Diseñadora industrial y con una maestría en Gestión de la Sostenibilidad, creó una empresa social que ayuda a individuos, organizaciones y gobiernos a evitar el uso del plástico de un solo uso; con el respaldo de National Geographic, también educa a adolescentes de toda la región latinoamericana
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Agustina Besada es una empresaria argentina y exploradora de National Geographic preocupada por la sustentabilidad. Se formó como diseñadora industrial en la Universidad de Palermo y tiene una maestría en Gestión de la Sostenibilidad en el Earth Institute de la Universidad de Columbia. Siempre estuvo interesada por el tema de los residuos, pero luego de completar su posgrado en el exterior y estar en contacto con cooperativas de cartoneros en Brooklyn, empezó a interiorizarse por la problemática de los plásticos. Quiso averiguar con sus propios ojos qué pasaba con los que se escapaban de los procesos de reciclaje y terminaban en los lugares más remotos del planeta.
Besada, de 36 años, realizó una aventura oceánica en 2018, a bordo durante seis meses del velero Fanky, cuyo nombre rinde homenaje a la canción de Charly García. Tomó muestras de plástico de los lugares más alejados de la civilización en el medio del océano.
A raíz de ese viaje fundó junto a Rocío González, Unplastify, una empresa social que tiene como misión cambiar la relación humana con el plástico. LA NACION la entrevistó con motivo de la celebración del Día Mundial de los Océanos.
–¿Cuál es el problema de los microplásticos?
–El plástico no desaparece, cuando se encuentra expuesto a las condiciones de intemperie, como el sol y el agua, se fragmenta. En el océano, el plástico se fragmenta en partículas hasta convertirse en microplásticos: fragmentos de plástico de 5 mm o menos. Una vez que están en el mar es prácticamente imposible retirarlos.
Por otro lado, son como microesponjas que pueden absorber y concentrar diferentes tóxicos presentes en el ambiente acuático circundante, incluidos metales pesados, y cuando estos son consumidos por animales marinos, desde crustáceos hasta peces, una de las consecuencias es el ingreso de plásticos en nuestra propia cadena alimentaria.
–¿Cómo tomaban las muestras en el océano?
–Antes de empezar el viaje nos contactamos con el centro de investigaciones 5 Gyres que nos prestó un dispositivo y nos brindó un protocolo para tomar muestras de microplástico desde el barco. El dispositivo, llamado manta trawl, nos permitió filtrar la superficie del agua a través de un orificio del tamaño de una mano. En tan solo una hora a una velocidad de 5 nudos (9 km/hr) hemos llegado a encontrar 330 partículas de plástico en la muestra.
A lo largo de toda la travesía, cuando las condiciones del mar y el viento lo permitían, tomábamos muestras. Y en cada una de ellas encontramos microplástico, incluso cuando nos estábamos en el medio del Atlántico, a días de ver tierra.
–¿Qué es Unplastify?
–Es una empresa social que tiene como misión cambiar la relación humana con el plástico. Aceleramos procesos sistémicos de desplastificación con individuos, organizaciones, empresas y gobiernos, minimizando el uso de plásticos descartables a través del rediseño de operaciones, hábitos y normas.
Tenemos proyectos educativos con clubes y con empresas. Hacemos una medición de la huella plástica. Trabajamos con los empleados y sus comunidades para poder diseñar estrategias, o bien en el nivel interno de sus empresas o a nivel externo en sus líneas de producto. Y por último trabajamos en lo que es la regulación para políticas públicas, no solo nacionales, sino también brindar herramientas a gobiernos municipales para que puedan llevar resoluciones a nivel local.
–¿Qué se mide en la huella plástica?
–La medición de la huella plástica mapea y cuantifica todos los plásticos descartables utilizados en una organización o empresa. El resultado muestra el total de kilogramos de plástico descartables utilizados y sus distintas fuentes, identificando los focos de acción para el proceso de desplastificación. Hemos trabajado con empresas que buscan desplastificarse internamente, es decir, sus operaciones diarias, por ejemplo en las oficinas. Y por otro lado, también trabajamos con empresas que el foco de desplastificación es externo, es decir, en sus productos y servicios a sus clientes o consumidores.
Nuestros procesos de desplastificación incluyen un cambio cultural profundo, empoderando a los mismos empleados a diseñar y generar las estrategias y accionarlas como verdaderos agentes de cambio. Es importante que los esfuerzos se multipliquen y se expandan para que las ideas y las estrategias sean cada vez más visibles. Por eso, por ejemplo, son importantes las campañas que tienen el objetivo de concientizar a los individuos, informarlos e inspirarlos a la acción. La campaña “Lo que haces cuenta” de National Geographic, por caso, hace referencia a esto: todos tenemos el poder de generar acciones positivas, aunque sean cotidianas y se vean pequeñas en principio, porque todo lo que hacemos tiene impacto.
–Si tuvieras que elegir un producto cotidiano que ayude a reducir el uso del plástico ¿cuál sería?
–Qero Ecovasos, un proyecto que reemplaza los vasos descartables en festivales y eventos masivos por reutilizables. Uno paga un depósito inicial por ese vaso reutilizable, y después lo devuelve y recupera el depósito o se lleva un souvenir. Es un proyecto paradójico, porque usa plástico para evitar plástico descartable. Es importante entender que el problema no es el material en sí, sino el uso que le estamos dando y el abuso, el exceso. Usar un material increíble, duradero, liviano, resistente, maleable para productos descartables, eso es lo que hay que cortar. En realidad el plástico en sí está buenísimo.
–El 14 de mayo el Senado argentino aprobó por unanimidad la ley de educación ambiental, que ayer fue promulgada por Alberto Fernández. ¿A cuál ley te parece que hay que darle prioridad ahora?
–Hay muchas, pero desde Unplastify impulsamos un proyecto de ley nacional, que ya está presentada en Diputados, para la prohibición gradual de determinados plásticos de un solo uso, sobre todo la vajilla plástica, los cubiertos, porque son productos que difícilmente se reciclen. El objetivo es acompañar a la industria y a los comercios en esa transición para poder reemplazar todos esos plásticos descartables.
–¿Qué significa ser una exploradora de National Geographic?
–Es formar parte de una comunidad de seres increíbles e inspiradores, de una organización que te impulsa, que te hace crecer como líder y así poder amplificar el impacto. Gracias a Nat Geo conocí a Jenna Jambeck, una heroína de la investigación de la contaminación plástica, que es como mi mentora.
También recibir el apoyo para determinados proyectos: National Geographic apoya nuestro proyecto de educación para jóvenes de 15 a 16 años de toda la región latinoamericana, mediante el que los guiamos a través de una herramienta digital, una app para que desarrollen e implementan estrategias para desplastificar sus comunidades. Ahora hay 350 jóvenes trabajando en más de 80 proyectos desplastificantes en Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Uruguay y la Argentina.
–Con la pandemia, hay una vuelta a los plásticos de un solo uso. ¿Cuál es tu opinión?
–La pandemia fue un retroceso en un montón de hábitos que se habían adquirido de manera colectiva. Como todo, hay veces que hay obstáculos en el camino, en parte justificados desde el desconocimiento. En los primeros meses no se sabía cómo se contagiaba el coronavirus, entonces empezó una vuelta al plástico descartable... Pero hay hábitos que son super simples y que no se ven afectados por el contexto de la pandemia; por ejemplo, si voy a la verdulería no necesito una bolsita por cada producto que compro. Al estar tanto en casa podemos planificar las compras y usar cada uno el set de bolsas reutilizables.
Lamentablemente no todos los plásticos se reciclan, no solo porque no los separemos o porque está pegado con otro material y no es fácil de recuperar. Está bueno entender el reciclaje como una parte de la solución, pero no la única. La clave es evitar todos aquellos plásticos de un solo uso que podamos evitar: el mejor residuo es el que no se genera.
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