Para Martina, que recién había empezado a salir con Juan, la cuarentena llegó en el auge de actividad por chat. Después de largas horas al teléfono y un encuentro fugaz en la góndola del supermercado (viven cerca y coincidieron al hacer las compras), decidieron innovar. "Ya habíamos hablado de ir a una sala de escape presencial y él se enteró de que estaba la opción de hacerlo de forma virtual, así que compró la experiencia y nos preparamos para jugar", cuenta la abogada de 28 años. A las 11 de la noche, cerveza en mano, arrancó la videollamada, mientras en paralelo intentaban descifrar los acertijos en la computadora.
Para la población soltera, el confinamiento no solo significó poner en pausa la vida social, sino también renunciar a la posibilidad de generar nuevos vínculos sexoafectivos. El dilema de cómo conocer gente sin salir de casa fue en parte resuelto por las aplicaciones de citas, cuyos usuarios se multiplicaron en los últimos meses. A falta de eventos sociales, el swipe se convirtió en el nuevo pasatiempo favorito. Incluso los reacios al mundo de las citas virtuales comenzaron a mirarlo con otros ojos. Y surgió entonces la disyuntiva: ¿qué hacer después del match? ¿Para qué conocer a alguien sin la posibilidad de un encuentro? Y así fue como entraron en juego diversas propuestas para viajar, jugar e interactuar de forma virtual.
Como en el caso de Martina, cuya cita terminó siendo "un éxito", son varios los juegos de escape que hoy ofrecen actividades virtuales. En Eureka, por ejemplo, adaptaron algunas de sus salas para jugar vía streaming: un game master actúa como los ojos y las manos de los jugadores remotos, que le dan indicaciones para resolver los acertijos. Por otro lado, tienen juegos de escape 100% online, en los que incluso se puede organizar una cita doble, ya que admiten muchos jugadores. Desde Enter The Exit, la propuesta es similar. Hay juegos web (videoconferencia con acceso a una plataforma de juego online) y juegos avatar, en los que un actor se mueve a través de la sala como una cámara mientras el equipo lo dirige para descifrar los enigmas.
Por otra parte, a raíz de la cuarentena, más de 100.000 usuarios de Bumble actualizaron sus perfiles para compartir que están pasando la cuarentena solos, a lo que la aplicación respondió inaugurando la función de videochat y ampliando los filtros de distancia (si total nadie va a salir de su casa). Yendo un poco más allá, Airbnb lanzó una sección de experiencias online –curadas por Bumble– pensadas para ayudar a romper el hielo en una primera cita. Así, los usuarios pueden visitar un club de jazz secreto en Ámsterdam, tomar una clase de vinos con un experto en Portugal o aprender a cocinar tacos mexicanos. También, ver un show con sangría y drag queens en Lisboa y conocer los secretos del sake de la cervecería más antigua de Japón. Esta iniciativa abre las puertas a anfitriones como monjes budistas, sommeliers y magos, mientras que los usuarios pueden viajar por el mundo de forma virtual y aprender sobre los ritmos de Puerto Rico, la adivinación y el café turco o los productos mediterráneos de Croacia.
"Hice match con un chico y a la semana de chatear me propuso tener una cita virtual. Como no me animaba, se me ocurrió que podíamos jugar al pool en Houseparty para romper el hielo. Yo estaba empecinada en ganar, no me importaba si estaba saliendo bien en cámara. ¡Y le gané! Fue buenísimo para entrar en confianza antes de pasar a la videollamada", cuenta Sofía sobre sus primeras citas en confinamiento. "Estaba nerviosa porque el chat genera expectativas y es al hablar en cámara que uno se encuentra con la voz y los gestos del otro", agrega. Un buen recurso para tantear el terreno es el chat de Instagram, donde se pueden compartir memes y jugar con filtros antes de exponerse en un primer plano. Esta diseñadora de 28 años también incursionó en Netflix Party, una extensión no oficial de Google Chrome que permite ver series o películas de Netflix de forma sincronizada. Mediante un link, varios usuarios acceden a una sala y ven en simultáneo el mismo contenido, cada uno en su propia pantalla. "Poníamos un horario y nos encontrábamos online para ver un capítulo de una serie. Era divertido porque podíamos comentar lo que estábamos viendo", recuerda. También jugaron al Sketchful (un juego online en el que hay que adivinar lo que otros dibujan) y ahora pasaron a la videollamada estándar. "Tomamos vino, charlamos un rato y le muestro lo que estoy cocinando, la maceta que me compré y la vista desde mi ventana", resume.
Dafne también incursionó en el mundo de los encuentros virtuales. "Mi primera cita en cuarentena fue con un chico que conocí en Bumble, con quien hablamos por Instagram hasta que me invitó a un encuentro en Zoom. Me vestí, maquillé y hasta perfumé como si fuera a tener una cita común y corriente. Llegado el horario, me mandó el link y empezó la charla, que estuvo buenísima. Para la segunda cita, me pidió mi dirección porque me quería mandar un trago. Pero como yo no tomo alcohol, me envió una bolsa llena de chocolates. Ese encuentro duró varias horas y no paramos de hablar. Al ser virtual, la charla se puso muy profunda, mucho más de lo que suele ser en una cita cara a cara", recapitula. Y agrega: "También conocí a alguien en Tinder y, como vivía cerca de mi casa, me acompañó a pasear a mi perro. Fue raro tener una cita con barbijo".
Besos por celular
Pero no todo es a través de aplicaciones. Esta empresaria de 30 años tuvo un flechazo de balcón a balcón. "Cuando hacía más calor, cruzaba miradas con mi vecino porque pasábamos mucho tiempo afuera. Hasta que le grité de un balcón a otro: ‘¿Me vas a hablar algún día?’, a lo que respondió que estaba esperando el momento oportuno. Entró a su casa y volvió con un cartel que tenía escrito –en letras gigantes– su número de teléfono. Así empezamos a hablar por Whatsapp", relata.
Mili también conoció a alguien por Tinder y, aunque la primera cita por Zoom fue un éxito, la cosa no prosperó. "La modalidad me pareció simple y ágil. Fue increíble estar en el sillón de mi casa, con una mantita y un vino, conversando con un desconocido. Ahora bien, me quedé con las ganas de verlo. A final de cuentas, juega muy en contra que no exista la posibilidad de verse y tocarse", reflexiona. "Es muy difícil generar un vínculo con una persona que nunca viste cara a cara", coincide Dafne al respecto. A lo que Sofía agrega: "Mi sensación con las aplicaciones virtuales es que la pasé bien en las citas, pero los vínculos no tenían mucha raíz y, pasado el momento de diversión, se esfumaba todo. Como una estrella fugaz".
La pregunta del millón
Para ayudarnos a entender este fenómeno, la psicóloga Silvana Weckesser lo pone en palabras. "El gran interrogante para todos es cómo nos vamos a conocer y encontrar de ahora en más, sin la posibilidad del bar, la fiesta o la reunión. Para muchos, la cuarentena puso en evidencia la necesidad de encontrar alguien con quien compartir la vida. Y al principio, Zoom sirvió como una estrategia para estar cerca, pero la emoción por este tipo de encuentro fue decreciendo. Lo cierto es que nada sustituye la cercanía y el encuentro con otra persona. La pantalla sirve como un primer paso, pero llega un punto en el que uno necesita el contacto físico. La conexión erótica y sexual es necesaria no solo para regular el ánimo, sino también para liberar hormonas como la oxitocina y la endorfina. El contacto real con el otro nos permite sentirnos más seguros, comprendidos y validados. Más allá del aspecto sexual, el efecto que tiene sobre nuestro cuerpo el contacto con el otro es beneficioso para la salud mental y física, es una cuestión casi inmunológica", asegura la experta en vínculos.
Distinta es la historia de otra Sofía, que había visto a Tomás varias veces pero nunca había cruzado más de un par de palabras. "El diálogo empezó vía chat en cuarentena y veníamos posponiendo la cita virtual porque pensábamos que dentro de poco nos íbamos a poder ver. Como se iba dilatando, accedimos a la videollamada, que surgió de forma espontánea. Así que me puse una remera linda, encontré el lugar de mi casa con buena luz y busqué mi mejor ángulo frente a la cámara (al fin y al cabo, esta iba a ser la primera impresión). La cita fue un poco intimidante, sin el ruido de fondo que hay en un bar ni el contexto de otra gente alrededor. Esto era mucho más íntimo. Él y yo, en silencio, tête à tête. Tomamos vino y hablamos como seis horas sin parar, ¡una locura!", relata esta emprendedora de 29 años. Y concluye: "Me gusta que nuestra primera charla profunda haya sido por Facetime. Forma parte de nuestra historia y no le cambiaría nada". Historia que, vale aclarar, continuará.
Las apps de citas no son para todo el mundo e incluso sus usuarios más ávidos tienen todavía mucho por transitar. Algún día llegará el momento de volver a encontrarnos y, cuando eso suceda, ¿cómo vamos a reaccionar? A esto, Silvana Weckesser responde: "Para poder hacer una transición se necesitan tiempo, paciencia, creatividad y, en este caso, mucha conciencia. A los más jóvenes les puede resultar sencillo, mientras que al grupo etario mayor pueden surgirle interrogantes relacionados con la salud y la responsabilidad. Además, uno no ve la vida ni la sexualidad de la misma forma a los 20 que a los 80 años (y eso no quiere decir que la necesidad del vínculo disminuya, sino que va cambiando). Acá hay algo que excede el tema de las parejas y es la cuestión del amor en general y la necesidad del contacto físico por cuestiones de salud física y mental. Toda la privación que se ha sufrido en la cuarentena acarreó cuestiones cognitivas complicadas. Tener una relación íntima con el otro, de cuerpo a cuerpo, ya es un desafío y va a ser un desafío aún mayor", concluye la psicóloga.
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