruta en Londres y estuvimos charlando. Le conté una idea y me dijo: Armamos un almuerzo.
–¿Y? ¿Cómo te fue?
¡Al pedo! Me hizo ir hasta Londres para almorzar. Al final no salió nada de ahí.
–¿Cómo te llevás con las nuevas tecnologías?
–Uso muy poco. Me pasa que no tengo muy buena relación con los mails (dejé de tener durante tres años) o con la comunicación no física. Me pasa también con el teléfono. No me gusta. Tengo amigos en Inglaterra o en Nueva York, que los dejo de ver dos años y un día los llamo y les digo que estoy llegando; nos encontramos en un bar y en dos minutos es como si nos hubiéramos visto ayer. A mí me molesta sostener esa relación por mail o por Facebook. Hay mucha gente a la que le encanta estar conectada con un montón de gente cotidianamente… No me sale. Lo que sí me gusta es que a vos te comentan sobre tal grupo, tal cosa, y a los dos segundos estás chequeando con el Google para conseguir información y videos. Eso me encanta.
* * *
Primera epifanía. El lugar: Cemento, uno de los reductos de la subcultura de los ochenta. Diqui siente como su cabeza estalla mientras recibe las ráfagas de La Organización Negra, un grupo de teatro experimental allá por 1986. Segunda epifanía. Miles de personas copan las calles principales de la ciudad de Buenos Aires durante la interpretación histórica de Fuerza Bruta para los festejos del Bicentenario en 2010. El "Diqui adulto" con el "Diqui joven" hacen una combinación explosiva, muy típica de los jóvenes de los ochenta. Marcada a fuego por la oscuridad de la dictadura y la "primavera alfonsinista" –bastante otoñal en muchos sentidos–. Un grito por ser gritado; una necesidad de hacer y construir; de armar y derrumbar lo establecido; de estar en el centro de la escena y de buscar, siempre buscar, en los márgenes, lo que no sale en los medios.
–¿A los 48 años trasladás tu forma de pensar a tus hijos?
– Tampoco te podés poner como un viejo insoportable ochentoso. Que querés que todo se haga de la misma manera. Lo que sí transmito y quiero transmitir es hacer lo que a uno le gusta hacer aunque no tenga salida laboral. Si ponés esfuerzo y le ponés garra es muy difícil que algo que te gusta tanto te salga muy mal. Es mucho más probable que te salga bien y que logres vivir de eso. Y seguramente vas a ser mucho más feliz trabajando en algo que te gusta que haciendo algo que no te gusta, aunque te de más guita. Como elemento básico, en ese sentido, transmitir eso.
–Suena bien pero la frustación es algo a lo que hoy se le teme mucho. ¿No?
–¡Vas a tener miedo siempre! Aprendé a vivir con el miedo. Mi decisión de ser actor fue un salto tan abismal que me hizo aprender a convivir con el miedo de entrada. Entonces hubo muchas definiciones que me dieron mucho miedo, pero yo ya estaba acostumbrado a traccionar con eso. El error es pretender no tener miedo. No es algo negativo. Mi abuelo siempre decía que el miedo no es zonzo. Y no está mal eso. El miedo es un buen aliado. Cuando hago un show y estoy cagado de miedo pienso que es una buena señal. Algo estará pasando.
–Fuiste formado en la autogestión. ¿Cómo se mantiene ese espíritu?
–Está siempre. Cuando vos creés que ya hiciste suficiente para que te vengan a buscar, no te viene a buscar nadie. Y me pasa hoy. Está bueno recordar, por si alguien lee esto, que nunca lo va a lograr completamente. Que siempre va a tener que mover el culo. Por eso está bueno todo lo que nosotros aprendimos. Acá estaba todo tan devastado, en el medio de la nada, que si no lo hacías vos, no pasaba nada. Con lo negativo, somos una generación con suerte en ese sentido.
–¿Hay momentos de inspiración o es todo un mito?
–Yo ni me cuestiono de dónde viene la inspiración. Cuando llega estoy tan contento que no me pongo a pensar ni analizar. Lo que me pasa es que funciono mucho con impulsos físicos más que mentales. Siempre digo: yo no tengo ideas, tengo impulsos, deseos. Por eso Fuerza Bruta, es conceptualmente esa fuerza previa a la palabra. Previo a lo intelectual y al pensamiento. Es como querer algo y no saber cómo conseguirlo. Es estar en una fiesta, en una reunión o en un laburo y sentir que te querés ir. Fuerza Bruta es me quiero ir y romper la pared para salir corriendo. La palabra no está en el medio…. La palabra es posterior al show.
–¿Te gusta algún deporte?
–Me gusta el rugby y me gustó mucho jugarlo. Hasta los 16 jugué en el SIC (San Isidro Club) y es lo mejor que hice en ese ambiente. Creo que es un camino muy copado para los pendejos y me hizo bien para el laburo de equipo porque nunca sentí que esto lo podría hacer solo.Pero hoy soy más futbolero, de Boca.
–¿Te quedó algún amigo de aquella época?
–Sí.. Mis cuatro amigos del alma son de esa época. ¡Los renegados de San Isidro! Por suerte me quedaron mis amigos.
–Y al final... ¿Tu padre qué piensa hoy de tu decisión ?
–¡Todo bien! Es asiduo lector de este diario, así que aprovecho para decir que nos llevamos excelente, que me ha demostrado estar orgulloso con mi historia y que es un copado
Black Label, un compañero fiel
A la hora de beber algo con amigos o en un momento de relajamiento, Diqui James elige un clásico: el Johnnie Walker Black Label. Este whisky escocés que combina distintos tipos de maltas simples (single malt) es uno de los whiskies más vendidos en el mundo, sólo superado por el Johnnie Walker Red Label. En los últimos años ha ganado espacio por su sabor fuerte pero nunca agresivo
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