Zully Moreno y el galán mexicano Arturo de Córdova protagonizaron Dios se lo pague, que recaudó fortunas en Argentina, Latinoamérica y los Estados Unidos
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Zully protestó, lloró y discutió a los gritos con su marido y director Luis César Amadori para no actuar en la película, pero él estaba muy decidido y la terminó convenciendo. Ella se resistía porque pensaba que su papel era menor y estaba desdibujado, pero él estaba seguro de que el personaje de Nancy la iba a llevar a la fama internacional. Y no se equivocó.
Dios se lo pague, con Zully Moreno y Arturo de Córdova, fue una de las películas argentinas más taquilleras de la historia, recaudó fortunas en toda Latinoamérica, Estados Unidos, España e Inglaterra, se mantuvo meses en cartel y fue la primera película argentina considerada por la Academia de Hollywood para una mención especial de los Oscar (todavía no existía el gran premio al mejor film extranjero, solo se otorgaban menciones). Ganó, además, infinidad de otros premios.
Rodada hace ya 75 años, entre agosto y octubre de 1947, y estrenada el 11 de marzo de 1948, Dios se lo pague fue una película emblemática de la edad de oro del cine argentino y proyectó a su pareja protagonista mucho más allá de nuestras fronteras.
Un cine de teléfonos blancos
Desde la década del 30 hasta bien avanzados los 50, Argentina y México ocuparon un lugar central en la cinematografía del continente. Los dos países fueron generando una gran producción de películas, se crearon grandes estudios y también un sistema de colaboración que les permitía vender sus filmes a muchos países del mundo aun antes de que se filmaran. Era una época de películas con fabulosas historias de amor, un cine de teléfonos blancos, imponentes escaleras y mansiones fastuosas, y grandes estrellas ovacionadas por el público que comenzaban a ser conocidas internacionalmente como una especie de Hollywood vernáculo.
En ese marco, en 1947, Luis César Amadori, que ya había filmado varios éxitos y tenía un gran olfato comercial, le puso el ojo a una obra de teatro de un autor brasileño, Joracy Camargo, que se llamaba Dios se lo pague y que se había estrenado en Buenos Aires en la década anterior. Amadori vio las posibilidades que le daba esa trama que combinaba el conflicto de una mujer disputada por dos hombres, más un protagonista con una doble vida, más un conflicto entre pobres y ricos: un combo irresistible para el canon por el que transitaba el cine en aquella época.
Fue el mismo Amadori quien convenció a todos; no solo a su mujer para que aceptara el papel protagónico sino también a los hermanos Mentasti de Argentina Sono Film, una de las productoras más grandes del momento, que tomaron el proyecto como propio y se pusieron en campaña para conseguir al exitosísimo galán mexicano Arturo de Córdova para que protagonizara la película junto a Zully Moreno. Fue una jugada comercial creativa y sagaz, que conjugó los aportes de las tres cinematografías más fuertes de América Latina de esa década: película argentina, estrella mexicana y obra brasileña.
Con la producción lista, el director dispuso quince días de ensayo en piso con los actores y el 6 de agosto de 1947 comenzó el rodaje, que duró tres meses. Fue filmada íntegramente en estudios, entre los escenarios de una mansión, una iglesia y un casino. En la ficción, Arturo de Córdova es un mendigo-filósofo, que se hace rico pidiendo limosna en la puerta de la iglesia, salvará a la bella y díscola Zully Moreno en el casino de las redadas de la policía contra el juego y luego, ya en su otra cara de magnate poderoso y resuelta una intriga de traiciones y venganzas, se casará con ella.
Dios se lo pague se transformaría en la reina de los melodramas latinoamericanos y uno de los grandes clásicos del cine nacional. Fue durante décadas la película argentina más conocida y llevó nuestro cine a nuevos mercados internacionales como Nueva York y Londres, además de España y toda América Latina. Su gran éxito en Estados Unidos fue la llave para que por primera vez la Argentina enviara una película nacional para competir en Hollywood, que empezaba a delinear lo que luego sería el Oscar al Mejor film extranjero y la consideró para una mención especial por ese rubro. No pudo ser, pero Dios se lo pague abrió el camino que más tarde transitarían películas argentinas ganadoras del Oscar a la mejor película extranjera como La historia oficial y El secreto de sus ojos, y que empezará a transitar en breve nuestra próxima enviada a la competencia de la Academia: Argentina, 1985.
El galán de los sueños
Dios se lo pague se estrenó el 11 de marzo de 1948 en el cine Gran Rex. Además de un enjambre de fotógrafos, había una multitud fervorosa de público en la calle y el hall de entrada esperando la llegada de las estrellas, mientras enormes reflectores iluminaban la fachada del cine. Así ocurría en esa época con todas las películas argentinas y con esta particularmente, ya que venía con muy buenas críticas y la precedía una gran expectativa por la glamorosa pareja protagónica. El estreno fue tema obligado de las revistas de espectáculos durante varias semanas.
Zully llegó en un Cadillac como toda estrella que se precie, envuelta en pieles y joyas. Ya era una diva y con esta película alcanzó la categoría de símbolo de una época. Tenía una imagen sofisticada y cosmopolita, con su cabello rubio, su distinción, su sensualidad, su vestuario deslumbrante. Tenía todo para ser importada como imagen internacional, con el modelo Hollywood como guía y ejemplo.
El gran modisto y vestuarista Horace Lannes la recordaba en su época de mayor esplendor, contaba que usaba sus propias joyas y tenía pieles de las casas más caras de París. También relataba que solo aceptaba a su propio iluminador en el set, se marcaba el pelo ella misma y era muy generosa con sus compañeras: llevaba valijas con ropa, plumas y guantes que repartía para que todas lucieran divinas. Zully tenía un secreto de confidencialidad sobre su talle con Lannes: era un poco alta para los estándares de la época, medía 1,72 y su cintura era mínima, 53 centímetros. Para el momento en que se estrenó Dios se lo pague, Zully ya había actuado en más de veinte películas, entre ellas Los martes, orquídeas (1941) junto a Mirtha Legrand, Stella (1943), Celos (1946) y Nunca te diré adiós (1947).
La estrategia del estudio para captar el mercado latinoamericano para Dios se lo pague había sido la creación de una “pareja transnacional” y para eso recurrieron a una gran estrella del star system del principal país productor del continente: Arturo de Córdova, el galán mexicano con mayor carrera internacional, que ya había filmado en Hollywood, Venezuela, Brasil y España, que enamoraba a todas las mujeres y que además tenía un ligero acento argentino porque había vivido varios años en nuestro país. Era el galán perfecto.
A los productores de Argentina Sono Film les costó convencer a Córdova de sumarse a la película: tal vez no le cerraba su papel, o no estaba en sus planes instalarse durante un tiempo en la Argentina. Finalmente Mentasti lo convenció y el mexicano se sumó al proyecto. Así nació la pareja protagónica mexicano-argentina que se convirtió en un símbolo de la época de oro del cine: Zully Moreno y Arturo de Córdova no solo actuaron en Dios se lo pague, sino que volvieron a trabajar juntos en otras dos exitosísimas películas también dirigidas por Amadori: Nacha Regules (1950), filmada en estudios de Buenos Aires, y María Montecristo (1950), rodada en los estudios mexicanos Azteca.
Matrimonio a lo Hollywood
Zully Moreno y Luis César Amadori eran pareja desde hacía varios años y él ya la había dirigido en varias películas, pero recién un mes antes de comenzar el rodaje de Dios se lo pague se casaron en la iglesia palermitana Nuestra Señora del Rosario. El éxito extraordinario de la película fue también el ingreso de los Amadori a Argentina Sono Film, ya que terminaron comprando la productora.
Después de Dios se lo pague, Zully y Amadori se transformaron en una pareja clave del cine argentino. Igual que los romances de ficción de sus películas, formaron un matrimonio lleno de glamour hollywoodense. Vivían en una espectacular mansión en Martínez, tenían un piso en la avenida Libertador y casas en Punta del Este, Mar del Plata y Santa Teresita. Las revistas de la época los mostraban siempre espléndidos y nunca olvidaban mencionar que él viajaba regularmente a Hollywood. A ella la llamaban “la Greta Garbo argentina” y la consideraban la mujer más elegante de su época y una de las pocas divas reales del cine argentino e hispanoamericano. El público la adoraba, fue ahijada artística de Niní Marshall e íntima amiga de las hermanas Legrand.
Pero la política metió la cola. Cuando cayó el peronismo, los Amadori junto a su pequeño hijo Luis debieron instalarse en España, donde Zully inició una carrera como productora. Volvieron a la Argentina en 1970 y se dedicaron a producir obras de teatro y de revista y a administrar el teatro Maipo, que compraron en 1975. Dos años después murió Amadori y para Zully también fue el final: tras un brevísimo período en el que estuvo a cargo de la dirección del Maipo y presidió el directorio de Argentina Sono Film, comenzó a recluirse en silencio, hasta que finalmente desapareció de la escena y no volvió a salir nunca más.
Mientras tanto, su galán de Dios se lo pague se había enamorado a mediados de los 60 de la actriz argentino-mexicana Marga López, con quien formó una de las parejas más populares del cine azteca. Después de sufrir una embolia cerebral en 1967, Arturo de Córdova murió en la ciudad de México el 3 de noviembre de 1973, a los 65 años.
Zully Moreno, por su parte, murió en la Navidad de 1999, a los 79 años, sin haber vuelto a aparecer en público y aquejada en sus últimos años por el mal de Alzheimer. Los Cadillacs, las escaleras de mármol y los teléfonos blancos habían quedado muy lejos, perdidos en algún brumoso recuerdo.
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