Los efectos del cambio climático y de las actividades humanas están afectando los ecosistemas australes aceleradamente. Las iniciativas de protección ambiental implican aceptar otros intereses y encontrar puntos de acuerdo
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A principios del siglo XX se desarrolló una industria tan lucrativa como cruel, la caza de ballenas. El aceite de los cetáceos era usado en todo el mundo y la Antártida fue el lugar ideal para buscarlo una vez que las flotas agotaron las poblaciones del hemisferio norte.
La Argentina por su ubicación, fue protagonista de esas campañas. En 1904 se creó la Compañía Argentina de Pesca que operaba en Grytviken (Georgias del Sur) y Chile, con la Sociedad Ballenera de Magallanes, hacía lo mismo desde Punta Arenas. Otros países también participaron con distinta suerte hasta que pocos años después casi todas las especies de ballenas estaban al límite de la extinción.
Ballenas, lobos marinos y focas se encuentran en la cúspide de la red trófica. La captura de estos animales significó que todas las otras especies tuvieran que adaptarse a un nuevo equilibrio. Las consecuencias de ese período histórico ayudaron a considerar a la Antártida como un laboratorio para el estudio de la fauna en adaptación permanente a condiciones extremas por razones climáticas y humanas.
Las medidas de protección ambiental tomadas en las últimas décadas facilitaron la recuperación parcial de las poblaciones afectadas y como parte de ese esfuerzo, en 2018, la Argentina y Chile presentaron una propuesta conjunta para designar un Área Marina Protegida en el oeste de la Península Antártica.
Las razones de la propuesta
La Península es la región donde más intensamente pueden medirse los efectos del cambio climático. Aquí, la temperatura del aire en superficie aumentó un promedio de 3ºC entre 1950 y 2005, lo que impacta en muchas otras variables del ambiente.
A veces este cambio del clima se manifiesta a través de eventos aislados como el desprendimiento de grandes bloques de la plataforma de hielo, o con temperaturas inesperadas, como el 6 de febrero de 2020, cuando en la Base Esperanza se registraron 18,3ºC aunque en toda la Península también se observan valores por encima de la media.
Cada invierno la capa superior del mar que rodea a la Antártida se congela y permanece así hasta avanzada la primavera. Esa capa de hielo marino solía durar 4 meses antes de fundirse. Actualmente, dependiendo de la zona, ese período se redujo a 45 días.
El mar en contacto con el hielo marino es el hábitat invernal del krill, que es un crustáceo de unos 3,5 cm de largo y es considerado el principal eslabón de la cadena trófica antártica. A medida que el invierno se retira y que el hielo marino se descongela, las poblaciones de krill son presa de ballenas, focas y pingüinos (además de otras especies) que migran al sur para cumplir con su ciclo reproductivo.
El 99% de las costas antárticas están cubiertas de hielo. Los pocos espacios libres son aprovechados por aves y mamíferos para instalarse y algunos de ellos forman colonias. Toda la fauna antártica se alimenta en el mar o de presas que obtienen su alimento del mar. El clima costa adentro es de una rigurosidad extrema y las posibilidades de supervivencia son casi nulas. Por eso todos los ecosistemas antárticos pueden ser considerados marinos, aun cuando los individuos tengan algunos hábitos terrestres.
Las observaciones de la vida marina en la Antártida son difíciles, ya que se trata de un lugar donde la temperatura del agua puede estar por debajo de los 0°C y existen riesgos, costos y problemas de acceso mayores a los que se pueden encontrar en otras latitudes. Por lo tanto los estudios generalmente se concentran en especies con hábitos terrestres como los pingüinos o las focas, ya que son buenos indicadores del estado general del ecosistema.
Los pingüinos son aves representativas de la Antártida, a la que migran cada primavera-verano para formar pareja, reproducirse, anidar, criar y cambiar el plumaje. La incubación de huevos es alternada entre el macho y la hembra, por lo que la alimentación de los padres, que se basa en el kril, debe ser cercana a la colonia. Después de la eclosión de los huevos, las necesidades nutricionales aumentan junto con el crecimiento de la la cría. Es decir que el éxito del ciclo reproductivo está condicionado en gran medida por la cantidad de krill disponible cerca de las colonias.
El caso de los pingüinos es particular. Cada especie tiene sus propios hábitos y lugares de reproducción y alimentación, pero si las flotas de barcos utilizan esas áreas para capturar krill, lo que se produce es una competencia por el alimento entre la industria pesquera y las especies que están en un momento crítico de su ciclo vital.
Una región muy concurrida
Las actividades pesqueras son las que pueden afectar más inmediatamente la biodiversidad antártica. Desde principios de la década de 1990 concentran sus operaciones en el norte y oeste de la Península, aunque no es la única actividad humana que se desarrolla en esa región.
Las compañías que se dedican al turismo antártico en su mayoría hacen travesías con cruceros que parten de los puertos de Ushuaia y Punta Arenas. En el verano 2019-20, según la Asociación Internacional de Operadores de Turismo Antártico, 73.156 turistas visitaron la Península Antártica, lo cual es un 30% más que el año anterior. Algo destacable es que los lugares más visitados (Islas Shetland y el Estrecho de Gerlache) coinciden con las zonas de pesca y las mayores concentraciones de aves y mamíferos. El turismo es un factor cada vez más importante porque si bien los operadores deben cumplir con controles estrictos, la cantidad de visitantes puede poner en riesgo la condición prístina del ambiente que, por otra parte, es el principal atractivo que sostiene la actividad.
Pero la investigación científica también es una actividad que debe ser tenida en cuenta porque está consagrada en el Tratado Antártico. De acuerdo con el Consejo de Administradores de Programas Nacionales Antárticos, en el oeste de la Península está la tercera parte de todas las bases científicas del continente, la mayoría de las cuales son administradas por la Argentina y Chile, lo cual les permite tener un conocimiento inigualable del estado de los ecosistemas. A partir del análisis de los registros tomados durante aproximadamente 70 años por los Institutos Antárticos de ambos países, fue posible advertir que existen importantes cambios en las poblaciones que sugieren adoptar enfoques precautorios. Pero en la Antártida las decisiones de gestión ambiental no pueden ser tomadas aisladamente. Por eso, a partir de 2012, se empezó a coordinar y compartir información, lo que implicó la organización de talleres en el marco de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA).
Los resultados de las investigaciones indican que, en un contexto de aumento de temperaturas y también de actividades humanas, los recursos marinos se verán afectados especialmente en el norte y oeste de la Península Antártica. Por eso se considera que es un momento oportuno para ordenar las actividades antárticas, especialmente la pesca, de modo que sea claro dónde, cuánto y cuándo pescar sin poner en riesgo el funcionamiento de los ecosistemas.
Una solución de carácter internacional
La CCRVMA es un organismo multilateral conexo al Tratado Antártico, compuesto por 26 países Miembro, que tiene el objetivo de conservar la flora y fauna antártica y regular el uso de los recursos vivos marinos de una forma sostenible y racional. Una de las medidas recomendadas por la CCRVMA es la designación de Áreas Marinas Protegidas ya que en ellas se acuerda aplicar medidas de protección de una o más especies y de todos o parte de los recursos naturales presentes.
Para la Argentina y Chile, la designación de un Área Marina Protegida al oeste de la Península, es una medida que implica una negociación con actores que tienen muy distintos intereses con el objeto de ayudar a que las especies puedan adaptarse mejor a un cambio climático hasta cierto punto irreversible. Como pocas veces, en la Antártida estamos en condiciones de evitar los errores del pasado.
En coincidencia con el Día Mundial de los Océanos, hoy a las 21, el canal de National Geographic estrenará su documental sobre la expedición realizada a la Península Antártica en enero de 2019, en colaboración con el Instituto Antártico Argentino y el Instituto Antártico Chileno.
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