Su humano falleció y quedaron desprotegidos. Pero cuando los adoptaron, jamás imaginaron que estaban por comenzar la aventura de sus vidas.
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Habían tenido una vida privilegiada. Adoptados de adultos, el señor que los había elegido para formar parte de su familia no reparaba en detalles a la hora de cuidar y mimar a sus compañeros peludos. Tal era el cariño que les tenía que no se ausentaba por mucho tiempo de la casa para que los animales no extrañaran y, además, les permitía dormir en la cama con él. Pero una tarde, la felicidad de los tres se vio interrumpida cuando el hombre falleció de forma repentina. Su familia, que quizás no tenía las herramientas ni los conocimientos para manejar la situación de otra forma, puso en venta la casa y los animales quedaron solos en el porche de la casa durante todo un año.
“Encontramos el aviso de adopción en la página de Fundación Orejas como un caso externo que ellos difundían. En seguida nos comunicamos y nos pusimos en contacto. Se trataba de dos perros que habían sido adoptados por un señor solo que los quería como si fueran sus hijos, pero lamentablemente falleció de manera repentina y los perritos quedaron solos y tristes viviendo en el porche de la casa de este hombre. La casa se puso en venta y la familia de este señor necesitaba darlos en adopción ya que no los podían tener. Estuvieron en esa situación durante un año”, recuerdan Guido y Celeste.
Bingo: buscaban perros adultos juntos
No lo dudaron. Ya habían tenido la experiencia de adoptar animales adultos y estaban listos para volver a empezar. “Cuando fallecieron dos perritos callejeros que teníamos desde hace varios años, en 2019 estábamos buscando adoptar a otros dos perros que vinieran juntos. Por un lado, si venían juntos ya sabíamos que se iban a llevar bien. Por otro lado, los perros que se dan en adopción juntos tienen menos chances de que los adopten y por eso queríamos darles la oportunidad”.
Antes de dar el paso final, Celeste fue una tarde a visitarlos en un lugar donde los estaban transitando para evaluar cómo la recibían los perros. En ese entonces, Foxy tenía 10 años y Chiqui 6. Estuvo todo más que bien. Un par de días después, la fecha en que oficialmente los adoptaron, Celeste y Guido fueron a buscar a los perritos. Antes de subir al auto les dieron un buen paseo para que se acostumbraran a ellos y a andar con correa. Subieron al auto, y al llegar a su casa en el barrio de Palermo, dieron otro paseo, esta vez por los bosques de la zona. Así, cuando llegaron a su nuevo hogar, Foxy y Chiqui, estaban cansados, relajados y listos -aunque en ese momento no lo sabían- para empezar la aventura de sus vidas.
Un viaje de ida
Llegó la cuarentena y, como a muchas familias alrededor del mundo, la vida les cambió por completo. “Durante la cuarentena de 2020, ellos fueron una enorme compañía para nosotros. Cuando se habilitaron los viajes primero fuimos un fin de semana a Mar del Plata como prueba piloto y salió todo más que bien. Ya sabíamos que con el auto no tenían problema, pero nunca habíamos hecho un viaje largo. En diciembre de 2020 tuvimos ganas de ir a ver el eclipse en la Patagonia. No dudamos ni un segundo que ellos iban a venir con nosotros como parte de la familia. Estuvimos los cuatro en Las Grutas, disfrutando muchísimo del mar y la playa. Tanto nos gustó que nos quedamos para pasar las fiestas allá”.
Perros Instagramers
Llegado enero de 2021, las ganas de continuar el viaje no mermaron, pero por varios motivos, Celeste y Guido necesitaban volver a Buenos Aires. De modo que aprovecharon el regreso para organizarse y recargar energías para un viaje aún más largo. Así, en febrero de 2021 salieron a la ruta una vez más, esta vez sabiendo que iba a ser un viaje de al menos tres meses. Entonces armaron una cuenta de Instagram @perros.viajeros.arg, que tiene 3 objetivos: ser una bitácora de viaje; funcionar como biblioteca de recomendaciones de hospedajes, excursiones, restaurantes y paseos pet-friendly y como manera de mostrar que se puede viajar con perros, y difundir la adopción de perros adultos.
Desde entonces no volvieron a Buenos Aires. Ya llevan más de 10 mil km recorridos, incluyendo La Quiaca en la punta norte de Argentina. El gran objetivo ahora es llegar a tocar Ushuaia antes de fin de año. “Los perros se adaptaron súper bien. Al poco tiempo de haberlos adoptado era como si hubieran estado con nosotros toda la vida. Eso es lo genial de adoptar perros adultos. Ya nos había pasado con los otros 2 perritos que habíamos tenido antes. Son geniales los adultos, en seguida se adaptan a su nueva vida, más si el cambio es para bien. Aprenden rápido las rutinas, saben hacerse entender con las cosas que les gustan y las que no y conocen las reglas de la casa”.
Vida de perros
Aunque por lo general todo marcha sobre ruedas, Celeste y Guido reconocen que a veces les cuesta conseguir alojamiento porque muchos hospedajes tienen prejuicio de que los perros van a romper cosas. “Nosotros somos muy cuidadosos. Hasta viajamos con una aspiradora para limpiar si quedan pelos”.
También se mantienen atentos al clima y las condiciones de los lugares que visitan para cuidar la salud de Foxy y Chiqui. “En Cafayate o en Tilcara hay muchos cardos en el piso y sobre todo a Chiqui se le clavaban en las almohadillas de las patas. Por suerte tenemos unos zapatitos que pensábamos usar para la nieve (¡aún falta llegar allá!) y que estrenamos en ese tipo de terrenos. Con los zapatitos anduvieron lo más bien. Muchas veces nos preguntan por qué usan zapatitos, y respondemos que no es por coquetería sino prevención y para que los perritos puedan disfrutar del paseo”.
En Córdoba tuvieron que estar con un ojo alerta extra. Como en la provincia hay ríos con corrientes fuertes y a Chiqui le encanta zambullirse y nadar, tuvieron que ponerle una correa larga de 10 metros, con un pretal para que no se la llevara el agua. “De esa manera ella podía disfrutar de su relativa libertad y nosotros tranquilos de que no se la iba a llevar el río”, dice Celeste entre risas.
“Adoptarlos es la mejor decisión que pudimos haber tomado. Son muy compañeros, todo el tiempo están pendientes de nosotros y nos hacen el aguante en las buenas y malas. Nos hacen reír mucho, como por ejemplo en el NOA, donde se hicieron amigos hasta de las llamitas. Los perros permiten apreciar la vida a otro ritmo: bajamos más seguido del auto para sus paradas y aprovechamos a detenernos un poco y observar el paisaje, sentir los aromas que ellos tanto disfrutan y dejarnos llevar por los sonidos de la naturaleza”.
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