Diqui James de mil cabezas
El creador de Fuerza Bruta dice que el arte no sirve para nada y que le teme al fin de la creatividad. “Pero a la larga siempre la saco adelante”, asegura. Su compañía teatral cumple diez años de funciones en 50 ciudades del mundo
Diqui James posa para el fotógrafo en el Centro Cultural Recoleta. No le gusta la situación. Le piden que pegue un salto para la cámara, pero la distancia hasta el piso se le hace demasiado grande. "Puedo pasar por arriba de esta valla", retruca, y su casco sale disparado en pleno vuelo. A los 50 años, el creador de Fuerza Bruta parece haber llegado a ese momento de la vida en que uno ya no se presta a cualquier cosa. Su compañía teatral está cumpliendo diez años de funciones en 50 ciudades del mundo, con más de tres millones de espectadores encima.
Lo que tiene en la cabeza es el monstruo de cualquier productor. A priori, nada da ganancia cuando se piensa en montar un show de Fuerza Bruta: no entra en ningún teatro ni escenario convencional, ni puede haber cómodas butacas de terciopelo para estirar las piernas. A esto se suma que pasan hasta cinco años o más para que se le ocurra un espectáculo nuevo (estuvo tres años masticando una sola escena, El corredor, quizá la más representativa de Wayra, su último show).
Tan complejas son esas ideas que se conforma con que funcione el 60% de lo que se propuso hacer. "El día que sale al 100% me pongo a llorar", jura James, que dice revisar muy poco el e-mail y no tener más oficina que su auto ("está lleno de porquerías"). Quizá lo más vital de su rutina diurna sea pasarse una o dos horas mirando el horizonte del Río de la Plata, después de dejar a los chicos en el colegio.
¿Tenés miedo de que no se te ocurra nada más?
En realidad tengo miedo de que hoy sea la última idea que tuve y ya está. Ese miedo siempre está presente. Igualmente, a los 50 ya no corro tanto atrás de la zanahoria. Empecé a sentir que no pasa nada si no se me ocurren más cosas nuevas. Si eso sucede, será porque ya no tengo ganas de hacerlo. Al mismo tiempo, vivo con la confianza de que conozco un oficio, que aprendí un montón de cosas en 30 años de carrera. Esa confianza me hace no tenerle tanto miedo a que no se me ocurra más nada. A la larga siempre la saco adelante. Me pasó con el Bicentenario, que fue un esfuerzo gigantesco: había que realizar un proyecto enorme en siete meses. Cuando las papas queman estoy ahí y disfruto lo que hago.
James fue el cerebro estético del desfile por los festejos del Bicentenario y siente que, a partir de ese momento, la gente dejó de catalogarlos como los loquitos, los raros. "Fue una reivindicación muy fuerte de lo que representó la Organización Negra, De la Guarda y de lo que siento que hoy es Fuerza Bruta. Rompimos con el estereotipo de qué es el teatro, cómo se tiene que hacer y para quién es", afirma.
¿Cuándo creás?
Laburo mucho en tener momentos de mirar el techo para ver la hoja en blanco. Con mi ritmo de vida, cinco producciones funcionando, los hijos, el celular sonando todo el tiempo, las cuentas, intento tener una rutina en la que pueda liberar un poco la cabeza todos los días.
¿O sea que buscás estar en blanco?
Es que yo defino al arte como algo que no sirve para nada, porque no tiene ninguna función práctica. Un ingeniero tiene que construir un puente, o concebir un freno para un auto. Cuando pienso en el corredor en la máquina de correr es algo que no sirve para nada. Para poder estar en blanco no hay que anclarse en nada práctico. Si pienso en algo práctico ya no estoy en mi estado de inspiración. Eso es un trabajo.
¿Existe realmente la inspiración o es todo fruto de estar trabajando?
Es clave que la inspiración te encuentre trabajando. Desde mi primer clase de actuación todo el tiempo me la pasé buscando ideas. Quizá la inspiración es la suma de un montón de ideas chiquititas que se te ocurren todos los días. Para mí es importante el movimiento, no esperar el gran momento de inspiración, porque tal vez a las dos de la mañana se te ocurre una idea que une todo lo que estuviste pensando en los últimos años.
¿Tuviste la tentación de hacer un nuevo espectáculo por los 10 años?
Estamos todo el tiempo generando contenidos nuevos. Lo que no hicimos fue parar la pelota y armar un espectáculo nuevo; eso lleva muchos años y es muy costoso. Cuando armamos el concepto de Wayra me gustó mucho más la idea de tomar el show como algo abierto, como si fuera un recital en el que uno puede meter canciones nuevas o reversionar temas; creativamente me da mucha más dinámica, me hace aprovechar el hecho de tener el juguete armado. Por suerte nos va muy bien y tenemos un ritmo de laburo que, en los últimos cinco años, nos permitió hacer un montón de cosas. En este show hay algunas novedades, que estuvimos probando el año pasado y recién ahora estamos sacando a la pista, acá y en Nueva York.
¿Nunca te tentó hacer algo chico?
Es que no me sale. Lo más chico que hicimos con la Organización Negra fue el último espectáculo [Almas examinadas, en el San Martín, en 1992], que fue el que provocó la ruptura… (risas).
¿Por qué?
Y… No era nuestro estilo. Estábamos perdiendo nuestra esencia por el hecho de ser más prácticos…, y la verdad que lo nuestro no es práctico. Ningún productor en el mundo nos recomendó hacer lo que hacemos. Usamos espacios que no son tradicionales y requerimos de una producción gigantesca; vamos en contra de todos los cánones de productividad y nos sigue yendo bárbaro. Obviamente, la gente que produce Fuerza Bruta toma un riesgo grande, pero aun así nos va bien: estamos en Nueva York, China, la Argentina, Brasil... Estamos cumpliendo diez años en nuestro mejor momento.
En una entrevista dijiste que no te llevabas bien con el teatro serio, con la idea de un espectador calificado para entender una obra. ¿Fuerza Bruta es más sensorial que intelectual?
No es intelectual para nada. Vos podés intelectualizar lo que hacemos, lo que pasa es que nuestro lenguaje tiene que ver con el carnaval, lo festivo, la celebración, con eso que tiene el teatro en sus orígenes. Lo que me aburre del teatro es cuando se pone serio, pretencioso, en ese lugar de intelectualidad que si no leíste todo Shakespeare no vas a entender de qué te estoy hablando. Yo no quiero ir a ese lugar, a mí me gusta hacer teatro para todo el mundo, que alguien que no sabe leer vea un show nuestro y le pase algo.
¿Hay un mensaje?
Fuerza Bruta tiene que ver con un lenguaje sin barreras culturales o intelectuales. Si a vos no te pega algo de lo que hacemos no es porque no leíste la Ilíada, sino que yo fallé como artista porque no te pude emocionar. Cuando era pendejo y laburábamos en Cemento con la Organización Negra realmente no nos importaba que los críticos pensaran si hacíamos o no teatro. Nuestra raíz es la calle: Fuerza Bruta es un espectáculo en un espacio cerrado, pero tiene el lenguaje de la calle.
¿Te gustaría que tus hijos se muevan en el mismo ambiente que vos?
Quiero que tengan libertad de elegir. No me vuelvo loco pensando me encantaría que fueran artistas. Quiero verlos feliz.
Si te sale contador público te matás…
Para nada (risas). Me vendría bárbaro para ordenar las cuentas... Así nos complementamos.
¿Te pasó que un productor te dijera: esto no se puede hacer? ¿Te molesta que te paren el carro?
Sí, todo el tiempo. Me cago de risa. Todo el tiempo nos dicen: "Esto no lo vas a poder hacer jamás". O productores que juran que nunca vas a vender entradas. Una vez me convocó un tipo que se encargaba del contenido de una empresa de cruceros en los Estados Unidos. Quería armar un show de Fuerza Bruta en uno de los barcos y yo tardé dos meses en presentarle algo que no habíamos hecho nunca, que era La Globa. Cuando la ve, me dice: "Es imposible de hacer". Yo le respondo: "No sé con quién habrás hablado, pero no es imposible".
¿Y al final qué pasó?
No me llamó hasta dos años después. Me vuelvo a reunir en la misma oficina. En ese tiempo nosotros ya habíamos hecho ese show. El tipo otra vez me propone que le armemos algo, pero aclara: "No quiero cosas imposibles". Entonces saco el CD que tenía en el bolsillo y le pido que lo ponga en su computadora. "Vos me ofendiste, hasta que no lo veas no puedo seguir hablando con vos". Ahí ve La Globa en su pantalla y no sabés la cara... Me levanté, dije "Chau, muchas gracias" y nunca más volvimos a hablar.
¿Qué representó en tu carrera el desfile de Fuerza Bruta en el Bicentenario?
Fue muy fuerte porque se decía que nuestro lenguaje no era popular... Nos convocaron para hacer un desfile que tenía que entender todo el mundo. Y lo entendieron todos. No hubo que poner un cartelito de nada.
¿Cuando cumpliste 50 años te agarró la sensación de y ahora qué?
Me dio mucho cagazo antes de cumplirlos. No sé, me dio miedo de que se fueran acabando las cosas que me hicieron tan feliz. Pero lo que siento ahora es cierta liberación. Me saqué una mochila de encima, la de querer inventar ese show que me vuele la cabeza.
¿Tenés algún tipo de ambición de que te recuerden como un genio, un vanguardista?
No. La única pretensión o expectativa que tengo es ser inspirador para que la gente haga lo que quiera, que jamás se detengan cuando le digan que algo es imposible.
Correr por el mundo
Al mismo tiempo que presenta en el C. C. Recoleta (de martes a domingo, dos funciones por día) su show por los diez años de la compañía, con proyecciones sobre La Globa como parte de las novedades, Fuerza Bruta comenzó también este mes sus espectáculos en China y seguirá de gira por Budapest, donde se sumó al line-up del Szigest Festival, uno de los más grandes del mundo. En agosto desembarcará en Estambul y en septiembre, en Lima. Su más famosa incursión extranjera es la de Nueva York, donde lleva ocho años y más de 2500 funciones sin interrupción en el Off Broadway (Daryl Roth Theatre), "una fantasía sexy que hace latir corazones", según el Daily News. En la ciudad estadounidense ya lo vieron 820.000 personas. The New York Times resaltó que "no es una experiencia para los fanáticos del control ni los claustrofóbicos (...). Lo sobresaliente es que despierta recuerdos de otras experiencias".
Con la Organización Negra habían sorprendido en el exterior con la tirolesa –en México y San Pablo en 1990. "Fue una bomba. Nunca habían visto nada parecido. Salimos en la tapa de los diarios. Fue el mismo show que habíamos hecho en el Obelisco en 1989." Fuerza Bruta lleva realizadas unas 5000 funciones en el mundo. Gaby Kerpel, que también integró la Organización Negra, es el responsable musical y la otra gran pata creativa del grupo.
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