Destilados de vino
Los países vitivinícolas incursionaron históricamente en la destilación, cuyo origen real parte de alquimistas en los años 300 antes de Cristo, aunque fueron los árabes quienes cerca del año 1000 de nuestra era la desarrollaron. Del siglo XIII datan escritos sobre el "espíritu del vino", que derivó en un término actual y refiere a las bebidas espirituosas.
La destilación consiste esencialmente en separar los alcoholes nobles que presenta cualquier producto que haya tenido una fermentación previa. El alcohol puede alcanzar volúmenes muy altos, pero se estila rebajar con agua para rondar en los 40/45° y lograr, de este modo, un buen balance sensorial.
Es importante señalar que el nombre genérico es aguardiente (eau de vie en francés) y existen dos grupos: las que derivan de la destilación de vino y las de la destilación de las pieles de uva.
Hoy abordaremos el primer grupo, encabezado por el Cognac, que se elabora en la denominación francesa de mayor producción de uva blanca del país.
Otro ejemplo es el Armagnac, emplazado al suroeste de Francia, entre viñedos de malbec, aunque estos se destinan para la elaboración de vinos tintos.
En España es muy destacado el Brandy, tanto el de Jerez como el de Penedés, que respetan el nombre de origen dado por los holandeses brandewijn, que literalmente significa vino quemado.
Buscando un ejemplo en América el primer lugar lo ocupa el Pisco peruano, que ganó un notable posicionamiento, y también al Aguardiente Chileno de la fragante uva moscatel.
Algunos de la categoría se crían en roble, que por un lado les aportará complejidad y por otro lado permite una clasificación en función a su edad. A partir de ahí surgen marcas embotelladas en finísima cristalería que llegan a precios muy altos.
El momento ideal de consumo es al final de una comida para acompañar postres, aunque generalmente se consumen como digestivos.
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