“La pandemia me trajo un gran amor. Andréy es un compañero con el que tengo proyectos, nos apoyamos, nos damos ganas de hacer, nos cuidamos”, nos dice la actriz.
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En noviembre viajó desde Nueva York a Punta del Este porque un árbol había caído sobre la casa sustentable que tiene en Laguna Escondida y quería ocuparse de arreglar la parte que había sido dañada. “Mi idea era resolver eso e irme a Buenos Aires, pero cerraron las fronteras y aquí estoy”, cuenta Dignity Rivero (33) desde Uruguay. “Por suerte, mis papás habían entrado antes del cierre, y pudimos rencontrarnos después de casi un año sin vernos por la pandemia. ¡Necesitaba familia! Me falta mi hermana Marou que quedó del otro lado del charco y la extraño mucho.” A los pocos días, el novio de Dignity, el documentalista ruso Andréy Manirko (32), se sumó al “team charrúa” de la familia Rivero.
–¿Cómo viviste la pandemia lejos de los tuyos?
–Como todos, con altos y bajos, con búsquedas e incertidumbre. Fue un año muy trágico el 2020. En lo personal, fue duro porque extrañaba mucho a mi país, mi lengua, mi gente. Pero no me puedo quejar, esta pandemia me trajo un amor.
–¿Cómo se conocieron con Andréy?
–Por amigos en común. Fue algo inesperado durante febrero del año pasado, en plena vorágine del Fashion Week de New York. Él recién había llegado a Nueva York para hacer una presentación para Hermès y yo estaba por unos días más en Manhattan, pero tenía que viajar a París por un trabajo para Chanel. Antes de tomar el vuelo, mi familia me sugirió que no lo hiciera por el coronavirus. Ese mismo día, la marca me pospuso el viaje y a la media hora de ese llamado, a Andréy le comunicaron que su vuelo de regreso a su país también se cancelaba. Como la mayoría de las personas, creímos que eso duraría un mes, pero el tiempo fue pasando y vimos con mucha angustia como la ciudad empezaba a colapsar. [N.de la R.: además de la pandemia, el movimiento Black Lives Matter reclamaba en las calles la igualdad de derechos civiles para la comunidad afroamericana].
–¿Enseguida optaron por la convivencia?
–La cuarentena se prolongó y nos llevó a una convivencia elegida. Nos conocimos en un momento de mucha vulnerabilidad mundial, con el corazón abierto y conectamos desde un lugar muy sincero y sin vueltas, ni máscaras. Siento que fue algo increíble que en un momento tan difícil haya aparecido este amor. Andréy es un gran compañero con el que tengo proyectos. Nos apoyamos, nos damos ganas de hacer, nos cuidamos. Estoy muy contenta. Es un gran espejo en el que puedo reflejar las cosas que quiero cambiar o aprender. A él también le pasa lo mismo.
–¿Por ejemplo?
–Hacemos las mismas cosas, pero de formas muy distintas. Él es muy de la lógica, la investigación, la búsqueda de información. Yo soy más de hacer la experiencia de una.
–¿En qué ciudad de Rusia nació Andréy?
–En Moscú y, como yo, viaja todo el tiempo a su país.
–¿Hubo intercambio cultural?
–Sí, porque venimos de lugares muy distintos y tuvimos que darnos tiempo para entendernos y comprender nuestras tradiciones y costumbres.
–¿Sos la responsable de que tome mate?
–¡Él ya tomaba mate antes de conocerme! Viviendo en Moscú, Andréy leyó mucho Cortázar y como en sus libros él hace mucha referencia al mate, investigó y empezó a tomar. Su mate era una cosa extrañísima. [Se ríe]
–Y vos, ¿qué adoptaste de sus costumbres?
–Incorporé el panqueque ruso (blini con avena y frutos secos) que Andréy prepara con mucho amor. Cuando llegamos a Uruguay, yo tenía muchas ganas de dulce de leche y de que él lo probara. Ahora desayunamos panqueques rusos con dulce de leche y mate, claro. Son esas pequeñeces hermosas de la vida en pareja.
–Él ya conoce a tus padres. ¿Cuándo te toca a vos con tus suegros?
–Ahora él está conociendo a mi familia y yo conozco a sus padres vía online. Lo que me falta es trabajar un poco el tema del frío. Pienso en los 20 grados bajo cero y me muero. [Se ríe] Tengo muchas ganas de ir a Rusia. Y él tiene ganas de conocer la Argentina. Cuando se pueda, ya tenemos el plan de irnos a recorrer el norte.
–¿Tienen ganas de casarse?
–Tenemos deseo de iniciar un proyecto juntos.
–¿Te gustaría ser mamá?
–Ya tengo bastante presión con mi abuela de 92 años que todo el tiempo me dice: “Bueno, vamos, es ahora. Quiero conocer a mi bisnieto”. [Se ríe] Y eso que ya tiene un montón de bisnietos. Yo amo los chicos y es un deseo lanzado al universo, pero veremos qué pasa.
Vivir lo cotidiano
“Una situación como es una pandemia nos vuelve muy frágiles y sensibles, por eso yo estuve muy atenta a qué cosas me estimulaban y qué cosas me apagaban”, asegura Dignity.
–Escapar a Tamerlaine, un santuario de animales en Montague (nueva Jersey), donde se instalaron un tiempo con tu novio, ¿tuvo que ver con eso?
–Fue una búsqueda de naturaleza después de muchos meses en la ciudad más ciudad del mundo como es Nueva York. Entonces empezamos a planear un viaje en bicicleta y después de tres días de pedaleo llegamos a ese lugar increíble que yo ya conocía porque ahí había hecho unas fotos para una revista. Pudimos colaborar con el trabajo que hacen ellos con los animales.
–La dinámica en ese lugar es muy distinta de la habitual y en instagram compartiste tu especial conexión con un cerdo y hasta cuidaste de un gallo en tu dormitorio...
–Nací y viví en Recreo (Catamarca), pasé mi infancia rodeada de cabritos, chanchos y gallinas. En mi pueblo se celebra el Festival del Cabrito, ¡imaginate! Para mí, besar o abrazar a un animal es lo más natural y hermoso del mundo sea en Recreo, Nueva York, Haití o Kenya.
–En la Argentina, cada vez que mostrabas tus vivencias hay revuelo. ¿Sos consciente de la repercusión que tenés?
–Sí, y hablamos puntualmente de la experiencia en el santuario, creo que lo que causó revuelo fue que eligiera vivir en un lugar donde los animales rescatados son los dueños de casa y los humanos estemos a su servicio. Los animales podían circular por donde quisieran. Esa conexión con ellos es cercana para mí y me lleva a mis raíces. Entiendo que a algunas personas eso les resulte lejano, pero creo que en 2020 hubo una lección de cooperación y de ecología. Después, en general, entiendo que todos soñamos distinto y hay quienes se van a sentir identificados conmigo y hay otros que no.
–En el último tiempo también te mostraste como una mujer libre y segura con su cuerpo. las fotos con tus amigas bailando desnudas en la playa fueron muy comentadas.
–Las mujeres estamos más libres y más seguras con nuestro cuerpo. Simone de Beauvoir decía: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Así me siento yo, camino a ser una mujer decidida y con autonomía. Además, ¿por qué molesta tanto la libertad del otro?
–¿Alguien te sigue llamando Calu o Carla?
–Estaba viviendo en Nueva York cuando tuve el deseo de cambiar a Dignity, así es que allá todos me llaman así, al igual que mi familia y mis amigos. ¡Acá sí, el público me conoce como Calu! Mi padrino me dice Carlita y mi primo Aníbal, “Flaca”.
–¿Qué cambió desde que decidiste tener otro nombre?
–La vida es para experimentarla, vivirla y hacer lo que tenés ganas. Cambiarme el nombre artístico es jugar, es recrearme. Vibro muy lindo con ese nombre.
–¿Volverías a cambiarlo en algún momento?
–¿Cómo puedo saberlo?
–¿Te reconocés una provocadora?
–No.
–Hace tres años contasté que no usabas más WhatsApp y en estos últimos días hubo una migración masiva a Telegram. ¡Al final sos una adelantada!
–[Se ríe] La pandemia me hizo volver a WhatsApp para poder conectar con toda la familia y amigos que no usan Telegram. Todo cambia, todos nos movemos.
–Además de actriz, ¿cómo te definirías en lo profesional?
–Trabajo de actriz y también como modelo. Tengo mi agencia en los Estados Unidos, ahora empiezo a trabajar con una de Tokio (Unknown Model Management), pero me identifico como una persona que experimenta de muchas maneras. Me levanto a las cinco de la mañana y me acuesto a las diez de la noche, ¡si llego! No puedo dejar de hacer cosas en todo el día.
–Con tantos proyectos en el extranjero, ¿regresarías a la Argentina?
–Siempre migré por amor o trabajo. Si la propuesta es en mi país, doblemente atractivo. Hasta que el mundo vuelva a arrancar estaré haciendo base entre la Argentina y Uruguay. Me siento muy fértil a nivel creativo. Estoy produciendo una película que dirige mi mamá y me da mucha ilusión ver nuestros proyectos juntas hechos realidad y rodando en Casapueblo el teaser de Guanto Blanco, que protagoniza y produce Diego Páez, el nieto más chico de Carlos Páez Vilaró. Gastón Pauls es otro actor que va a estar en la película. También tengo mucha energía puesta en otros proyectos en los que vengo trabajando hace casi dos años que tienen que ver con lo social, pero todavía no puedo adelantar nada.
–¿Un sueño cumplido?
–Vivir lo cotidiano: estar en “Corazonada” (su casa en Uruguay) con mi familia, las siestas con mi perrita Liona, los mates y charlas con mamá y papá. Encontrarme con los resultados de mi propia huerta, ver los primeros tomates y las lechugas aparecer. También disfrutar los amaneceres con Andréy.
Producción: Facundo Garayalde
Maquillaje y peinado: Fernando Castillo
Agradecimientos: Club Hotel Casapueblo y Rowena
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