Esta semana los paisanos de todo el país se reúnen en los distintos pagos para celebrar las costumbres camperas y mostrar la extraordinaria sencillez de sus atuendos.
El Día de la Tradición se celebra el 10 de noviembre desde hace 80 años en homenaje al nacimiento de José Hernández (1834-1886), autor de "El gaucho Martín Fierro".
Los festejos terminan en San Antonio de Areco, el pueblo bonaerense considerado "cuna de la tradición " gauchesca, donde casi tres mil paisanos y paisanas desfilan por las calles del pueblo con sus caballos, cuchillos y recados.
Consultados por LA NACION, dos referentes de la tradición campera de la llanura pampeana, como Adolfo "Chacho" Güiraldes y María Angélica "Kika" Heredia explican la manera en la que los herederos del gaucho argentino se visten para la ocasión más importante del año.
Ante todo, sencillez
"La vestimenta del paisano y la paisana de la llanura pampeana se distingue por la sobriedad", cuenta Kika, 83 años, maestra rural jubilada de Villa Lía. "Aún el estanciero, siempre se vistió sobrio. Desde siempre se valoró eso en la forma de vestirse, pero en los desfiles a veces no se ve".
"Todos los paisanos del país guardan la misma filosofía. Lo escuchás en la música. Las letras hablan de las mismas cosas. El paisano es generoso y hospitalario, pero se viste distinto de acuerdo al medio donde vive", explica Adolfo Güiraldes, sobrino nieto de Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra, e hijo de Adolfo José, el protagonista de la película del mismo nombre.
"Hasta hace veinte años, uno veía un paisano y no necesitaba preguntarle de dónde venía. Su ropa lo identificaba", recuerda Chacho.
La identidad del paisano de la llanura pampeana, cuenta Güiraldes, se fue delimitando entre "el sur de Córdoba y Santa Fe, parte de San Luis, noreste de La Pampa y toda la Provincia de Buenos Aires. Los límites del gaucho eran las montañas, la costa y el indio".
"El paisano es el heredero del gaucho, y el gaucho es descendiente del trabajador de las primeras vaquerías y la primitiva industria del cuero. ¿Cómo se vestía? Con lo que tenía a mano, con lo que le servía para el trabajo en el campo".
"En el Norte, el gaucho usa guardamonte para protegerse de los montes de espinales, y acá, no lo necesitamos. En Tucumán, por ejemplo, el lazo se tira igual, pero es distinto: el nuestro tiene una argolla, para que corra más".
"La paisana de la llanura solo resalta por su sencillez, el vestido no tiene colores fuertes ni flores grandes, tampoco usa accesorios vistosos", cuenta Kika.
Para los tradicionalistas está mal visto llamarle "china" a la paisana, aclaran Kika y Chacho. Al contrario de lo que podría creerse en la ciudad, "la china" no es la compañera del gaucho, en todo caso lo es del indio. O, también, una mujer forzada a satisfacer los menesteres de la campaña.
"Jamás un paisano se va a parar haciéndose el compadrito", avisa Chacho: "Una de las condiciones para poder identificar a un gaucho es que jamás se va a llamar así mismo ´gaucho´."
"Quien se auto titula así seguramente no lo sea. El gaucho y su heredero, el paisano, no grita ni canta fuerte. Habla bajo y pausado, como declarando un amor".
Chacho dice que la figura del gaucho "es nuestro ser nacional" y que a los argentinos se nos distingue fuera del país "porque no existe una identidad parecida en todo el mundo".
Incluso tiene muy poco que ver con el cowboy estadounidense, remarca: "El gaucho le da ventaja al animal y realiza un tiro de lazo lejos, con mucho brazo; en cambio, el cowboy usa el lazo corto, se acerca al animal todo lo que puede, lo hace más simple. Además, si el paisano tiene que pelear, lo hace con cuchillo. El cowboy con un revólver".
El tema del cuchillo merece un capítulo aparte. "El paisano emplea cuchillo o cuchilla de acuerdo al trabajo que está realizando, y cuando no está en una fiesta –cuenta el Chacho–, suele portar un verijero, como una herramienta, jamás como un arma".
En el pago bonaerense de San Antonio de Areco está permitido que los paisanos puedan andar con el cuchillo en la cintura todo el año.
El ABC de la vestimenta
La paisana
Zapatos: Usa chatitas o zapatos con una tirita tipo escolar, con taquito y colores naturales o rayas muy finitas. Nunca tacos altos. También puede llevar alpargatas con suela de yute con o sin cordones.
El vestido: Entero, más bien angosto y a media pierna "porque largo, como en las ciudades, sería incómodo". El género es el algodón, nada de seda ni broderie. El estampado es discreto: lunares pequeños, colores simples, ni flores grandes, ni grandes escotes.
Pelo: Recogido; rodete, una o dos trenzas.
Accesorios: Pulsera tipo esclava, alianza, aro criollo (redondo como la sortija) o perla: "Siempre dentro de lo más discreto, nada llamativo".
Maquillaje: Un poco para las pestañas o, como "en la época de mi abuela (cuenta Kika, en 1890): las paisanas se pintaban los cachetes con el juguito de una planta, la flor de las buenas noches".
El paisano
Bota: La tradicional es la de cuero de potro, se usa para jinetear o para trabajar en el campo, es una bota alta y no acordonada.
Alpargata: La clásica es la de suela de yute (cáñamo) con tela de grafa pero hay versiones con cuero y suelas de goma.
Poncho: Liso, de colores neutros, no es llamativo "como el de los indios para distinguir jerarquías", cuenta Kika.
"En sus viajes, ´resereadas´ y demás, el gaucho dormía en el campo, tendido sobre su recado y tapado por su poncho –cuenta Güiraldes–: Como la rastra y el tirador, son parte de su riqueza y de sus lujos".
La bombacha: No es ni demasiado ancha ni se usa con el botón de la botamanga desprendido. "Por más que esté de alpargatas, el botón va prendido", aclara Chacho.
Faja: Puede dar tres o cuatro vueltas a la cintura, y se aprieta dándole con fuerza para que no se caiga la bombacha. En algún momento se usó chiripá, hoy no se usa.
Cinturón: El centro se llama rastra y tiene, casi siempre, 6 costillas; en la punta de esas costillas hay monedas o hebillas, tres para un lado y tres para el otro, y van prendidas al tirador por arriba de la faja.
Sombrero: Es de ala corta "salvo en el Norte, que se usa con ala larga, para que haga sombra", dice Chacho. Antes se usaba el sombrero panza de burro, confeccionado con el cuero de la panza de ese animal. Hoy son "pelo de liebre".
Boina: Vino con los primeros inmigrantes vascos. La inclinación es a gusto personal, antiguamente era raro que vaya toda para atrás, o sea muy grande, como ahora. El color solía identificar filiación política.
Camisa: Tiene bolsillos con tapa para guardar el yesquero (encendedor) y el tabaco. Es de manga larga y sin cuello (cuello mao) para que vaya el pañuelo.
Pañuelo: Suelen tener una medida de hasta 90 x 90 cm y se enrollan "lo más finito" que se pueda. Puede ir abierto y tendido, queda como una V en la espalda. La "prendedura" (el nudo) es como la del moño. Evita que el sol queme el cuello y, también, como la boina, identificaba el signo político. En la paisana es liso, generalmente celeste o blanco.
Saco: Como la camisa, tampoco tiene cuello y se prenden solo los dos botones de arriba para ponerse el pañuelo, muy parecido a la chaqueta española. Tiene cuatro bolsillos a la vista.
El cuchillo: No es un facón de tamaño exagerado sino un cuchillo con cabo de asta de ciervo, de hueso o madera. Si tiene incrustaciones de plata y oro "son solo detalles pequeños" y, como los que tienen cabo con cuero trenzado, se usan en las fiestas. Cuando el paisano está montando, el cuchillo va en la parte de atrás de la cintura.
Recado: Es el conjunto de las piezas que componen la silla de montar el caballo. "Compuesto por sudadera, mandil, matra y carona", cuenta Chacho: "Hasta esa parte son todos iguales, luego algunos utilizaban lomillo y la mayoría, bastos". Y luego "encimera", "cojinillo", "sobrepuesto" y "pegual" (antiguamente cinchón).
Lazo: Va prendido al recado del lado derecho del jinete. "Los paisanos hablan de ´lados del caballo´ que son el lado de montar (izquierda) y el lado del lazo (derecha). Los lazos son trenzados o torcidos, de entre 8 y 12 brazadas, más finos o más gruesos según para qué se utilizan", enseña Chacho.
Boleadoras: "Las bolas no se usan para revolear en un baile, sino para atrapar un ñandú o un potro en el campo", aclara Kika. Son un elemento de trabajo y, como el lazo, también van prendidas en el recado. "Hay dos clases de bolas –cuenta Chacho–: las de potros y las de avestruz, que son más chicas y un poco más pesadas, pero las dos tienen la misma medida".
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