Deudas atrasadas con los hermanos menores
En 1792, Mary Wollstonecraft publicó su Vindicación de los derechos de la mujer y recibió todo tipo de críticas y burlas. Una, muy virulenta, provino de Thomas Taylor, reconocido filósofo neoplatónico y profesor en Cambridge, quien se preguntaba si ya que se otorgaría derechos a las mujeres, por qué no a los perros, gatos, caballos y demás animales. Y publicó como broma Una vindicación de los derechos de las bestias. Hoy pocos saben quién fue Taylor, pero Wollstonecraft, madre de Mary Shelley (autora de Frankenstein, un clásico más vinculado a la filosofía y la moral que a la ciencia ficción) y sólida precursora en la reconsideración del papel de la mujer en la sociedad, sigue vigente, asombrosamente actual y respetada.
Sin embargo, aquella burlona propuesta de Taylor merece ser retomada con seriedad, profundizada y sostenida. En la revista digital Aeon (verdadera usina de ideas), Jeff Sebo, profesor de bioética, ética médica y filosofía, director de Estudios sobre Animales en la Universidad de Nueva York y coautor de los libros Chimpanzee rights (Derechos de los chimpancés) y Food, Animals, and the Environment (Alimentos, animales y medio ambiente), se pregunta cuáles son nuestros deberes hacia los animales. Si el humano es un ser responsable, que al estar dotado de conciencia no puede escapar al conocimiento de las consecuencias de sus acciones y al deber de responder por ellas, la pregunta no es menor.
Solo la soberbia humana y el antropocentrismo que nos hace creernos dioses del universo puede llevarnos a despreciar (y depreciar) la vida animal, a depredarla y arrasarla, dice Sebo, y, agrego por mi parte, a creer que es graciosa la soberana estupidez de arrojar un cordero desde un helicóptero. En coincidencia con el filósofo australiano Peter Singer, referente actual en filosofía moral, Sebo recuerda que los animales son seres vivientes que respiran, sienten, piensan y sufren. Si bien mueren por causas naturales, como enfermedades, tormentas y predadores, y eso es parte de la vida, cada vez son más los que desaparecen debido a la acción humana a menudo insensible, violenta, con fines de lucro o diversión, e irresponsable. Es inadmisible que en pleno siglo XXI haya y prácticas que involucran la vida y el sufrimiento de animales y que se sigan considerando "deportivas" o "recreacionales". Imaginemos que, en un mundo regido por animales, ellos hicieran lo mismo con nosotros. ¿Cómo nos sentiríamos? La empatía vale si es aplicable a todo ser viviente y no solo a la relación con nuestros amigos, conocidos y preferidos.
Más allá de la acción humana en el cambio climático (estupidez similar a la de pegarse un tiro en el pie, pero más grave) con sus consecuencias en la vida animal y vegetal, Sebo puntualiza que "matamos 100 millones de millones (es decir 100 billones) de animales por año para alimentarnos y otros 15 millones de millones para investigaciones", ya sea serias o fantasiosas. Singer sostiene que toda vida vale en tanto forma parte de un todo que es el Universo. "Si un ser viviente sufre no hay justificación moral para dejar de tomar en cuenta ese sufrimiento", escribe en su libro Liberación animal. Es absurdo decretar desde la arrogancia humana que otros seres sufren menos. Los humanos, acota Sebo, tenemos la costumbre de intervenir en sistemas que no entendemos y de aplicarles nuestros propios estándares. Y aun cuando las intenciones puedan ser buenas, los resultados son habitualmente desastrosos. Singer piensa que los derechos nunca son naturales. Son siempre una construcción moral. Y conllevan deberes. El nuestro, señala Sebo, es no lastimar ni dañar innecesariamente a los animales y a su entorno y reparar cuando dañamos. Cuando un ser humano actúa como agente moral, no lo hace en un solo ámbito, sino en todos los escenarios de la vida. Construir un mundo mejor es hacerlo para todos los seres vivientes.
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