Se habían enamorado de niños, pero el destino llevó sus vidas por caminos diferentes hasta que una triste noticia fue la excusa para el reencuentro.
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Aunque no sabía realmente qué significaba, cada vez que se quedaba a solas con él su corazón latía tan fuerte que sentía que se le desprendía del cuerpo. De él le gustaba todo: su fisonomía, sus ojos, su cuerpo, su andar, su personalidad, su sonrisa. Todavía era una niña. Sin embargo, nadie le había anticipado que quizás, algún día, ella también se enamoraría.
Cierto día, cuando ambos coincidieron en un festejo de cumpleaños, él se animó a hablarle. La invitó a salir. Pero ella fue categórica con su respuesta. “No quiero tener nada con vos”, le dijo sin deslizar ningún rastro de interés por aquel chico que le generaba la sensación de mariposas en el estómago. Pero quizás él era tan joven e inocente que no supo leer el mensaje en sus manos entrelazadas sobre la falda y un rictus nervioso que por breves segundos la delataba. Y, desde luego, sintió ese “no” como un desprecio.
Miedo y timidez, enemigos del amor
Pero la realidad era que ella moría de ganas por estar con él. Simplemente la vencía la timidez y el miedo a lo desconocido. Después de todo, ella simplemente respondía a un modelo de crianza en el que los deseos de los niños no eran tenidos en cuenta. “Eran otras épocas, otros tiempos, los padres dirigían la vida de hijos, no nos criaban democráticamente como hoy sino que se nos educaba como para servir a los adultos y nada más”, reflexiona Milagros.
A los 12 años Ricardo partió de su ciudad natal. Nunca la olvidó. Escribió infinidad de cartas que jamás llegaron a destino. La vida hizo que formara pareja de muy jovencito. Y recorrió las diferentes provincias del país en busca de un trabajo que le permitiera mantenerse económicamente estable.
“Yo por mi lado también tuve parejas. Pero ninguna prosperó”. Milagros también dejó la ciudad que la había visto crecer y decidió luchar por su destino para tener mejores oportunidades. Así pasó la vida, sin demasiados sobresaltos. Hasta que en 2021, la muerte de un familiar de ella produjo algo inesperado y fuera de los planes de ambos. “Estaba asimilando la triste noticia cuando de pronto sonó el celular y era Ricardo. Se había enterado de lo ocurrido. Rastreó mi número de teléfono. Luego de 37 años de no saber nada el uno del otro, nos reencontramos”.
“Cuando miré en sus ojos vi al niño que yo había conocido tiempo atrás”
Sí, Esta vez ella había accedido a conocerlo, nuevamente. Atrás habían quedado los miedos. “Ese temor impuesto me había dominado toda la vida. Hoy sé que no existe y es un invento que uno elige creer”. Fue un torrente de emociones. “Era el combo perfecto, era el amor, era la persona que quería a mi lado. Cuando lo vi, me di cuenta de que era un hombre. Pero cuando miré en sus ojos vi al niño que había conocido hacía tanto tiempo. Nos abrazamos muy fuerte y nos fuimos a una ciudad costera para poder caminar, charlar y ponernos al día. Los dos llorábamos de alegría, emoción y felicidad”.
Viajaron tomados de la mano. Caminaron por la playa, se abrazaron de nuevo hasta que se fundieron en un beso eterno. “Sentimos que teníamos toda la piel y toda la química que se puede tener. Pero habíamos prometido que no pasaría de ese plano. Estuvimos juntos hasta la madrugada. Me regaló una remera con su perfume y una agenda. Luego partió”.
Al mes siguiente se reencontraron. Esta vez la intensidad de la cita subió al punto de volverse pasional. En ese momento ella le regaló un corazón que se partía y conservó una de las mitades. Siempre había soñado con entregarle ese objeto a modo de declaración de amor. Se volvieron a ver en el otoño, el invierno y la primavera.
“Jamás haríamos daño a nadie”
“Ese encuentro me quedó grabado a fuego. Él me regaló un rosario que nunca me quité. Pasamos la noche juntos. Cuando abrí la puerta de ese hotel donde me esperaba no tuve dudas de que el era el hombre de mi vida. Pero ambos sabíamos que lo nuestro era solo eso. No teníamos intenciones de dar un paso más allá de esas citas. Jamás haríamos daño a nadie…”.
Saben que están viviendo un amor genuino y que siempre lo van a tener. Cuentan el uno con el otro. Se aman y saben que nadie puede impedir que florezcan los sentimientos. “Disfrutamos de momentos de felicidad plena, de charlas y compañerismo. A pesar de estar separados por miles de kilómetros, ya nada ni nadie nos podrá separar”.
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