Diario de viaje de una caminata de 114 km y 5 días por la campiña gallega, entre bosques de robles y castaños, y parcelas sembradas de cebollas, patatas y berzas. De pueblo en pueblo, por el campo y durmiendo en albergues como lo hacían los peregrinos medievales.
Porque ya crié a mis hijos y es la primera vez que tengo tiempo para mí. Porque me enamoré de otro hombre y estoy casada, y necesito pensar. Porque cumplo cuarenta años y quiero pasarlo haciendo algo que me gusta. Porque llevo las cenizas de mi padre, que no lo pudo terminar.Porque hice una promesa. Porque mi ex mujer no me deja ver a mi hija, y quiero que este esfuerzo sirva para que cambie de opinión. Camino por la paz. Porque quiero meditar sobre mi vida.Porque estoy tratando de entender la fe de mi mujer y mi hija.
Eso responden los caminantes cuando les pregunto por qué lo hacen. Por qué caminan cien, doscientos y, a veces, más de setecientos kilómetros hasta Santiago de Compostela. Me incorporo en el camino como quien entra en algo que está en marcha. En este caso, desde hace siglos. Vengo fresca y me cruzo gente ampollada, medio renga que camina hace un mes.
Desde la Edad Media, las peregrinaciones son una forma de conexión con lo sagrado. Poner un pie delante del otro puede encender motores espirituales, religiosos, políticos. El Camino de Santiago es una ruta de peregrinación del siglo IX.
Antiguamente, los tres itinerarios principales del mundo cristiano eran Jerusalén, para pisar el suelo que había pisado Cristo y ver su sepulcro vacío; Roma, donde están los restos de san Pedro y san Pablo, y Santiago de Compostela donde, según la creencia, está la tumba del Apóstol Santiago, St. Jaques en inglés. Se caminaba desde varias zonas de Europa, por eso no es una ruta sino varias, y había hospitales y albergues para que pararan los peregrinos. Hasta hubo una guía del peregrino, una de las primeras guías de viaje del mundo, escrita, se cree, por el clérigo Aymeric Picaud. Son cinco libros y el quinto Liber Peregrinationis, cuenta de los distintos caminos a Santiago. Es un pergamino manuscrito con consejos, advertencias, nombres, buenos y malos ríos, anécdotas, reflexiones y pueblos para visitar en la ruta.
"[…] Por estellá pasa el Ega, de agua dulce, sana y extraordinaria. Por la villa denominada Los Arcos Discurre una corriente de agua mortífera, y después de Los Arcos, junto al primer hospital, es decir, entre Los Arcos y el mismo hospital, pasa a una corriente de agua mortífera para las caballerías y los hombres que la beben. Por la localidad llamada Torres, en territorio navarro, pasa un río mortífero para los animales y las personas que lo beben. A continuación, por la localidad llamada Cuevas, corre un río que es también mortífero […]".
El peregrino viajaba con morral de piel de animal, el bordón como se llama al bastón largo con punta de metal que lo ayuda a caminar o a defenderse, sombrero de ala ancha de donde cuelga la concha que se utilizaba para tomar agua, túnica y capa. A través de los años, las guerras europeas y las pestes, el Camino se dejó de hacer durante mucho tiempo. Ya en esta época, exactamente después del Jacobeo de 1993 –Año Santo que ocurre cada 6-5-6-11 años, cuando el 25 de julio cae domingo–, se puso en valor esa vieja ruta y en la actualidad es uno de los productos turísticos más exitosos de España.
En 2018, 327.378 personas hicieron el Camino de Santiago. El número crece cada año, y se internacionaliza: hay peregrinos de más de cien países. Después de los best sellers de la coreana Kim Hyo, aumentaron los viajeros coreanos, budistas, la mayoría. Son tan fanáticos que están haciendo un Camino de Santiago en Corea para los que no pueden viajar a España.
El número de personas que hacen el camino crece cada año, y se internacionaliza: hay peregrinos de más de cien países.
Igual que los que fueron al Colegio Nacional Buenos Aires se refieren al Colegio como si fuera el único del mundo, los que hicieron el Camino de Santiago hablan del Camino como si fuera el único camino. ¿Hiciste El Camino? ¿Vas a hacer El Camino? ¿Estás haciendo El Camino?
Hasta ahora ninguno de los caminantes con los que hablé es católico, más bien me cruzo con gente en búsquedas personales, en momentos especiales de la vida, sin distinción de religión. El deseo de caminar tiene que ver con la perspectiva que se alcanza al caminar, incluso me recordó a eso que dijo el cineasta Werner Herzog sobre crear una escuela de cine solo para directores que hayan caminado mil kilómetros. Se dice que el Camino empieza cuando uno sale de su casa, sea en Buenos Aires o en Inglaterra. El tercer día de viaje conozco a Keith, que empezó a caminar cuando cumplió los setenta. Salió desde su casa, en Gales, hace 77 días. El canal, lo cruzó en ferry, el resto a pie.
También conoceré a un dentista que viene caminando desde Suiza con su perra y a un brasileño que anda desde Roma. A veces se camina al costado de la ruta; otras, por bosques de robles. Se cruzan pueblos, ciudades, y también hay senderos en el medio del campo. Según el tiempo, las ganas y el estado físico uno decide cuánto caminar. Cada uno marcha a su ritmo, cada ocho o diez kilómetros hay algún albergue. En general, se hacen entre veinte y veinticinco kilómetros por día. Unas siete a ocho horas de caminata.
El Camino se puede recorrer a pie, la forma más extendida, y también en bicicleta –bicigrinos, les dicen– y a caballo. En cada pueblo hay albergues. Primero, el oficial, que es el Albergue de la Xunta de Galicia o de cada comunidad autónoma, y después otros similares en precio y calidad. Se duerme en cuartos para varios: puede haber seis camas o veinte. Los restaurantes de los pueblos tienen menús del peregrino, que son baratos y abundantes.
El trayecto más famoso es el Camino Francés, el que hizo Paulo Coelho para escribir El Peregrino, y Martin Sheen en la película The Way. Comienza en Saint Jean Pied de Port, en Francia y recorre Navarra y Galicia hasta Santiago: 763 kilómetros, alrededor de un mes de camino. Sarria es el pueblo desde donde arranca la mayoría de los caminantes: 114 kilómetros hasta Santiago. A continuación impresiones y encuentros de los días en el camino.
DÍA 1/ SARRIA- PORTOMARÍN
La dueña del albergue conversa con el sacristán, de cuarenta largos, chupines negros y camisa leñadora. Flaco, alto, con voz de fumador, tiene pinta de cantante. Y canta, sí, en el coro de la iglesia. También sella credenciales a los peregrinos.
Cada peregrino tiene una especie de pasaporte que se puede sellar en las iglesias de los pueblos y en los albergues. Sirve como constancia de que uno pasó por ahí y para obtener la Compostela, un certificado del camino. Antes eran necesario ser católico para obtenerla, ahora basta con el motivo: "actitud de búsqueda".
Al sacristán le gusta sellar credenciales y que le hagan muchas preguntas porque así se siente en una oficina de turismo. Pero lo que más le gusta es andar en bicicleta por los bosquecitos de castaños en los alrededores del pueblo. Su madre se preocupa mucho cuando sale. "No te metas tan adentro del bosque, mira si te pasa algo y no hay nadie para rescatarte". "Mira si se quema el bosque y te culpan a ti". El sacristán la escucha pero no le hace caso.
Todavía no son las ocho cuando arranco el camino. La mañana está nítida, el sol no llegó a las calles medievales y vacías. Soy de las últimas en salir, los peregrinos se acuestan y se levantan tempranísimo.
–Si hoy llegas a Portomarín, vas a hacer lo mismo, ya verás.
Eso me dijo la dueña del hotel mientras sonreía pícara, como si supiera algo que yo todavía no. Después de dos subidas, Sarria queda atrás. Se despliega el campo verde, con cultivos de berzas, patatas y maíz. También veo los bosques de robles y castaños por donde andará en bici el sacristán. Queda algo de rocío y la naturaleza está perfumada. El tipo de bosques donde uno se imagina que viven los duendes.
Cruzo una vía y sin darme cuenta camino con Keith, que viene desde Gales. Está tostado, con la barba blanca. Dice que al llegar a su casa se afeitará porque es la boda de su hija. No, antes no, o su mujer pensará que se fue a una playa del Caribe. Jaja. También conozco a Albert, un catalán que camina con su sobrino Oriol, de ocho años. Me cuenta que es su décima vez en el camino, le pregunto si lo hacía por motivos religiosos. Primero suelta y una carcajada y luego:
–¡Qué va, tía, gastronómicos! Acá consigues el mejor pulpo de toda España, y el más barato.
Es lindo verlos de atrás: uno grandote y fuerte y el otro pequeño y finito. Me gusta caminar con los hijos de mi pareja y que me pregunten de todo, lo que sea, desde si sé jugar fortnite hasta qué quiere decir pago exacto o si existe un solo universo. Caminar con chicos es volver a hacerse preguntas existenciales. Y es caminar con cuidado y de la mano.
Cuando llego a Portomarín entiendo las palabras de la dueña del hotel. Duelen tanto los pies, solo quiero sentarme, más que comer. Qué sentarme, acostarme y apenas son las tres de la tarde. Portomarín está a orillas del Miño. Después de dejar las cosas en el hotel y bañarme busco una bajada al río para hundir los pies en agua fría. Me acompaña Jean Baptiste, un francés con buen ritmo para caminar. Vive en Madrid, pero como no encuentra trabajo aceptó ser maestro en las Islas Reunión, un protectorado francés en el Océano Índico. Se va ni bien termine el camino. Su novia vietnamita no está muy contenta con la decisión porque ella sí tiene trabajo en Madrid y no lo puede dejar. Según el plan seguirán su historia a la distancia. El camino es una fuente de historias. Portomarín tiene 1.400 habitantes y trece bares. Este pueblo le debe todo al camino, me dice el encargado de un bar mientras escuchamos a Elvis. También tiene una iglesia románica de San Nicolás, una plaza, la Fiesta del Aguardiente y el río Miño.
A pesar de estar abajo del agua helada, los pies me latían como si el corazón hubiera migrado hasta allá abajo. Los pies del peregrino sufren y con los días se ven lacerados como los pies de un faquir. El ritual de lavado de pies desde la época bíblica tiene que ver con la humildad, Jesús hizo el trabajo de los siervos al lavárselos a sus discípulos y también limpieza espiritual más que física. El lavado de los pies purifica. Aquí nadie nos lava los pies, ni siquiera nosotros porque no tenemos fuerza. El Miño los refresca.
Jean Baptiste camina hace varios días. Dice que más atrás es posible hacer una o dos etapas sin cruzarte con nadie. Desde que salgo ente todo el tiempo, en grupos y en solitario. Siempre hay personas a la vista, debe ser por la época, justo antes del verano.
Después del baño de pies comemos pulpo con Albariño, una cepa blanca de la Galicia. Tengo tanto hambre que ningún otro pulpo podría ser mejor que este. Al caminar en compañía cobra fuerza la comunión, la exposición no sólo al clima si no al otro, y eso tiene que ver con la esencia de los peregrinos, que viajan abiertos a compartir, a dar, a recibir.
DÍA 2/ PORTOMARÍN- PALAS DE REI
Me despierta el ir y venir de otros. Los preparativos de la salida: vestirse, lavarse los dientes, calzarse, ordenar la mochila. Son las seis de la mañana. Jean Baptiste está apurado, quiere partir sin comer, le pido que siga. Nos despedimos con un abrazo.
El camino está lleno de encuentros y despedidas, como la vida. Nunca sabés si te volverás a ver, por eso también está lleno de abrazos. Menos mal que comí una bocata (sándwich) porque en los ocho kilómetros siguientes no hay nada. Bosques, camino, soledad.
El escritor inglés William Hazlitt, que vivió entre 1778 y 1830 y escribió De las excursiones a pie, un ensayo sobre caminar, me felicitaría. "No puedo ver el encanto de pasear y charlar al mismo tiempo. Cuando estoy en el campo, deseo vegetar como las plantas. […] Salgo de la ciudad con el objetivo de olvidarla, así como todo cuanto esta contiene. […] Me gusta la soledad, cuando me entrego a ella, por sí misma; no requiero un amigo en mi retiro, a quien pueda susurrar: la soledad es dulce".
La mañana se despereza y hay poca luz adentro del bosque. En una curva encuentro a Txus Navas, una catalana que mañana cumplirá cuarenta años. Me dice que lo quería celebrar con algo especial, "sabes, algo para mí", por eso vino al camino. Si se lo decían hace cinco años no lo hubiera imaginado. Pero desde que se separó, hace cuatro, empezó a caminar y le gusta. Txus es exagerada y divertida, se nota que tiene sangre andaluza.
–Yo no soy católica, pero cuando entro a una iglesia prendo una vela. En la de Portomarín por un euro se prendieron doce y ¡ostras! yo pedí bastante, y también dejé que pidieran los que estaban cerca.
Caminando por una arboleda de eucaliptos me cuenta que los primeros días le dio por llorar.
–Iba caminando y me decía: Venga Txus, llora que no viene nadie.
Me cruzo con muchas mujeres que van solas, como yo. Por lo bajo ya escuché que le dicen el Camino de Santiaga.
Paramos en Gonzar, un bar de bocadillos, omelettes, café. Nos encontramos todos: Albert y su sobrino Oriol, Txus, Jean Baptiste y también Isabel y su hijo de dieciocho, Miguel. En esta parada se forma una familia: cada vez que nos crucemos nos contaremos impresiones, alegrías y cansancio, nos presentaremos a los nuevos amigos. Hasta habrá discusiones, secretos y cumpleaños a los que no se debe faltar. Sin los otros no hay camino, eso dicen.
Se largó el catálogo de las ampollas, miles, si se sumaran las de todos los que caminamos. En las habitaciones hay carteles que piden "por higiene" no curarlas sobre las camas. Algunos tienen kits especiales con vendas y curitas de última generación. Los que no dan más mandan las mochilas en taxi hasta el próximo pueblo por dos o tres euros. Cuanto más liviana la carga más radiante el camino.
Duermo con sábanas descartables en una habitación de veinte camas marineras y colchones azules. Me toca la de arriba. En la de abajo, una canadiense de setenta y tres años que ronca suave. Menos mal.
DÍA 3/ PALAS DE REI – MELIDE – RIBADISO
Camino por un túnel de retamas amarillas. Después llega el bosque húmedo, con musgos y helechos. Camino con tres estudiantes de medicina, tan cansados como si hubieran rendido Histología ayer. Ninguno habla. Pasamos tres subidas fuertes y todavía faltan dos horas para el próximo pueblo.
Este día es muy largo, por eso algunos lo dividen en dos y duermen en Melide. Otros, hacen casi treinta kilómetros y siguen hasta Arzúa. Me cuesta decidirme. Llego a Melide para el almuerzo. Cerca del restaurante donde almorzamos me cruzo con dos marplatenses que hacen el camino en bicicleta "para que al papa Francisco le vaya bien".
Porque llevo las cenizas de mi padre, que no lo pudo terminar. Porque mi ex mujer no me deja ver a mi hija, y quiero que este esfuerzo sirva para que cambie de opinión. Camino por la paz. Porque quiero meditar sobre mi vida, son algunos de los motivos por los que los peregrinos emprenden su viaje.
Durante el almuerzo celebramos los cuarenta años de Txus. Somos diez, cantamos y se une todo el restaurante. Tengo la sensación de conocerla hace mucho aunque apenas van dos días. Después de comer decido que no me quedaré en Melide, todavía es temprano y tengo energía. Me despedo del resto con la frase que usan todos: ¡Buen camino!
Camino varias horas sola por un bosque de castaños. Veo hongos, musgos, campanillas y aljabas fucsias en flor, y mi sombra sobre la tierra. Paso por pueblos donde todavía se usa el hórreo para guardar el maíz. Un silo con forma de casa elevada. Hórreos de madera, pequeños, como si fueran de juguete. En los pueblos viven campesinos, la mayoría muy viejos. En el camino cruzo unas palabras con una mujer de unos setenta vestida de Rosa de la tiara de la cabeza hasta las medias. Cuando nos despedimos le pregunto el nombre y responde que a ver si adivino. Lo primero que digo es Rosa y ella se ilumina y me abraza como si le hubiera revelado el sentido de la vida.
Se supone que quien no duerme en Melide, se queda en Arzúa. No escuché nada sobre Ribadiso. Lo encuentro después de cruzar un puente del siglo XII sobre el río donde varios peregrinos se bañan. Esa primera impresión de cuadro impresionista basta para querer dormir en ese caserío. Paso la tarde con los pies en el río.
Al lado del viejo puente de Ribadiso hay un albergue de piedras que fue un antiguo hospital de peregrinos. Como un guiso de lentejas en el restaurante de al lado y se sienta en mi mesa Tim, el bróker de finanzas de Vancouver que viene desde Saint Jean Pied de Port, a unos 650 kilómetros, en la frontera con Francia. Salió un mes atrás y está tan bronceado como cansado. Las tardes en los albergues huelen a bálsamo de tigre. La gente se hace masajes en los pies, se pasan pelotitas de tenis, sufren y están contentos. ¿Qué lleva a alguien a caminar con peso en la espalda durante seis horas al día durante un mes.
DÍA 4/ RIBADISO – ARCA O PINO
Antes de las siete ya se fueron ido todos. Quedaba un pelado en la cucheta del fondo, hablamos unos minutos mientras ordenaba mis cosas. En un momento me di vuelta y estaba parado de cabeza, yoga matinal. Pero seguía hablando. Verlo así sin desayunar me mareó, así que mejor me voy a tomar un café.
En una parada de media mañana, le hago un comentario a un chico de veintipico, delgado, de piel oscura, parecía árabe. Me mira, sonríe y no responde. Hace una seña e interpreto que es mudo. Ahí nomás cruzo a un andaluz que hace el camino a caballo y a un pelotón de cinco que vienen en bicicleta. Una pregunta o dos preguntas y te cuentan media vida.
Elaine tiene ochenta; viaja con su hija y su nieto de catorce que camina escuchando Red Hot Chilly Peppers. Las piernas de Elaine son flacas como palitos chinos y se ayuda con bastones de trekking. Es tan ágil que impresiona. Vive siete meses en Nueva York y el resto en las montañas.
–Claro que esquío. Solo que en la última consulta el doctor me pidió que no usara más pistas negras (las más difíciles) –dice ofuscada.
A la noche, en el albergue, me vuelvo a cruzar con el árabe, y hablamos. No es un milagro, me cuenta que hizo un voto de silencio, por eso no pudo responder a la mañana. Vino con su curso, preparan una tesis sobre el camino para una universidad de Estados Unidos. Es musulmán y se llama Mohamed.
Día 5/ ARCA O PINO – MONTE DE GOZO
Caminar para adelante se parece a caminar para adentro. Eso me dijo Jean Baptiste en algún momento de la charla. También se parece un poco a meditar.
Hoy salí tan temprano que no había bares abiertos para desayunar. Menos mal que tengo unas cerezas que me regalaron ayer María Jesús y Antonio, dos hermanos gallegos que invitaron a pasar a su huerta. Camino sola por el bosque que huele a tierra porque todavía es temprano. Los mojones en los kilómetros siguen bajando, cada vez falta menos.
No hago este camino por motivos religiosos, pero igual tengo mi credencial de peregrino y la sello cuando puedo. En un camino cerrado y oscuro de tantos árboles encontré a un hombre con una bicicleta al lado, rodeado por un grupo de personas. Pone sellos de lacre en las credenciales y cuenta su historia. A los ocho años tuvo un accidente de tren y se quedó sin dedos en un pie.
–Así no podía ser no olímpico y ni paraolímpico, entonces me amputé una pierna y ahora ando en bici mejor que cualquiera de ustedes.
Llego temprano al albergue, antes del mediodía. Quedan cinco kilómetros para Santiago pero tengo ganas de llegar a la meta muy temprano, para ver la Plaza de Obradoiro vacía (a la tarde se llena de gente). Entonces me quedo en el último albergue hasta el otro día.
Día 6 - SANTIAGO
Salgo al amanecer con Sabine, una escultora alemana que se parece a Juliette Binoche. Está casada hace veinte años y se enamoró de otro hombre. Hace el camino para pensar cómo seguir. Hoy es su último día y ya tomó una decisión pero no dice cuál.
Entramos juntas en la Plaza de Obradoiro, que está vacía. Más tarde llegarán cientos de peregrinos, como todos los días. Se acostarán en los adoquines para ver la enorme Catedral. Pero todavía es temprano. Hay un ciclista solitario y dos coreanas que vi hace unos días. Una le saca fotos a la otra, que sostiene la foto de una pareja mayor y una cajita de té Lipton amarilla, de metal. Adentro están las cenizas de su padre, las dejará en Finisterre, el punto más occidental de España, y para muchos el final del camino. Sus padres hicieron parte del camino hace unos años y querían terminarlo este año, pero él se enfermó y murió.
–Por eso yo vine a terminarlo –dice llorando despacito, como para no molestar.
En la plaza uno tiene la sensación de haber llegado a la meta. Dan ganas de saltar y de suspirar. También de sacar fotos. Unas horas más tarde, sin planificarlo, de casualidad (seguro que Paulo Coelho diría que no fue casualidad) encontré a Txus, Albert y Oriol (Jean Baptiste viajó en el tren de la mañana porque en dos días vuela a las Islas Reunión) en una puerta de la Catedral. Nos abrazamos como si fuéramos familia. Porque conocemos nuestras heridas y este viaje es una forma amorosa de zurcirlas. Se camina para sanar y para crear lazos. Se agranda la familia sin sangre.
Si pensás hacer el camino...
CÓMO LLEGAR
El tren de alta velocidad, es una muy buena opción para viajar entre distintas ciudades de Galicia, y también entre Madrid y Santiago de Compostela. Tarda cinco horas.
CUÁNDO IR
Además del momento personal, hay dos buenas épocas para hacer el camino sin excesivo frío ni calor ni gente. La primera es en junio, antes de las vacaciones europeas. Los bosques están resplandecientes y está lleno de flores y frutos. Primavera. En julio y agosto, hay demasiada gente, es difícil conseguir lugar en los albergues y el clima es pesado para caminar. Hay chicos de las escuelas y turistas de vacaciones. Otro buen momento es septiembre, quizás puede haber lluvias, pero seguro menos peregrinos.
ANTES DE PARTIR
Credencial
El que quiera obtener la Compostela, el certificado oficial de haber caminado, necesita comprar una Credencial (€ 3) que funciona como pasaporte y hay que sellar en albergues y hoteles para que se constate el paso por ahí. Los sellos son gratuitos y con dos por día basta (tienen que tener la fecha). La Credencial se consigue en la parroquia donde se inicia el camino. Si alguien no la llegara a conseguir, puede colocar los sellos en un diario de viaje y también servirá.
Al terminar el camino, se muestra esa Credencial en la Oficina del Peregrino de Santiago de Compostela y se puede obtener la Compostela. Es necesario haber caminado como mínimo 100 kilómetros; los que viajan en bici, 200.
Desde hace algunos meses también se expide un certificado de distancia.
La mochila
Si uno camina un mes llevará más cosas que si camina una semana, pero en todos los casos, cuanto más liviana mejor. En los albergues se puede lavar la ropa cada tarde, a mano o a máquina. También están las toallas de microfibra que no pesan nada y se secan rapidísimo. Ideales para hacer el camino.
Los símbolos
Antiguamente, el peregrino llevaba una concha para tomar agua en las fuentes y ríos, un bastón, la cruz de Santiago (como una espada con tres flores de lis), y una piedra de azabache como talismán.
Flecha amarilla
En general, el camino es claro y no hay dudas sobre la dirección, por lo menos en los tramos más transitados. Pero si llegara a haberlas, hay que estar atentos a lo que marca una flecha amarilla que suele estar pintada en piedras o mojones.
DÓNDE COMER Y DORMIR
Los albergues cuestan entre € 6 y € 12 por cama, en cuarto compartido con baños afuera. Las instalaciones suelen ser muy buenas. El precio incluye sábanas descartables y mantas. Los que cuestan seis son los albergues estatales, de la Xunta de Galicia, los primeros en completarse, conviene reservar.
La mayoría de los albergues tienen un restaurante en el mismo predio o al lado. Si el pueblo es más grande, hay otras opciones. En general el Menú del Peregrino cuesta entre € 8 y € 10 y consta de entrada, plato principal y postre o bebida (agua o copa de vino). Se come pulpo, pescado, pastas, y si hace frío, también hay muy buenas sopas.
SARRIA
Durmiñento. Calle Mayor 44. T: 00 34 982 531 099.
Monasterio de la Magdalena. Avenida de la Merced 60. T: 00 34 982 533 568.
Albergue de la Xunta de Galicia. Calle Mayor, Sarria. Muy lindo, en el casco antiguo. Habitaciones amplias, 40 camas.
PORTOMARÍN
O Mirador. Rua do Pelegrin 27. T: 00 34 982 545 323. Además del albergue, el restaurante de arriba está muy bien, con linda vista al río Miño. Imperdible, la sopa de grelos. También hay angulas, pulpo y pescados.
PALAS DE REI
El Mesón de Benito. Rua da Paz s/n. T: 00 34 636 834 065. Albergue con cien camas. Los cuartos son grandes, tienen alrededor de veinte camas. Las instalaciones, muy buenas y limpias. Hay máquinas de lavar y computadoras. Tiene restaurante.
MELIDE
Albergue O Cruceiro. Ronda de La Coruña 12. T: 00 34 616 764 896.
RIBADISO
Albergue de Ribadiso da Baixo. El albergue está a la vera del río Iso. Tiene 70 camas en varios pabellones y también sitio para camping. Las duchas están lejos de los cuartos, pero muy buena infraestructura. Al lado hay un mesón restaurante, que también ofrece habitaciones.
ARCA DO PINO
Porta de Santiago. En el centro del pueblo. T: 00 34 98 511 103. Muy buenas instalaciones, todo nuevo y limpio. Habitaciones amplias y locker para guardar el equipaje.
TAXI
Es útil saber que se hacen transportes de mochilas entre un pueblo y otro por unos pocos euros. Mochila expres. T: 00 34 627 435 778. transmochilavillanueva@gmail.com
Para madrugadores
Los diez primeros peregrinos que llegan, cada día, a Santiago de Compostela pueden desayunar gratis en el espectacular Parador de los Reyes Católicos. Vale el madrugón.
EN SANTIAGO
DÓNDE DORMIR
Albergue Seminario Menor. Av. Quiroga Palacios s/n. T: 00 34 881 031 768.
Parador de los Reyes Católicos. Plaza do Obradoiro. T: 00 34 981 582 200. Dobles con desayuno, desde € 180.
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