Diego Parés: "Nada me parece intocable ni sagrado"
Desde un perfil más bajo que sus colegas se transformó en un historietista de culto; cómo logra un humor sutil pero para nada ligero
Joven promesa, historietista de culto, dibujante profesional, talento desperdiciado, desempleado sin remedio, ilustrador prestigioso y un sinfín de cosas más fue Diego Parés antes de convertirse en lo que siempre quiso ser: humorista gráfico. "Desde chico quería dibujar en la página de chistes. Lo veía a mi abuelo leer el diario y reírse y pensaba: «Yo quiero eso, dibujar esos chistes». Lo que pasa es que después hice mil cosas y por un tiempo me olvidé", cuenta el responsable de Humor Petiso, el espacio de humor que todos los días sale en la contratapa de LA NACION y que es uno de los cuadritos más graciosos que puede encontrarse hoy por hoy en cualquier medio gráfico nacional. Un momento atemporal, entre inocente y fuertemente ácido, que sostiene su gracia en la situación dibujada y no en el mero juego de palabras.
"Hace unos años, cuando empecé en la revista Barcelona, me dije que una de las razones por las cuales la revista Humor había cerrado era porque había dejado de darle importancia al dibujo. Todos los chistes eran de dos tipos hablando que podían ser leídos por la radio. Entonces, ¿qué sentido tenía dibujarlos? Por eso desde el principio me preocupé por hacer cuadritos en los que el dibujo formara parte del asunto. Por eso la importancia de lo gestual, del slapstick, del movimiento", sostiene Parés, que el 24 participará del Festival Sudestada, una congregación de dibujantes, talleristas, editores y artistas plásticos a realizarse en el C.C. Recoleta.
-¿Cuánto te lleva hacer un Humor Petiso?
-Depende. El otro día estuve cuatro horas pensando un chiste. Pero hay otros días en que lo resuelvo en diez minutos. Depende de cómo esté de ánimo, de humor.
-¿Y cuando no te sale qué pasa?
-Nada. Estoy curtido. Sé que si mañana no pego el mejor chiste no es la muerte de nadie. Y por eso cuando empecé les pedí ayuda a Podetti y Pablo Fayó. No tengo el vicio de ser "yo el autor", "yo lo mío, "yo mi obra", "yo mi impronta", "yo mi estilo". Tomé tantos estilos de otros que si estuviese defendiéndolos como propios me volvería loco.
-¿Estar de buen humor ayuda?
-No sé si alcanza. Requiere un espacio mental dedicado a eso. Un momento en que digas: "Bueno, ahora soy Humor Petiso". Y también un lugar: mi estudio. El "altillo" de mi casa. Me paso gran parte del día encerrado ahí. Debe de ser por eso que hago tantos chistes de preso, de náufragos.
-También hay varios de pareja. O, mejor dicho, de desencuentros de pareja.
-Claro, hay chistes de amor y chistes de pareja, que no son lo mismo (risas). Me interesan las relaciones de poder independientemente del género que tengan y más allá de si son marido y mujer, o jefe y empleado.
-Cuando terminás un cuadrito lo subís a tu Facebook y recibís miles de "me gusta". ¿Cómo es esa interacción? ¿Cada tanto aparece alguno que quiere dar la nota?
-Sí. Y no me hago problema. Si se pone pesado lo bloqueo. Ya tengo más de tres mil bloqueados.
-¿Te das cuenta de que sólo quiere molestar?
-Sí. Y porque yo lo he hecho también. En su momento a Liniers lo volvía loco. Y la verdad no se entendía porque él siempre tuvo la mejor conmigo. Evidentemente me estaba comportando como una mala persona. Eso fue hace como diez años. Hasta que me di cuenta de que había algo en mí que no estaba funcionando bien. Y no lo hice más.
-¿Hubo algún cuadrito que llegara a lugares inesperados?
-Recuerdo el del ladrón que va a robar a un banco y se topa con otros ladrones, los dueños, que se le cagan de risa. Ese cuadrito se volvió meme, lo tradujeron al inglés, circuló por todos lados. Pero fue el único. En general lo que tengo son chistes con menor o mayor repercusión. A veces por algún mensaje moralizador. Y como trato de que no tengan eso, me rompo la cabeza para evitarlo, a veces pasa que estoy apurado y se me escapa alguno así y le va muy bien. Entonces me quiero matar (risas). Ahí me doy cuenta de que no voy a triunfar nunca.
-O sea que podrías "entregarte al mal", tomar atajos, y no lo hacés.
-Sí. Aunque no sé si me saldría si quisiera. Porque no sé mentir y se me notaría enseguida. Por eso, para mí, el tipo que triunfa es el que es auténtico con su ser y a la vez coincide con la sensibilidad de mucha gente. Y eso tiene que pasar naturalmente. No lo podés planificar.
-Lo bueno es que no te lamentás.
-No te creas.
-¿No? Se te percibe feliz...
-Nah, no soy feliz. Lo que pasa es que estoy más grande y estoy más tranquilo. Pero en otro momento me estaría diciendo: "¡Pero cómo! ¡Este tipo tiene tantos me gusta y yo no llego a la mitad! ¡Me quiero matar!". Y ese tipo de cosas. Todavía me pasa a veces.
-De los últimos, el del cupido que se equivoca tuvo muy buena respuesta.
-Sí, con ese chiste tuve ciertas dudas porque la flechita, después de una carambola, terminaba dándole a una mujer muy fea. Y como hay tanta sensibilidad respecto de la estética, los cánones de belleza y la crítica a los cánones de belleza, a veces tenés que andar con cuidado respecto de lo se puede y lo que no se puede hacer.
-¿Y cómo resolvés esas situaciones?
-En general, haciendo lo que se me canta. Sé quién soy. Y si pensás que un lector va a poder juzgarte por una partecita minúscula de un dibujo, no podés hacer nada. Hay que entender que un dibujo es un dibujo y la realidad es la realidad. Mirá la Segunda Guerra Mundial: por un lado tenías un montón de gente muriéndose a millones y por el otro un montón de chistes sobre gente muriéndose a millones. Y nadie se escandalizaba. Al revés, era una manera de exorcizar.
-Tenés una hija de 10 y un hijo de 3. ¿Viven un humor parecido o diferente a vos?
-Bastante parecido. Hace un tiempo un Humor Petiso, por ejemplo, lo hizo mi hija. Lo saqué de una situación que vivimos en un restaurante. A mí me asombra cuando entienden un chiste porque significa que hicieron algunas conexiones para reírse.
-¿Se puede decir que tuviste tu vida más border y punk y que eso se mantiene en tu trabajo?
-Sí. Por algún motivo sí. Seguramente tiene que ver con que nada me parece del todo serio, nada me parece intocable ni sagrado. Y empezando por mí mismo. El famoso: "Che, pero tenés que cuidar tu carrera, hacer lobby con fulano"... A mí todo eso no me importa nada. Nada de nada. Entonces voy tranquilo. Hago lo que hago y sé que no podría hacer otra cosa.
Negro, sin leche y sin crema
A la hora de elegir su bebida favorita prefiere café. "Lo tomo todo el día mientras trabajo, en taza grande y de cualquier calidad: me alcanza con que se parezca a café. Sin leche, sin crema, negro. Bien negro. Como no tomo alcohol, mi universo de bebidas es bien reducido. Y un día sin café me trae dolores de cabeza".