Diego Cremonesi, en la ruta de la fama
Es gratificante oír a los actores revelar cómo el trabajo oculto y acumulado por años emerge y se hace público. Hablan con más confianza y despiden un rigor duro y cálido que acumularon hasta que les llegó el éxito. Así se oye a Diego Cremonesi (42), actor platense, batallador incansable del under desde hace décadas. Ahora descubrió más o menos lo que se había imaginado para su carrera. Es el autor material de dos de los mejores personajes de la televisión reciente: el Cuis ( El marginal 2 ) y Roque ( Un gallo para Esculapio ), que le dio el Martín Fierro como actor revelación. Su próximo papel se espera con ansiedad: será el fiscal del caso Monzón en la serie sobre el boxeador. También se lo verá en El Tigre Verón, el unitario de Pol-ka protagonizado por Julio Chávez.
El Cuis era el cantante de vieja escuela cumbiera, detenido en San Onofre, el penal donde se desarrolla la mayor parte de El marginal. Su hit, "Piñata", es conocido y coreado por todos los reclusos. Hasta el Sapo (Roly Serrano), líder de una de las bandas, se obsesiona con él y lo condena a ser una radio humana. "El otro día, caminando por la calle, un chico me miró fijo y me dijo: ‘Sos igual al ‘Cuis, ¿lo tenés?’. ‘¿Quién es?’, le respondí. ‘Googlealo’, señaló el aire. Y se rajó entonando "Piñata". Es loco que registren al personaje, pero no al actor por la calle. Te vuelve un extraterrestre".
–¿Cómo te sentís con eso?
–Lo vivo como el sueño de un pibe. Tanto el Cuis como Roque tuvieron una trascendencia dramática inédita para mí. Hasta ese momento, en la tele había hecho bolos, cosas chicas, y de pronto dar con esos personajes me puso en un lugar de mucha expectativa y nervio.
Cuando habla de su trabajo, lo asalta una tranquilidad consciente, que se diluye en sus ojos saltarines y verdes como el mar. "Con cada nueva actuación, volvés a fojas cero", reflexiona y se incomoda un poco. La idea trillada de que la vida del actor es pura incertidumbre es aplicada por ellos en cualquier situación, incluso en las de bonanza.
El personaje de Un gallo... lo obtuvo luego de que Ariel Staltari, actor y coguionista, le sugiriera su nombre a Bruno Stagnaro, el creador de la serie. "Con Ariel trabajé en Kryptonita, la película de Nicanor Loreti que me hizo visible. Pasaron unos meses después del casting hasta que me dieron el papel y otros más hasta que leí los libros, porque no supe nada de mi personaje hasta horas antes de grabar. Lo fui viendo en la invisibilidad. Fue loco eso. A medida que veía cada capítulo me preguntaba si podía estar a la altura. Porque Peter [Lanzani, su hermano en la ficción] dejó todo en la serie y yo tenía que liberar una energía limpia, que no cortara la suya. Fue una producción muy grande, con muchas cosas en el medio. No sé si la tele te da el tiempo que necesitás para componer un personaje, aunque los actores creemos que con más tiempo la cosa mejora, y no siempre es así (risas).
–¿Sentís que te costó?
–Me ayudaron mucho los técnicos, Eleonora Wexler y Peter, porque yo estaba con mucho miedo antes de grabar mi primera escena. Hacía cuatro días que no dormía, pero cuando estás ahí, te tenés que olvidar de todo. Al que ve la serie le importa poco qué te pasa a vos. Sos un cuerpo presente conectado a tu personaje. Antes de mi aparición, se mencionaba mucho a Roque [la trama inicial se basa en su búsqueda], entonces yo me hablaba como un televidente más: "¿A ver qué Roque sos? ¡No vaya a ser cosa de que aparezca un Roque distinto al que se cuenta, eh!". Por suerte, percibí la mirada de aprobación de mis compañeros y el director y dije "esto va a andar". Y anduvo.
–En cuanto al Cuis, ¿el tema "Piñata" lo compusiste vos?
–No. Murci Bouscayrol y Eric Bobo [percusionista de Cypress Hill] hicieron la música de la serie. Trabajé mano a mano con Murci en algunos detalles y fue muy divertido. Yo no iba a poner la voz, pero finalmente tuve la confianza de los productores. Para convencerlos trabajé por izquierda con una amiga de La Plata, Florencia, que es profesora de canto (risas). Ella me dio la puntada final para encontrar el tono.
Tenía 24 años cuando comenzó a estudiar actuación. Vivía solo desde los 18 y trabajaba en el Correo Argentino. Estudió sociología y periodismo, pero sabía que la actuación era lo suyo. "Esto es lo que quiero hacer de mi vida, me dije. En 2002, la crisis me salvó. Como prohibieron los despidos del Correo, te suspendían durante un año y cobrabas una parte del salario. Entonces invertí esa guita: aunque ya tenía media carrera adentro, preferí hacer más cursos de teatro y dejé periodismo. E invertí en actuar".
–¿En qué sentido?
–Con un grupo armamos Los Rimenver. Era un grupo de café concert. Una familia disfuncional de músicos: Caíto, Evangelina, Melina y yo, Paco Rimenver. Tocaba la guitarra y hacía coros. Cuando llegó el Cuis a El marginal pensé: ¡es Paco de verdad! Metíamos cuatrocientas personas por semana. En La Plata somos más famosos que los Simpson (risas). Con ese espectáculo me di cuenta de que podía ser un profesional de esto. Y con eso viví mucho tiempo. Nos disolvimos en 2010. Pero sigo con Paco y me va muy bien. Hago fiestas.
–¿Seguiste trabajando en el Correo?
–No, renuncié en esa época para dedicarme a actuar. Ahí quemé naves para vivir de la actuación. Más tarde, seguí solo con Paco, al que cambié radicalmente. Paco era perdedor, cornudo y vivía de prestado. Lo transformé en un showman, aunque sin abandonar ese espíritu patético que siempre tuvo.
Cremonesi no hizo solo televisión en 2018. También, mucho cine. Al calor de la tevé desarrolló el musculo de la exposición, pero el cine le proveyó experiencias muy diversas. Participó en El Potro, lo mejor del amor, de Lorena Muñoz; Invisible, de Pablo Giorgelli; Gracias Gauchito, de Cristián Jure, y Rojo, de Benjamín Naishtat, premiada con la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebastián. "Creo que soy un producto del cine de género. En la pantalla grande sucede todo lo contrario a cuando un fulano te descubre para la televisión. En el cine saltás de laburo en laburo. Los hermanos García Bogliano, que hicieron varias películas de terror, como Penumbras, en la que actué, me convocaron para Masacre esta noche (2009), película con la que ganamos en el festival Buenos Aires Rojo Sangre. Yo gané el premio como mejor actor. Y a partir de ahí, por distintas personas que conocí en los sets por los que pasé, me llamaron para muchas películas. Este año se estrena Punto muerto, de Daniel de la Vega, un thriller que tuvo su premiere mundial en el festival de cine de Mar del Plata. Y voy a filmar un montón.
–¿Son muchas las diferencias entre actuar en cine y en televisión?
–La primera son los directores, todos distintos. Eso es importante porque evitan que te repitas. En cuanto al set de cine, a los actores que venimos del teatro –la mayoría, me animo a decir, porque es nuestra forma de vernos actuar, haciendo nuestras obras– nos mata la falta de acumulación, porque por ahí vas al set y rodás solo una escena. Es muy importante el trabajo de concentración y de imaginación. Y de apoyo con tus compañeros. Hay que inventarse un mundo interior. La tele es cruel con los tiempos, no espera a nadie. Si en una tira tenés que meter doce escenas por día, no puede salir todo bien, menos si tenés el libro el día antes. Pero parte del oficio es aceptar la falta de certezas.
En la piel del fiscal
Los primeros episodios de Monzón, la serie que lo tendrá de vuelta muy pronto en la tele, son presentados esta semana en el Festival Series Mania, en la ciudad francesa de Lille. Producida por Disney Media Distribution Latin America y Pampa Films, con el apoyo del Incaa, se proyecta en la sección International Panorama, dedicada a estrenos de quince series de todo el mundo.
–Tu papel es el fiscal Carlos Pelliza.
–Sí, pero el personaje se llama Gustavo Parisi. Está a cargo del caso. Lo interesante del papel no es tanto su trabajo desde la fiscalía, aunque tiene su anclaje en el caso, sino los condimentos que dan vueltas en ese momento. La serie pone el énfasis en dos líneas: la vida humilde de Carlos Monzón, su desarrollo hasta ser campeón del mundo y una figura reconocida a nivel mundial y el asesinato de Alicia Muñiz, que divide a la sociedad: le gritan campeón o asesino. Parisi es parte de esa sociedad y se mira en ese espejo. Tiene dilemas porque él admira al campeón, al deportista, un personaje que tuvo la magnitud de Maradona, pero que asesinó a su mujer. Mi desafío fue correrme de lo solemne, no intenté representar una justicia dura e impoluta, sino a un hombre que investiga el caso como un detective. Es un hombre que administra la justicia con sus vivencias, pero que está pendiente de todo.
–Suena bien.
–Sí, ¿no? (risas). Cada director te planea algo distinto y tenés que montarte sobre la ola o te tapa. Este personaje me exigió una impronta distinta a otros, porque se cuenta su vida también. A través de él se narra la investigación del caso. Aunque no es de los personajes que corren 100 metros llanos, en donde tenés que dar todo. Tiene responsabilidad dramática y coral. Hay personajes que entran con los tapones de punta y otros que no. Este es como una suave brisa. El arte del personaje es cómo llevar los quilombos de su vida sin que el resto se dé cuenta.
–Si tenés que mencionar referentes en la actuación, ¿quiénes serían?
–Claudio Rissi es uno. Es nuestro Marlon Brando. Con Roly Serrano enfrente casi me pongo a llorar de la emoción. Otro es Daniel Fanego; ¿existe alguno con más oficio que Fanego? Mercedes Morán es la mejor actriz del cine argentino. Yo rodé con ella una escena de El ángel, que finalmente no quedó. Pero es algo que guardo como un tesoro: estar cara a cara con Mercedes hablando dentro de un auto... ¿Sabés lo que vale eso?
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