Los alimentos vienen con letra chica y nosotros nos ponemos los anteojos para saber qué es eso que entra en nuestro cuerpo cuando abrimos la boca. Hoy: quesos untables.
Blanco y radiante
Prácticamente todos los quesos untables utilizan dióxido de titanio como colorante blanco. Algunos, incluso, lo reconocen en su etiqueta. Si bien es un producto que en dosis muy mínimas está permitido por la FDA, un estudio con ratones del Jonsson Comprehensive Cancer Center asegura que las nanopartículas de este aditivo causan daño cromosómico, además de inflamación e incremento del riesgo de cáncer en los animales.
Carragenanos
Si leés la etiqueta vas a encontrar que tienen carragenina o carragenanos o E-407, un espesante que la OMS recomienda que no se utilice en alimentos infantiles. La industria presiona para usarla porque mejora mucho la untuosidad, pero estudios en animales (Joanne Tobacman, de la Universidad de Iowa, por ejemplo) demuestran que produce úlceras en el intestino grueso, micropérdidas de sangre en la orina y ralentización del crecimiento.
¿Queso de salame?
En este rubro suelen mezclarse los quesos fundidos con los quesos crema. Ambos son productos con mucho proceso industrial. Pero lo más curioso es que los dos ofrecen variantes de queso con sabor a salame, a jamón crudo, a albahaca con perejil... Son todos saborizantes artificiales que poco y nada tienen del producto de referencia. Y, lo que es peor, no están obligados a especificar con qué se elabora el saborizante.
Almidón
Los quesos crema usan almidón de maíz como forma de abaratar costos y estirar el producto. Ningún fabricante especifica la proporción. En Argentina, salvo excepciones muy puntuales, todo el maíz es genéticamente modificado, de modo que, además, estás comiendo un transgénico de contrabando.
Altos en sodio
Como todos los alimentos ultraprocesados, los quesos untables suelen tener una alta graduación de sodio: tres tostadas untadas regularmente con este queso completan la mitad de la ración que la OMS recomienda por día para evitar la hipertensión arterial.
¿Primeros quesos?
No hay una teoría probada sobre el origen del queso, aunque hay quienes dicen que ya en la prehistoria se lo consumía. Como fuera, no debe haber sido antes del 8.000 antes de Cristo, cuando se domesticó la oveja y se dispuso de su leche con frecuencia. Es altamente probable que los primeros quesos que el hombre comió tuvieran una consistencia similar a la ricota o al queso crema, en su forma arcaica de yogur sin suero.
Qué hacer I
Para un queso crema sin aditivos ni colorantes, prepará primero un litro de yogur: entibiá un litro de leche (probá con el meñique que no queme) y disolvé dentro un yogur (preferible sin sabor). Al otro día, agregale cuatro cucharaditas de sal y dejalo reposar una hora antes de pasarlo por un cedazo o tul para sacar el suero.
Qué hacer II
Probá una versión vegana y raw (o cruda) llena de nutrientes: dejá en remojo una taza y media de castañas de cajú por dos horas. Colalas y licualas, o procesalas, con la mitad del agua. Agregá agua de remojo hasta obtener la consistencia del queso untable. Incorporá sal marina y jugo de limón. Podés saborizar con ajo picado, ciboulette, pimienta negra, o lo que se te ocurra.
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