Dick Haymes: el argentino que se casó con Rita Hayworth
En la mañana del 1 de abril de 1816, dos hechos se daban en simultáneo en la ciudad de San Miguel de Tucumán. En la Casa Histórica, los diputados del Congreso analizaban las importunas controversias entre José Rondeau y Martín Miguel de Güemes. A escasos metros de allí, en la Iglesia Matriz, el valiente granadero porteño Mariano Necochea (23 años) y la dama potosina María Dolores Puente (17) llevaban adelante el bautismo de su pequeña, Manuela Benjamina, a quien todos llamaban por su segundo nombre.
El joven teniente se encontraba gozando de una corta licencia, curando las heridas recibidas en la batalla de Sipe-Sipe, en el Alto Perú. Los meses siguientes serían vertiginosos. Luego de la Declaración de la Independencia, Necochea acompañó a Juan Martín de Pueyrredon, como jefe de su escolta, a la reunión que mantuvo con San Martín en la ciudad de Córdoba. De allí, a Mendoza, el Cruce de los Andes y la gloriosa campaña libertadora en donde siguió dando muestras de coraje, además de un romance muy comentado con la mujer de un jefe realista.
Benjamina, la hija del valiente, se casó el 5 de noviembre de 1830 –tenía catorce años– en la iglesia de San Ignacio, en el centro de Buenos Aires. El marido, George Rawdon Haymes, era un estanciero inglés de 30 años, con tierras en El Palmar, Entre Ríos. Allí nacieron los nietos de Mariano Necochea. Entre ellos, Enrique, quien se unió en matrimonio en 1872 con María Concepción Stewart. De sus siete niños, Benjamín es quien sigue el curso de esta historia.
Recopilando: el granadero Necochea, reconocido en la nomenclatura de todo el país, fue padre de Benjamina, abuelo de Enrique y bisabuelo de Benjamín.
El tataranieto del grandero galante
Benjamín Haymes vivió en Buenos Aires y fue un reconocido criador de Aberdeen Angus, junto con su hermano Duncan. Era un hombre de la sociedad, dedicado a sus negocios y la buena vida. Luego de cumplir los 43 años descarriló fulminado de amor por una corista irlandesa de segunda línea que integraba un espectáculo musical en gira por Sudamérica. Tenía 23 años y se llamaba Marguerite Lou Wilson.
Para la joven cantante fue el final de la gira. Marguerite y Benjamín consagraron su matrimonio en Nuestra Señora del Socorro el 6 de agosto de 1917. Vivían en Retiro, en la calle Posadas 1209 (y Libertad), y celebraron la llegada de su único hijo, Ricardo Benjamín Haymes, el 13 de septiembre de 1918 a las 10.45 pm., tataranieto del granadero galante.
El matrimonio marchaba a los tumbos porque Marguerite no lograba encajar en el estereotipo de las porteñas. Él se quejaba de que ella usaba ropa muy colorida, daba sus opiniones en voz alta y no prestaba atención a la crianza del niño.
La señora de Haymes resolvió huir, de su marido y de Buenos Aires. Le escribió a un ex admirador que vivía en Nueva York, implorándole ayuda. Se trataba de un ex militar devenido en banquero, con familia constituida. Para llevar adelante el plan, contó con la ayuda de Carla, la niñera que había contratado. A la casa de la asistente llegó el dinero desde los Estados Unidos. Marguerite llenó una valija con lo primero que encontró a mano, tomó a su hijo de cinco años y se fugó de la casa. Un servicial carrero los acercó hasta el puerto, donde abordaron el carguero de la American Sugar Company, rumbo a Nueva York.
Ricardo Haymes tuvo un hermanito estadounidense, a quien llamaron Bob. El padre de la criatura estuvo presente en el parto: era el banquero que le había enviado el dinero, convertido en amante secretísimo, debido a su elevada posición social. ¿Qué apellido llevaría el vástago? Para evitar murmuraciones, la madre lo anotó como Haymes.
Por supuesto que don Benjamin Haymes, que nunca logró entender cómo su mujer había logrado fugarse junto con su hijo, jamás supo que un hermanito llevaba su apellido. Mientras tanto, el verdadero padre de la criatura los alejó de Nueva York. Les pagó a los tres el viaje y estadía en Río de Janeiro. En tierras cariocas, Marguerite conoció al potentado Ruy Barbosa, iniciaron una relación y él le instaló un local de ropa. La ex corista demostró capacidad en el rubro: cuando vendió el negocio, había multiplicado cinco veces su valor. De la mano de Ruy, las tempestades amainaron y entraron en las calmas aguas de la armonía familiar. Vivían en una casona con todas las comodidades. Los chicos se adaptaron con facilidad al nuevo ambiente.
En 1928, cuando Ricardo había cumplido los diez años, demostró el primer atisbo del gen Necochea. No precisamente el del valor en los campos de batalla, sino el de la conquista. El jovencito se entusiasmó con una carioca de veinte años llamada Lulú, a quien dedicó piropos y galanteos. Era David enfrentando a Goliat, pero el pequeño seductor alcanzó el objetivo un par de semanas después cuando, para sorpresa de todos, la veinteañera rendida le dio un beso cinematográfico delante de todos.
La relación de los mayores se afianzaba y, en el verano europeo de 1929, Ruy Barbosa los llevó a conocer Biarritz. Todo parecía indicar que la vida del tataranieto del general Necochea se alejaría de los altibajos de los primeros años. Pero no fue así. En la ciudad vasco-francesa todos vivían felices y contentos, hasta que una noche la casa se colmó de gritos y discusiones. Marguerite había encontrado a su hermana Gwen, quien había ido a visitarla, y a Ruy en una situación más que incómoda. A la mañana siguiente, Ricardo, Bob y la madre partieron a París y luego a Nueva York.
Los chicos fueron internados en un colegio para pupilos que pagaba el padre banquero de Bob, pero a mitad de año huyeron con la madre, como golondrinas, rumbo al verano francés, más precisamente a Cannes, donde emergió un nuevo pretendiente llamado Víctor. Al finalizar el verano, los chicos regresaron a proseguir sus estudios en Nueva York. Mientras tanto, en la Argentina moría Benjamín Haymes, el marido abandonado.
Renace un seductor
Después de cumplir los 21, Ricardo comenzó a cantar en boliches del verano. Allí surgió su vocación artística y resolvió que triunfaría en Hollywood. Se convirtió en Richard o, más aún, Dick. Desde Nueva York, haciendo dedo, viajó a California. El tataranieto del general Necochea fue doble de riesgo en algunos westerns, terminó rompiéndose una pierna y pasó a trabajar de extra. Al final de los años 30 estaban de moda los musicales, por lo tanto, sumó a su bagaje el canto y así completó las condiciones ideales. Su debut en los Estados Unidos fue cantando "Night and day" al finalizar una función de cine. El público lo ovacionó. En esos años se extendía el uso del micrófono a las presentaciones en vivo, resaltando defectos y virtudes. Dick Haymes, con su impecable voz, potenció su talento.
Joven, atractivo, cantante y seductor, no tardó en sumar conquistas. A fines de 1940 fue contratado para actuar en el hotel Sherman de Chicago. Allí conoció a su colega Edythe Harper, con quien salió un par de fogosas semanas, luego de las cuales ella le anunció que estaba embarazada. Se casaron de inmediato, pero tres meses más tarde, ante la falta de panza y demás síntomas, Edythe confesó que había inventado el embarazo. En agosto de 1941 ya estaban divorciados.
Al mes siguiente, Dick regresaba a Nueva York para cantar en el hotel Lincoln y se topó con una modelo a quien más adelante calificaría como "una de las mujeres más hermosas que jamás haya visto en mi vida". Se llamaba Joanne Letitia LaCock, de 21 años, aunque usaba el apellido artístico Marshall. Se casaron de inmediato, el 21 de septiembre de 1941. Dick contraía matrimonio por segunda vez en menos de un año.
En medio del embarazo, los japoneses atacaron Pearl Harbour y estalló la guerra. Pero el tataranieto del guerrero Necochea no sintió la adrenalina de su antepasado granadero. Sacó a relucir su ciudadanía argentina, además de manifestar el estado de su mujer (el primogénito Richard Ralph, alias Skip, nacería el 24 de julio de 1942). Era un gran momento de su carrera y deseaba mantenerse en la cresta de la ola. Más adelante cambiaría de opinión. Se presentó como voluntario y fue rechazado en dos oportunidades por padecer de hipertensión.
Pero sí participó de un enfrentamiento mediático. La prensa hablaba de la batalla de los barítonos. Eran tiempos en que tres cantantes se disputaban el trono de Bing Crosby: Frank Sinatra, Perry Como y Dick Haymes. Alguna vez nuestro biografiado recordó que en aquel tiempo los tres cantaban en los principales clubes nocturnos de la ciudad. Haymes en La Martinique, Como en The Copacabana (al que todos llamaban The Copa) y Sinatra en el Riobamba (nombre de una de las grandes batallas de la Independencia de Sudamérica, de las pocas en las que Necochea no participó).
Los biógrafos del cantante sostienen que Joanne le apuntaló la carrera. Pasaron a California donde nacería Helen Joanna, alias Pidge (en mayo de 1944) y papá Dick lograría buenos contratos en el cine, ya no como doble de riesgo o extra, sino como protagonista. El éxito les vino tan de golpe a Joanne y Dick, que no supieron cómo sobrellevarlo. Tampoco comprendieron cómo manejar las finanzas. Cada dólar que entraba se gastaba. Además se sumaron las peleas. Joanna quería ser actriz de cine y él no aceptaba que abandonara el rol de madre ama de casa con dedicación exclusiva. Por si eso fuera poco, dos debilidades perdieron a Dick: el alcohol y las mujeres. En ambos casos, con una sonrisa, obtenía lo que se le antojara.
La riña doméstica alcanzó una tregua cuando el marido aceptó que actuara. Ella cambió su apellido por segunda vez, convirtiéndose en Joanne Dru y fue coprotagonista de filmes con Montgomery Clift, John Ford y Burt Lancaster, entre otros. El distanciamiento de la pareja llevó a que el argentino encontrara una gran amiga y confidente (no amante) en la espléndida Maureen O'Hara.
Con el tiempo, las acusaciones de infidelidad ya eran mutuas. Continuaron la relación, un poco a los ponchazos, y en septiembre de 1947 aportaron el tercer chozno del guerrero Necochea: Barbara, alias Nugent. Sin embargo, el fruto del amor no alcanzó a tapar los agujeros.
Para ese tiempo, Dick ya venía afianzando una nueva relación: Nora Eddington, entonces casada con un buen amigo de Haymes, Errol Flynn. En realidad, míster Flynn no parecía muy preocupado por las actividades de su mujer, ya que estaba muy concentrado en otra conquista. Dick y Nora iban a asegurar que se conocieron jugando al tenis en Palm Springs Racquet Club. Sin embargo, había sido bastante tiempo atrás y sin raquetas.
Más adelante, Nora confesaría que Dick la sedujo porque era "muy dulce, muy gentil y muy devoto". Los encuentros no deportivos se multiplicaron y el rumor llegó a Joanne, quien al comienzo se armó de paciencia, esperando que la aventura se terminara de una vez. Sin embargo, la señora de Flynn continuaba instalada en Palm Springs. Por lo tanto, cansada de esta situación, Joanne llamó por teléfono a Nora y sin vueltas le preguntó cuándo pensaba regresar con Errol.
Pero Nora no volvió más. Dick y Joanne se separaron en enero de 1948 y completaron el divorcio en julio de 1949. Nora y Dick alquilaron una lujosa casa en Beverly Hills. En sus jardines, ante setenta invitados, celebraron su casamiento en cuanto firmó los papeles que lo desvinculaban de su ex. Se fueron de luna de miel a Hawai. La felicidad era aparente: el globo se pinchó en septiembre de 1953, cuando de mutuo acuerdo resolvieron separarse. Para ese entonces, había una tercera en discordia, conocida por todos como "la diosa del amor". Se llamaba Rita Hayworth.
La diosa del amor
Todo comenzó en una mañana de marzo de 1953 en que Dick estaba completando las últimas tomas del film All Ashore (Todos en tierra) en los estudios de Columbia Pictures. Por curiosidad, se metió en otro set de filmación y sus pupilas se dilataron cuando vio a Margarita Cansino (es decir, a Rita Hayworth) grabando una parte de La bella del Pacífico. En cuanto pudo, se acercó a saludarla. Se presentó y la invitó a almorzar y a tomar un martini. El desparpajo del actor sacudió a la diva: aceptó la invitación.
En cuanto a los estados civiles, aclaramos que Dick seguía unido a Nora, mientras que Rita terminaba su divorcio de Ali Khan, integrante de una dinastía persa. Durante el almuerzo, en que la seducción flotaba en el aire y ninguno de los dos pensaba en el distanciamiento social, Rita le contó que volaría a Nueva York para el estreno de Salomé. Él porteño le respondió: "¡Yo también voy! Debo ir para verte a vos".
Un paparazzi los inmortalizó subiendo a una limusina en la puerta del Plaza Hotel de Nueva York, a fines de marzo de 1953. Nora se enteró del affaire por la foto y las pocas acciones del matrimonio Haymes cayeron en picada. Pero nada se compara con lo que ocurrió en el mes de mayo, cuando los coqueteos de Rita y Dick rebalsaron las páginas de los chismes y el espectáculo para instalarse en las portadas de los diarios por un hecho insólito. La "diosa del amor" debía viajar a Hawai para grabar escenas de Miss Sadie Thompson y Haymes se fue con la diva. Estaba volviendo a Hawai, donde había pasado la luna de miel con su mujer.
El regreso de Honolulu a Los Ángeles le trajo un problema enorme a Dick. Fue detenido por las autoridades de migración. No en la frontera, sino mientras caminaba por Sunset Street. Se lo acusaba de no contar con la visa correspondiente. Recordemos que durante la Guerra Mundial, él había evitado alistarse alegando que era argentino. Por lo tanto, había que deportarlo. Rita Hayworth se enteró por la pregunta de un periodista. Respondió. "No comments". Nora, en cambio, salió en defensa de su marido.
Según cuenta Ruth Prigozy, en su insuperable biografía sobre el astro (The Life of Dick Haymes), Los Angeles Times publicó que los parientes de Buenos Aires estaban esperanzados y entusiasmados por conocer al cantante. Mientras los tribunales –y la opinión pública– debatían si Haymes (excarcelado bajo fianza) debía ser expulsado de los Estados Unidos o no, Rita Hayworth proclamaba su amor a Dick y su determinación de casarse con él.
Haymes aceleró el trámite de divorcio: se comprometió a entregar a Nora ochenta mil dólares en efectivo y una renta de cien dólares semanales con los que consiguió que ella firmara los papeles a mediados de septiembre. Ese mismo mes, Dick y Rita se casaron en el Salón Dorado del Hotel Sands de Las Vegas. Lejos estuvo de ser el fastuoso casamiento de la diva con el príncipe persa Alí Khan en Niza –quinientos invitados, seiscientas botellas de champán, veintitrés kilos de caviar y una pileta llena con agua, pero de colonia–; sin embargo, a los dos se los veía inmensamente felices.
La noche de bodas fue en el mismo hotel, luego viajaron a Nueva York y por fin se instalaron en Greenwich, algo alejados de la gran ciudad, en una casa que se encargó de alquilarles la madre del galán. Los contratiempos previos parecían haberlos unido: Dick y Rita eran inseparables. La diva canceló obligaciones para acompañarlo en su gira por Alabama, Indiana y Texas. Aceptaron el acoso de los fotógrafos con el objeto de que se conociera lo felices que estaban. Se mostraban profundamente enamorados.
Las revistas del corazón sostenían que Rita se veía feliz porque por fin había encontrado al hombre que la amara, que no la idolatrara, que estuviera pendiente de ella y no boicoteara su carrera. Pero todo esto no ayudó al desenvolvimiento personal y profesional. Tan bien lo pasaban juntos, que descuidaron sus obligaciones laborales.
El manejo del dinero no se encontraba entre sus virtudes. Los asuntos judiciales pusieron de manifiesto el notable retraso en el pago de impuestos. Además, llegaban reclamos de las exmujeres del argentino. Fueron expulsados de la casa de Greenwich por falta de pago y terminaron en un hotel neoyorkino, el Madison, donde vivieron un mini escándalo. En la puerta del hotel esperaban policías para arrestar a Dick por falta de cumplimiento del pago de 33 mil dólares a su primera ex, Johanne Dru. Haymes y Hayworth se atrincheraron en el cuarto y atendieron a los policías, al fiscal, a su abogado y algún periodista, gritando desde atrás de la puerta. Solo la entreabrieron para permitir el ingreso del room service.
A todo esto, el asunto de la expulsión de Dick seguía su curso. Rita fue terminante. Dijo que si deportaban a su marido, ella también se iba del país. Se sentían fuertes cuando estaban juntos. Un día salieron con los hijos de Joanne y Dick. Luego del paseo, incrédulos, encararon al padre: "¿Querés decirnos que ella era Rita Hayworth?". Lo preguntaron varias veces, no podían entender cómo era posible que una mujer tan endiosada en los medios fuera tan simpática y sencilla. Pidge Haymes llegó a decir que jamás tuvo oportunidad de conocer tanto a su padre, como en el tiempo en que estuvo casado con la diva.
La pareja llevaba una rutina complicada, ya que se quedaban tomando en la madrugada y luego dormían hasta las once de la mañana. La relación era ciclotímica. Se amaban, pero tenían feroces discusiones, en privado y en público. Había demasiada violencia verbal. Incluso cometían graves excesos. Por ejemplo, estando borrachos han jugado a la ruleta rusa.
El 31 de mayo de 1955 se resolvió en forma definitiva que Haymes no sería deportado. Al enterarse, la primera declaración del beneficiado fue para su compañera: "Cuando tuve momentos de desazón, ella fue mi entereza y mi coraje". Por su parte, Rita le dijo a la prensa que en ese momento era "la mujer más feliz del mundo".
El martes 23 de agosto de 1955, el cantante hizo su debut de la temporada de dos semanas en el Hotel Ambassador de Los Angeles. Esa noche, Rita se sentó en el ring side. En medio del recital, él anunció que le dedicaba a Rita la próxima canción ("Come rain or come shine"). El foco de luz la iluminó para regocijo del público que no la había reconocido. Varias veces durante la noche Dick le dijo: "Sos maravillosa", y todos aplaudían conmovidos. Sin embargo, en los días posteriores continuaban las borracheras y las peleas absurdas.
Llegaban reclamos de las exmujeres del argentino. Fueron expulsados de la casa de Greenwich por falta de pago y terminaron en un hotel neoyorkino, el Madison, donde vivieron un mini escándalo
El sábado 27, después del recital, discutieron. En medio de gritos y amenazas, él la abofeteó. Esa noche, Rita Hayworth se fue del Ambassador, abandonando a su marido. El conflicto llegó al escenario debido a que en la próxima presentación, Dick volvió a dedicarle "Come rain or come shine" a la ausente Rita, pero esta vez con lágrimas en los ojos. En otro de los recitales dijo: "La amo y sé que me ama". Hasta se lo vio llorando en la mesa de un restó de Santa Mónica.
Pero nada se compara a la noche que, recordando a su amada, decidió tomar un poco de más. Claro que Rita, su fiel compañera de borracheras no estaba. ¿Qué hizo Haymes? Tomó el bol de agua de su perro Brutus y lo llenó de cerveza. Por la mañana, Brutus y Dick se encontraban echados junto al bol vacío, durmiendo la mona, según confesó el primogénito Skip Haymes años más tarde.
A instancias de la señora Hayworth, y luego de dos años de matrimonio, iniciaron el cuarto trámite de divorcio de sus vidas. Ninguno de los dos hizo un reclamo económico. Todo el asunto se terminó el 12 de diciembre de 1955. El 13, ella partió a navegar con nuevo novio; esta vez, un egipcio.
Para ese tiempo, Frank Sinatra estaba casado con Ava Gardner. Se sabe que ambos cantantes iniciaron sus matrimonios con las divas en tiempos complicados de sus vidas. Sin embargo, mientras que la pareja ayudó a que Sinatra creciera y se afianzara, el tataranieto de Necochea jamás se recuperó de aquella experiencia.
Después del matrimonio con la pelirroja más famosa de Hollywood, Dick volvió a casarse en 1958 con la cantante Fran Jeffries, con quien tuvo una hija, Stephanie. Luego, en 1966, divorcio mediante, contrajo matrimonio con la modelo Wendy Smith y nacieron dos hijos más. La carrera de Richard Haymes fue apagándose por su adicción al alcohol. Pero siguió en contacto con el mundo del espectáculo. Stephanie, su hija del penúltimo matrimonio, se casó con Bernie Taupin, creador de "Rocket man", "Your song" y "Don’t let the sun goes down on me", entre otros éxitos que hicieron célebre a Elton John.
Dick Haymes murió el 28 de marzo de 1980 en Los Ángeles. Esa noche, el cantante Mel Torné se presentaba en el Carnegie Hall, en Nueva York. Salió a escena y dijo que solo interpretaría baladas porque ese día el mundo había perdido un gran baladista. Un respetuoso y largo aplauso de pie fue el homenaje del público a Dick James, nacido en 1918, en Buenos Aires.
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