Los alimentos vienen con letra chica y nosotros nos ponemos los anteojos para saber qué es eso que entra en nuestro cuerpo cuando abrimos la boca. Hoy: cereales azucarados.
Sin evidencia científica
La famosa pirámide nutricional colocaba en la base de la alimentación los cereales. De ahí que se los identifique con la comida saludable. Ese gráfico fue creado por el senador norteamericano McGovern, apoyado por el lobby de la industria cerealera y sesgando los resultados de un estudio: de los 22 países que investigó, solo tomó como referencia los siete que demostraban su hipótesis. Curiosamente, decía que una dieta equilibrada y sana para el corazón debía aumentar el consumo de hidratos de carbono del 40% a casi el 70% y reducir la grasa del 40% al 15%.
De la pirámide al plato
Tan evidente es la falacia de la pirámide nutricional que hace poco se sustituyó por el “plato saludable”, un nuevo gráfico que propone reducir a un cuarto la ingesta diaria de “granos integrales”.
Para pensar
¿Por qué los cereales se asocian a la buena dieta y las harinas a lo que “hay que dejar” si las harinas están compuestas por cereales?
¿Entonces?
Si la intención es cuidar la línea, pensá en incorporar más frutas al desayuno, no más cereales. Si el problema es que te encantan los cereales, probá con el antiquísimo método de las gachas: cualquier cereal (mijo, avena arrollada, arroz, sémola de maíz) hervido con leche. O leche de coco.
Todo es histeria
Los cereales deshidratados habrían sido desarrollados en 1863 por James Caleb Jackson, pero su producto era más parecido a la granola. En 1897, el médico vegetariano John Harvey Kellogg creó los cereales hervidos, aplastados y horneados para mejorar la alimentación de sus pacientes. Pero el genio comercial que convirtió los copos de maíz azucarados en mundialmente famosos fue su hermano Will, creador de la empresa Kellogg’s y a quien John dejó de hablar, probablemente, a raíz de su éxito en los negocios.
Danger
Todas las marcas usan algún antioxidante como el galato de propilo (E 310), el galato de octilo (E 311), el hidroxibutilanisol (BHA o E 320), o el BHT o butil hidroxitolueno (E 321). Su principal función es proteger las grasas de los alimentos y evitar que se enrancien. El primero se obtiene por condensación del propanol, el segundo es un éster del octanol y los otros dos provienen de la industria petrolera. Es decir, todos son sintéticos. Están permitidos en algunos países, pero sus efectos sobre la salud son, al menos, polémicos para la comunidad científica.
Azucaraditas
Por cada 100 gramos de cereales azucarados, 6 son proteínas y 84 hidratos de carbono, de los cuales 43 son azúcares y 41 almidón. El resto son grasas. Es decir, poco menos de la mitad de lo que viene en el paquete es azúcar. Si miramos los cereales sin azúcar hay 7 gramos de proteínas y 84 de hidratos de carbono, de los cuales 8 son azúcares y 76 almidón. Es un poco mejor, pero poco: los almidones tienen porcentajes de glucosa por encima del 80%. Lo notes o no, estás comiendo azúcar.
Colores, dame colores
Cuantos menos colores tenga el cereal, menos peligroso resulta. La idea de “comer jugando” es una muletilla de la industria para seducir a los niños y al consumidor con menos información y que más determina las compras hogareñas. Deberíamos discutir el marketing en los alimentos para chicos.
Sodio
Algunas variedades pueden tener hasta 700 mg de sodio en solo 100 gramos de cereales. Para evitar las enfermedades cardiovasculares (que representan un 30% de las muertes en todo el mundo), la OMS recomienda reducir el consumo de sodio en los adultos a menos de 2 gramos por día. Un tazón de cereales tiene, entonces, cerca del 40% del sodio que necesitamos para toda la jornada.
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