Desde mi estudio / Cómo ver la obra
En esta tela se aprecia el clima que vivían los artistas italianos que se radicaron en la zona lindante con el Riachuelo, en 1920
Las obras de Fortunato Lacámera aluden a cierta melancolía de la patria añorada que caracteriza la idiosincrasia de un grupo social llegado a la Argentina con la oleada inmigratoria de mediados del siglo XIX.
Esa tristeza llevada a su punto más extremo se encuentra en las letras de tango. En ellas el regodeo sentimental está anclado en la temática del abandono, el extremo romanticismo del amor no correspondido, la espera y el malestar frente a situaciones políticas en un tono a veces crítico (como en Cambalache, de Discépolo).
Muy alejado del tono de protesta del autor del célebre tango, Lacámera elige un clima intimista de índole introspectivo. De igual modo lo hicieron otros artistas que, como Víctor Cúnsolo, Onofrio Pacenza y Horacio March, a fines de los años 20 se radicaron en el barrio de La Boca.
Hijo de inmigrantes genoveses, el autor de Desde mi estudio estudió pintura con Alfredo Lazzari en la Sociedad de Unión de La Boca. Mientras tanto pintaba para subsistir paredes a la italiana con imitaciones de mármoles. La obra que se observa en esta página forma parte de una serie. En ella el artista describe la soledad de su taller, donde las puertas abiertas dejan ver el Riachuelo, los barcos anclados, el humo evanescente y las siluetas de los edificios reflejados en los ventanales. Estos, tan característicos del pasaje Caminito y los alrededores del actual Museo Quinquela Martín.
El artista nos cuenta cómo es su mundo. Con notable belleza describe cuáles son los humildes objetos que comparten sus días: la rústica mesa del pintor, la tela en blanco sin preparar y los típicos muebles de las viviendas de San Telmo y La Boca, que hoy podemos encontrar en los comercios que rodean la Feria de Antigüedades de la plaza Dorrego. Son objetos similares al aparador ubicado a la izquierda, con el jarrón de pinceles, las botellas de ginebra y el reflejo de un cuadro. Al igual que otra obra colgada muy cerca del techo, cada detalle nos delata en silencio que ese lugar es el estudio de un pintor. El protagonismo de la luz rasante que entra por la ventana y toca los muebles construye la imagen en una línea de perspectiva desplazada hacia el ángulo izquierdo del cuadro.
Las obras de Lacámera no son solamente escenas de taller: el modelo externo le sirve para expresar un sentimiento interno referido a la intensidad de la ausencia y el aislamiento. Logra crear un paisaje de emoción contenida usando variaciones de colores pardos y tonos bajos. De este modo, transmite al espectador una particular emoción que surge de la perfecta síntesis entre pensamiento y carga emotiva.
La autora es licenciada en historia del arte (Universidad de Buenos Aires). Docente, crítica de arte y curadora. Actualmente es corresponsal de la revista internacional de arte Lápiz (Madrid)
Fortunato Lacámera
(1887-1951) Junto con Víctor Cúnsolo, es una de las figuras más destacadas de los artistas de La Boca. Sus cuadros se distinguen por la atmósfera intimista. Fundó la Agrupación Gente de Artes y Letras Impulso. Recibió el Premio Estímulo, del Salón Nacional, en 1938.
Datos útiles
Año: 1930
Técnica: óleo sobre tela
Medidas: 100 cm x 80 cm
Dónde encontrarlo: Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473
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