Las nevadas que se registran desde mediados de agosto cambiaron el paisaje de esta ciudad cordillerana de Chubut: se puede esquiar en todas las pistas de La Hoya y disfrutar del tren La Trochita
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ESQUEL.- El frío invita a disfrutar de muchos placeres y gran parte de ellos se concentran en esta pequeña ciudad patagónica de construcciones bajas, y ventanas que miran a las montañas blancas. Así es Esquel. Cercana a la naturaleza y con 40.000 habitantes, fue fundada en 1906, con la primera transmisión telegráfica, cuando se sentaron las bases para transformarse en la ciudad cabecera de la zona, donde se concentran las actividades administrativas. Aún con vida propia, el turismo se impone por sus tres atractivos indiscutibles, ahí no más: el Viejo Expreso Patagónico “La Trochita”, que es Monumento Histórico Nacional; el Parque Nacional Los Alerces (a 50 km), uno de los más extensos del país, declarado en 2017 sitio de Patrimonio Mundial por la Unesco y el centro de Esquí La Hoya, que se estrena en su versión renovada, tras una inversión millonaria.
La nieve es la aliada perfecta de cualquiera de estas propuestas, empezando por el tren de principios de siglo XX , el Viejo Expreso Patagónico, cariñosamente llamado La Trochita, por su trocha angosta de 75 cm (ancho de las vías). Su locomotora a vapor de origen alemán que hoy silba anunciando la partida para un recorrido turístico, formaba parte de un plan de una red ferroviaria patagónica, que no llegó a concretarse en su totalidad. La trocha angosta había sido elegida para este ramal que unía Ingeniero Jacobacci y Esquel (402 km). Su fama es internacional. El escritor Paul Theroux escribió una novela en inglés, con su nombre The Old Patagonian Express.
Resulta de verdad emocionante abordarlo, cual niño con juguete nuevo en mano. Es uno de los pocos trenes a vapor que sigue a toda marcha en el mundo. Son características las salamandras de este tren, que calientan los vagones. Y ¡están en funcionamiento! La guía turística del servicio que nos acompañará en el recorrido, le echa leña de un cajón. Y lo bien que viene, porque por protocolo, en tiempos de pandemia, las ventanas de cada costado del vagón deben quedar semi-abiertas. Afuera nieva. Los pasajeros llevamos las camperas puestas, el barbijo en su lugar, y esperamos el último silbido para partir por un recorrido que lleva a lo largo de 18 kilómetros a Nahuel Pan, al oeste de la ciudad. Los pasajeros levantan las ventanas y sacan los celulares para grabar el escenario sin importar la crudeza del frío. Por fuera se balconea el valle de Esquel que dejamos atrás, en una marcha que no supera los 20 km por hora. El tren vuelve a silbar. Cruzamos la ruta que lleva al aeropuerto. Es imposible despegar la mirada de la ventana: la nevada se mezcla con el vapor de la locomotora, que traza un dibujo sinuoso hasta fundirse con las nubes bajas de un gris más claro. El cuadro de la ventana es hipnótico.
Más cerca de Nahuel Pan, asentamiento mapuche, se observa la transición hacia una geografía cada vez más de estepa, desprovista de vegetación. A la izquierda, se ven algunos coches que transitan la ruta 40. Al llegar a Nahuel Pan, hay que calzarse los guantes. Afuera continúa nevando y la estación está cubierta de nieve. Una feria de artesanos se pone en actividad con la llegada de La Trochita. Destacan los tejidos de lana de oveja, si se busca algo bien autóctono. Están quienes hacen fila para entrar en calor por un café y un paquete de tortas fritas bien calientes. Los más fanáticos de esta estrella de la era mecánica, no se despegan de la locotomora. Grandes y chicos se trepan por la escalera para la foto y un chico cumple el sueño de tocar el silbato, que suena medio desafinado. Orgulloso el maquinista, delante de la caldera infernal, cuenta que la locomotora es de origen alemán, de 1922, que originalmente se alimentaba de carbón. “Trabajó con petróleo crudo y ahora es gasolera. Tiene todo original. Tengo 40 años en el servicio. Y 30 como maquinista”, cuenta Alfredo Mansilla que ni quiere pensar en su retiro. Confiesa que le duele pensarlo. Una vida. Cuenta la historia que el trazado que se tendió desde Ingeniero Jacobacci, se hizo sin máquinas, a pico y pala y explosivos. La Patagonia estaba conectada en tren. Al principio solo llevaba ganado, lanas y alimentos. Recién en 1945 llega a Esquel y comienza a trasladar pasajeros. En 1993 fue clausurado el ramal. Parte de la historia se cuenta en el museo que se encuentra en la Estación Esquel, donde se exhiben algunas piezas del tren. La excursión es una de las favoritas de todo viajero que pise Esquel. Una familia se retira del andén, llevando un nene de la mano, de no más de 3 años, que con entusiasmo se va exclamando “chuuuu chuuuu”.
Adrenalina en la nieve
Con tanta nieve de fondo, darán ganas de esquiar. A 13 km de Esquel, en el centro de esquí La Hoya, habrá tiempo para ponerse al día con las tablas de esquí o snowboard. Hubo nevadas intensas y las expectativas son muy buenas. “Estamos a mitad de temporada”, recuerda Nicolás Herrera gerente de La Hoya. “Comenzó a precipitar en la montaña a mediados de agosto, con factores climáticos que favorecen la acumulación de nieve, como la nevada sin viento y mantenimiento de temperaturas bajas. “Si continúan las temperaturas bajas y sigue precipitando de esta forma, aunque sea poco, estimamos que hasta fines de septiembre podremos continuar ofreciendo servicios para los esquiadores, por ahí en las cotas más altas, donde se mantiene más la nieve. Si hay condiciones normales de invierno, hasta mediados de octubre habrá buenas condiciones de nieve”.
La estrella de la temporada es el moderno parador El Zorro, en la cota 1600 construido durante el invierno de 2019 -durante 2020 no pudo inaugurarse-. Con una inversión de más de un millón de dólares, sobre una superficie de 600 metros cuadrados ofrece vistas únicas del filo y al cielo desde cualquier lugar, gracias a su frente vidriado e inclinación especial. Los peatones pueden llegar en aerosilla. Ofrece un servicio de gastronomía, que abarca desde el desayuno hasta la merienda. Hay comida típica de montaña y de las rápidas también. Se trata de una temporada esperada por las renovaciones, pasó a manos privadas en 2019, por Vía Bariloche (del mismo grupo que Cerro Catedral). Después de 40 años de ser un centro de esquí estatal.
La estrella de la temporada es el moderno parador El Zorro, en la cota 1600 construido durante el invierno de 2019 -durante 2020 no pudo inaugurarse-. Con una inversión de más de un millón de dólares, sobre una superficie de 600 metros cuadrados ofrece vistas únicas del filo y al cielo desde cualquier lugar, gracias a su frente vidriado e inclinación especial
Además de los servicios gastronómicos o la gama de servicios como un rental express en la cota 1600, Herrera destaca la seguridad del centro para las familias, ya que tiene una sola pista de “despurgue”, la única que llega a la base. Imposible perder a los chicos. Y también, la conservación del estado de nieve polvo. “Es cara Sur. El sol pasa al borde del filo y no tenemos espejo de agua cerca que agregue humedad al medio ambiente. Se mantiene seca por más tiempo”.
Hay pistas para todos los niveles, pistas de trineos, caminatas con raquetas de dificultad medio baja para hacer en familia por medio de un bosque de lengas. Y esquí de travesía por el camino de los Guanacos. Se sube caminando con estos esquíes especiales y se baja esquiando normalmente. ¿Precios? Aseguran ser el más económico de todos. www.skilahoya.com Otra gran novedad es que se pueden comprar los pases online. Los precios son más económicos que en boletería, hasta un 30% menos. Actualmente inicia la temporada baja: pase por la tarde (a partir de las 13) 2000 pesos, por adulto. Diario: $ 2300. Flexi por dos días:$ 4200. Una clase grupal de esquí de 2 horas cuesta $2323. La página Web está siempre bien actualizada para estar al tanto de las condiciones climáticas y situación de pistas y medios de elevación.
Tras los árboles longevos
En busca de naturaleza en estado puro, el Parque Nacional Los Alerces, tiene todo para darlo. Hay quienes regresan después de muchos años y lo encuentran igual. Es uno de los parques más grandes del país, con 259822 hectáreas y debe su nombre a estos árboles milenarios que se toman todo el tiempo del mundo para crecer. Pueden vivir entre 3000 y 4000 años y medir más de 50 metros de alto. Desde Esquel se llega por la Ruta Nacional 259 y luego se toma la Ruta Provincial 71 que atraviesa todo el parque, hasta el Centro administrativo del parque.
Se puede ir por cuenta propia. Hay cabañas, hosterías, campamentos agrestes, senderos habilitados para uso público y más (www.argentina.gob.ar/parquesnacionales/losalerces/) También contratar excursiones lacustres y terrestres con una agencia de viajes. Hay infinidad de lugares para visitar como el lago Rivadavia, el lago Verde, el Alerzal Milenario, por mencionar algunos. Una excursión muy destacada es el trekking al Glaciar Torrecillas, uno de los escenarios más deslumbrantes del Parque. Se trata de una excursión de nivel medio alto, para personas de 9 a 65 años, en muy buen estado físico y motriz y preferentemente con experiencia en trekking de montaña invernal, sobre terreno escarpado. Se parte desde Puerto Chucao, sobre el brazo sureste del lago Menéndez, se navega durante 40 minutos hasta Puerto Nuevo, donde comienza el ascenso por una senda que durará como mucho dos horas, hasta llegar la Laguna del Antiguo, a los pies del imponente Glaciar Torrecillas (Glaxiar.com, $ 15.000 adulto tarifa estándar).
Por más emociones, en contacto con la naturaleza hay que dirigirse a Pueblo Alto Lodge, al lado del Parque Nacional Los Alerces. También se llega por la ruta 71, en un recorrido lleno de maitenes, vacas Heresford y la presencia de flamencos. Allí espera un circuito de canopy, con doble cableado, que lo convierte en uno de los más seguros y puede realizarse con nieve. (www.instagram.com/pueblo_alto_lodge/) Su circuito consta de 5 cables, entre 160 y 500 metros de recorrido entre copas de árboles, con una altura máxima de 110 metros. Se atraviesa un cañadón del arroyo Fontana. Para entrar en calor y hacerlo completo, el mejor combo es combinarlo con su té de campo. Su anfitrión Daniel García Badiola y familia reciben con las chimeneas encendidas, vistas panorámicas a un paisaje de montaña, buena música, tortas fritas, scons calientes y tortas variadas para hacerse un festín de alto invierno. Allí funciona una hostería y darán ganas de quedarse. Daniel tiene como hobby construir y reciclar muebles y se encontrarán piezas especiales como una puerta de madera antigua convertida en respaldo de cama, alacenas decapadas en la cocina y más. Todo resulta muy acogedor. El canopy cuesta $ 2500, la merienda $ 1000.
Un buen chocolate para recuperar energías
La montaña pide tradición chocolatera. Y en Esquel no podía faltar. Chocolaterías hay dos. Y son los lugares donde se conseguirán de los pocos productos típicos de Esquel. Estamos hablando de Braese y Dulzuras de Esquel. El primero tiene local y fábrica. El apellido Braese es muy conocido en la ciudad por su historia. El padre de las fundadoras de la casa de chocolates era un inmigrante alemán, Herbert Brässe que llegó a estas tierras luego de un escape de película en 1914, de un barco de instrucción alemán, varado en Chile, justo cuando estalla la Gran Guerra. Era un chico de 16 años. La historia contada por su nieto Federico es apasionante desde el principio al final, ya que la familia que el alemán formó con una criolla, Norberta Garcés, se estableció donde hoy está Villa Futalaufquen, en el Parque Nacional. Ambas mujeres, Fátima e Inés fundaron su chocolatería en Esquel en 1976 y desde entonces, las recetas se mantienen intactas, igual que la calidad. Entran viajeros para comprar regalos y también locales, que son tan fieles que hasta piden “lo de siempre” (braese.com.ar/) Dulzuras de Esquel también vende chocolates y además tiene servicio de cafetería y tortas. (dulzurasdeesquel.com.ar). Además, venden torta galesa. Irresistible su taza de chocolate y el lugar es muy agradable. Si se busca una merienda galesa, super completa, habrá que visitar Trevelin ( a 25 km) y llegar con ganas de sentarse a comer, porque hay un servicio completo de todo tipo de tortas, además de la tradicional galesa. (IG @nainmaggieok )
Después de tanta actividad, hay muchas alternativas para reponer energías en el centro de Esquel, La Luna es un restaurante, estilo refugio de montaña y ambientado con publicidades antiguas. Recomendable pedir un plato de trucha de la zona, acompañada con cerveza tradicional, como la Esquel. No es gourmet. Hay gran variedad de platos y se come abundante y rico. ( IG @lalunaesquel). El paraíso de las pastas y de los postres es Don Chiquino, con manteles a cuadros y espíritu italiano/patagónico (donchiquino.ar). Carnes a las brasas con un toque gourmet en Pil Pil (Ig @pilpilesquel). cervecerías para tapear con amigos: Blest (@blestesquel) y Rider Brewing Bar (IG @rider_bar).
- Requisitos para viajar a Chubut: un hisopado (PCR o antígenos) dentro de las 72 previas al viaje si se llega en avión o en ómnibus de larga distancia. Desde Buenos Aires, hay vuelos de Aerolíneas Argentinas que llegan con buena frecuencia. El viaje dura unas dos horas.
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