Cuando Joe Biden tomó posesión de su cargo el 20 de enero, Estados Unidos no solo vio proclamarse a un nuevo presidente, sino la llegada de una nueva primera dama. Jill Biden seguirá los pasos de mujeres notables que, durante siglos, dieron forma a este complejo, siempre en evolución, y a menudo controvertido papel.
Olvidadas con demasiada frecuencia, se les da el protagonismo en la exposición llamada Todos los ojos sobre mí: primeras damas de Estados Unidos, en la Galería Nacional de Retratos en Washington. Se pueden ver en línea haciendo clic aquí.
Desde Martha Washington y Dolley Madison hasta Eleanor Roosevelt o Michelle Obama, la muestra rinde homenaje a las mujeres que utilizaron su singular posición para influir en el discurso político y social de innumerables maneras.
La improvisación de Martha Washington
Como primera esposa de un presidente de EE.UU., Martha Washington no tenía precedentes que seguir, y se inspiró en los modelos europeos para establecer su posición. La curadora de la exposición Gwendolyn DuBois Shaw le explicó a BBC Culture: “Debido a que no había tradición monárquica en el nuevo Estados Unidos, los papeles que las primeras damas comenzaron a ocupar reflejaban lo que habíamos recibido como súbditos coloniales británicos”.
“Cuando Martha Washington aparecía en público, la gente la llamaba Lady Washington porque era el lenguaje que habían heredado para referirse a una mujer de su talla. No empezamos a llamar a las primeras damas con ese nombre hasta finales del siglo XIX”, contó.
En un retrato pintado cuando ella y George vivían en Filadelfia, entonces capital del país, Martha parece irradiar un aire de madre de la nación, maternal pero exigiendo un respeto que la población parecía feliz de concederle. Su sucesora, Abigail Adams, cuya inteligencia y determinación brillan en un retrato pintado dos años antes de que su marido, John Adams, llegara a la presidencia en 1797, fue más activa políticamente, defendiendo los derechos de la mujer, la educación y la abolición de la esclavitud.
“Quería que la llamaran señora presidenta, pero a la gente no le gustaba eso, pensaban que estaba siendo presuntuosa”, explicó DuBois Shaw. Adams, como muchas esposas presidenciales, parece haber vivido indirectamente a través de su marido.
“Muchas de estas mujeres eran muy inteligentes, muy ambiciosas y estaban muy interesadas en la política, pero los roles de género les impidieron desarrollar su capacidad de ejercer cargos por sí mismas hasta bien entrado el siglo XX”, aseguró DuBois Shaw.
Primeras damas, infravaloradas
“Mary Lincoln estaba superinteresada en la política, realmente quería ser primera dama porque no podía ser presidenta. Cuando llega a la Casa Blanca, desarrolla una muy mala reputación. La gente habla de ella como si fuera arrogante y prepotente, el tipo de lenguaje que es familiar para las mujeres que desempeñan papeles prominentes en la política y los negocios hoy en día”, afirmó.
“Debido a su género, no la consideran como alguien que está bien versada en política”., continuó.
Sin otros medios disponibles, muchas primeras damas confiaron en el poder “blando” que les daba ser la anfitriona del presidente. Dolley Madison fue anfitriona honoraria de Thomas Jefferson antes de continuar en el rol cuando su marido James Madison se convirtió en presidente. Se destacó especialmente por sus habilidades diplomáticas para unir a los oponentes y cultivó amistades estratégicas tanto con políticos masculinos como con sus esposas.
“Todo esto fue rebajado en términos históricos, pero mucho fue logrado a través de estos medios por las mujeres en el siglo XIX y principios del XX, cuando no tenían otras formas de lograr estas cosas”, afirmó la curadora. El hecho de que Lincoln esté representada en la exposición por una carta de visita y Madison por un retrato pintado muchos años después de que fuera primera dama, también sugiere la forma en que fueron infravaloradas.
“Históricamente, la mayoría de las mujeres, incluso las que pertenecían a la élite, no se hicieron sus retratos profesionalmente”, siguió DuBois Shaw y gregó: “Cuando las primeras damas como Caroline Harrison, Lucy Hayes o Helen Taft eligieron que se hicieran retratos solemnes de sí mismas, de cuerpo entero, lo que estaban haciendo eran declaraciones audaces sobre cómo veían su propia importancia e impacto”.
DuBois Shaw señaló el retrato de Julia Tyler como particularmente indicativo de una fuerte personalidad: “Parece una princesa, y también actuó como tal. Ella fue la responsable de la decisión de hacer sonar el Hail to the Chief, himno personal del presidente cuando su marido el presidente John Tyler entraba en un evento formal”.
“Intentaba crear un sentido de formalidad a la manera de la realeza europea y hacer de Washington una sede de la corte, como lo fue Versalles bajo Luis XIV”, añadió.
Electores y valores diferentes
Con el advenimiento del siglo XX, el papel de la primera dama se hizo cada vez más público, con todo el escrutinio que eso implicaría. Como la posición permaneció indefinida, la prensa y la opinión pública estuvieron frecuentemente divididas sobre lo que exactamente debería ser una primera dama. Estas divisiones se entrelazaron con debates más amplios sobre la posición de la mujer en la sociedad.
Eleanor Roosevelt fue sin duda una de las primeras damas más visibles e influyentes del siglo. Con la movilidad limitada de Franklin D. Roosevelt debido a la polio, Eleanor frecuentemente hacía apariciones públicas en su lugar. En el momento álgido de la Gran Depresión, viajó a lo largo y ancho del país para evaluar los programas de asistencia federales, y durante la Segunda Guerra Mundial voló por todo el mundo visitando a las tropas.
A su prolífica carrera como escritora, se sumó su imagen pública. Así, se la representaba con una pluma en la mano, como se ve en la exposición. Pero aunque hoy se la recuerda como una formidable fuerza de la naturaleza, hubo muchas críticas contemporáneas sobre su nivel de influencia.
Durante su investigación para la exposición, DuBois Shaw se encontró incluso con una insignia de la campaña demócrata que decía: “Tampoco nos gusta Eleanor”. “Esa idea de que ella se pasó de la raya fue utilizada por su propio partido”, comentó.
Mamie Eisenhower, pintada en su retrato con su característico vestido de inauguración “Mamie rosa”, parecía mucho más adecuada para la idea de una primera dama que tenían los medios conservadores de la posguerra. “Era la vuelta a las mujeres en la cocina, el nuevo look de Dior”, aclaró DuBois Shaw y continuó: “La gente la amaba porque representaba ese aire doméstico de clase media blanca que estaba siendo realmente impulsada por los medios y la máquina cultural que, esencialmente, quería hacer retroceder el reloj”.
Pero a pesar de su apariencia, no temía desafiar lo convencional e insistía en que se permitiera a los niños afroamericanos participar en la carrera de rodado del huevo de Pascua de la Casa Blanca, de la que estaban excluidos hasta entonces.
La influyente Betty Ford
Más explícita a la hora de desafiar los convencionalismos fue Betty Ford. Políticamente progresista, estaba a favor de la libertad de abortar, la enmienda por la igualdad de derechos y de discutir abiertamente temas que antes eran tabú. Su franqueza sobre el cáncer de mama animó a millones de mujeres a hacerse un examen de mama, salvando incontables vidas en el proceso.
Después de dejar la Casa Blanca fue igualmente franca sobre la dependencia de las drogas y el alcohol, que ella misma desarrolló después de sufrir un pinzamiento en un nervio, y fue famosa por fundar el Centro Betty Ford. “Hoy en día se habla de la adicción y la rehabilitación de una forma muy diferente porque ella habló abiertamente de estos retos a los que se enfrentó en su vida”, reflexionó DuBois Shaw.
El vibrante retrato de Ford fue pintado en 1996, dos años antes de que ella y su marido recibieran la Medalla de Oro del Congreso, un testimonio de su impacto duradero en las vidas de los estadounidenses, aunque DuBois Shaw cree que el impacto personal de la señora Ford ha trascendido más allá. “Realmente tuvo una influencia global en la vida de la gente”, determinó.
Al igual que Eleanor Roosevelt, Hillary Rodham Clinton tuvo que enfrentarse a la reacción de quienes desconfiaban de su nivel de influencia y sus ambiciones políticas.
Laura Bush vs Hillary Clinton
Su sucesora, Laura Bush, con su experiencia como bibliotecaria escolar y su interés en los programas de alfabetización infantil, era mucho más aceptable para el establishment cultural conservador. Bush es pintada sonriendo amablemente al espectador con un libro abierto en su regazo. Clinton, en cambio, aparece de perfil, como en los retratos de la nobleza del Renacimiento italiano.
Sin duda, sus detractores la considerarán altiva, pero sus partidarios verán a una mujer segura de su capacidad y autoestima. Pintado en 2006, cuando las frustraciones de la Casa Blanca habían quedado atrás y quedaban años todavía para la batalla por la Presidencia, acababa de ser reelegida como senadora por Nueva York. Era la primera mujer de la historia en ocupar ese cargo.
A pesar de proceder de una formación jurídica similar a la de Clinton, la falta de interés de Michelle Obama por la política la convirtió en una primera dama mucho más popular.
La primera dama afroamericana
Conscientes, sin duda, de la importancia cultural e histórica de ser el primer presidente y la primera dama afroamericanos, los Obama eligieron a artistas negros para pintar sus retratos. El retrato de Amy Sherald, alabado por el presidente Obama por captar la gracia, la belleza, la inteligencia, el encanto y la sensualidad de su esposa, también fue aclamado por la crítica y fue enormemente popular entre los visitantes del museo.
DuBois Shaw consideró que el vínculo que formaron Obama y Sherald fue clave para el éxito del cuadro. “Tiene que haber cierto grado de comodidad entre ambos para conseguir un retrato que te cuente algo más que el aspecto, para adentrarse en su personalidad, en su persona y transmitir cuáles son sus valores”, dijo.
Esos valores se sugieren en el vestido que eligió. Diseñado por Michelle Smith, los vibrantes patrones rinden homenaje a las costureras de colchas de Gee’s Bend, Alabama, muchas de las cuales descienden de antiguos esclavos. El mandato de Obama como primera dama no podría estar más alejado del de Melania Trump, que será recordada principalmente por sus inquietantes decoraciones navideñas y el polémico rediseño de la rosaleda del jardín.
Dados los recientes acontecimientos en Washington, uno se pregunta qué pasará con su retrato oficial. Para la exposición, está representada por su fotografía oficial, un retrato de mirada dura y retocada que, al igual que la propia protagonista, revela muy poco en términos de personalidad.
Jill Biden
La nueva primera dama, Jill Biden, tiene 69 años, una licenciatura y dos maestrías, y obtuvo un doctorado en Educación en la Universidad de Delaware en 2007. Pero lo que aún no tiene es un retrato oficial. Tendrá que elegir qué imagen, qué papel y qué valores quiere transmitir durante el mandato de Joe Biden. Durante su mensaje en la Convención demócrata dio quizá una pista de lo que quiere representar: “Enseñar no es lo que hago. Es lo que soy”, dijo.
Por el momento, ya hará historia como la primera de las primeras damas que continúa su carrera mientras su marido está en el cargo. Jill Biden será una primera dama “activa”, cree Mark Johnson, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Rice, de EE.UU.
Aunque no será “política” en el sentido partidista como lo fue Hillary Clinton, pues eso la convertiría en blanco de ataques, aclara el experto. Con todo por definir, sin embargo, ahora muchos ojos estarán puestos sobre ella.
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