En su camino siempre encontraba personas similares y su vida amorosa no prosperaba, hasta que un día apareció una mujer diferente a cualquier otra...
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La primera vez que Franco divisó colores alrededor de las personas creyó que tenía problemas de la vista por ver tanta televisión. Era muy chico y las tonalidades estaban siempre allí, a veces surgían con intensidad y otras de manera tenue. Verde agua, azul, rojo, rosa violáceo solían envolver a cada individuo ante su mirada extrañada. Cierta vez lo comentó en una cena familiar con la amiga “bruja” de su madre: “Siempre está esa amiga en la familia”, asegura Franco hoy, mientras repasa su historia. “Lo que ves es el aura de las personas”, le explicó ella ante su asombro.
Con el paso de los años su interés por aquello que le sucedía crecía y decrecía, pero lo que siempre acaparaba sus pensamientos eran las cuestiones del amor, un rubro en el que había padecido más desilusiones que aciertos, en especial cuando sentía que, finalmente, se había enamorado.
Todo cambió un buen día, tras otra triste ruptura, cuando en su vida emergió una mujer con un aura que jamás había contemplado con anterioridad.
Amigas insistentes y una cita inesperada: “La danza del chamuyo me parecía algo fatal”
No sabía si estaba listo para un nuevo amor, pero sus amigas insistieron que debía probar con “Tinder” y pasar de página. Franco, sin embargo, no sentía que la aplicación fuera para él, ya había hablado con un par de personas y todo había sido muy monótono, muy básico: “La danza del chamuyo me parecía algo fatal”.
Sin embargo, el joven decidió probar suerte una vez más y, para su sorpresa, hizo “match” con una chica, Federica, que de inmediato le facilitó su celular y le sugirió que trasladen la conversación al WhatsApp.
“Me pareció particular, ya que el tema de pasar del chat de Tinder al WhatsApp suele demorar unos cuantos mensajes, en mi experiencia al menos”, asegura Franco. “Charlamos por varios días, intermitentemente, pero me encantaba la comunicación, era transparente y honesta, sin vueltas”.
Tras un par de intentos fallidos por concretar un encuentro, Franco decidió salir con su mejor amiga a tomar algo en su ciudad, Córdoba, evento que compartió de manera instantánea en su red social. “Qué lindo”, le escribió Federica en relación a la foto compartida. “¿El bar o yo?”, preguntó él. “Vos”. “Estoy compartiendo un gin con mi mejor amiga”, siguió Franco. “En el bar en el que trabajo sirven buen gin también...Te espero”.
Un aura de un color inusual: “Supe que tenía frente a mí a quien me iba a acompañar toda mi vida”
“¿No es raro que vaya con vos al bar de una chica que estás queriendo conocer?”, sugirió la amiga de Franco mientras se dirigían al nuevo destino inesperado. Él la miró de reojo y le aseguró que si una chica tenía problemas de entrada con que tenga amigas mujeres, claramente no era alguien para él.
Al llegar, una moza les indicó que podían sentarse frente a la escalera. Entonces Franco la vio allí, mientras bajaba del piso superior y de pronto el tiempo se detuvo, todo a su alrededor había quedado congelado: “Yo solo veía a una persona, hermosa, que bajaba las escaleras. Su aura era naranja, mi color favorito y un color que yo nunca había visto en alguien y supe que tenía frente a mí a quien me iba a acompañar toda mi vida. Era como si fuera un fuego que derretía todo el hielo que se había generado cuando la vi”.
Federica saludó primero a su amiga y después a Franco, y luego los acomodó en una mesa especial que tenía reservada para ellos. Tras un tiempo, él se acercó y la invitó a tomar un trago a la salida. La buscó a las dos de la madrugada sin saber que sería la primera noche de muchas. No hicieron ni dos cuadras que, de los nervios, él le hizo un comentario que le causó gracia y Franco quedó encandilado: “Su risa me atrapó. Esa noche fue mágica”.
“Mañana va a estar hermoso para ir al río”, lanzó ella. “¿Vamos?” “Vamos”.
Un cumpleaños diferente y una propuesta inusual pero necesaria para ablandar el corazón
El corazón de Fede estaba más cerrado que el de Franco, su último desamor la había golpeado y soltarse le resultaba más difícil. Sin embargo, algo extraordinario sucedió veinte días después de su primera cita, cuando Franco la pasó a buscar por su trabajo para celebrar el cumpleaños del joven. Ella iba callada, nerviosa.
Se sentaron en el mismo lugar de la primera salida y, al grito de ¡feliz cumpleaños!, ella sacó una bolsa llena de regalos: “Estoy acostumbrado a los regalos típicos, esperables. Fede fue más allá”, cuenta Franco.
“Sus regalos incluían todos mis gustos, los realmente personales, las cosas que ella había notado en veinte días. Entre ellos había un tazón de Harry Potter con un diseño dentro de la taza, porque ‘`Sé que te gustan los tazones y vi que varias de tus tazas tienen dibujos adentro´ y un comic de Spider-Man, mi personaje favorito. Yo no podía creer que por fin me regalen cosas que me gusten. Mientras yo veía los regalos, Fede exteriorizaba la odisea que fue comprar y conseguir dichos objetos, historia que atesoro por el esfuerzo y la voluntad, que me demostraba más amor que los regalos en sí”.
Fue también entre esos días que Federica le hizo una propuesta extraña, pero necesaria para derribar la muralla que protegía a su corazón. Le pidió que la dejara a ella dar los pasos fuertes en la relación. Al poco tiempo llegó su primer ‘’te quiero’', a los días, entre sombras de la noche, le confesó que estaba muy enamorada de él y un 2 de marzo le preguntó si quería ser su novio, el mismo día que Franco escuchó el primer ‘’te amo’'.
La dicha de un amor naranja: “Ella es la heroína que salva el día gris con una canción que le devuelve el color a todo”
A Franco siempre le resultó curioso tener la capacidad de ver el aura de las personas. Nunca lo buscó, aunque siempre se percibió sensible. Lo que jamás imaginó es que a su vida llegaría un ser rodeado de un halo naranja, que simboliza la alegría, la felicidad, la calidez y la vitalidad.
“Desde el día que conocí a Fede, no hago más que crecer como persona. Y ella, que de a poco fue bajando sus escudos, se abrió en plenitud y amor a una relación que los dos vivimos como lo más hermoso que nos pasó”, reflexiona Franco.
“Este año me tocó vivir la muerte de mi abuela y la de mi gato, Saturno, que fue atropellado en frente nuestro. Fede no solo está en los mejores momentos, sino que estuvo en los peores y realmente estuvo ahí”, continúa. “Tenemos el mismo sentido del humor y, si bien es difícil encontrar a una pareja que se sienta correcta, más difícil es encontrar a una pareja que se sienta así y al mismo tiempo sea tu mejor amiga. Ella y yo hemos tenido relaciones en el pasado, pero no así. Yo creí saber lo que era estar enamorado, hasta que conocí a Fede y se me cayó la estantería”.
“Con ella aprendí a decir que sí, a abrirme, a que todo tiene un final feliz si la miro a los ojos. Aprendí a comunicarme mejor, a no juzgar, a escuchar, a pensar. Ella es la heroína que salva el día gris con una canción que le devuelve el color a todo, el amor, la alegría y las ganas de vivir. Fede es mi canción, mi canción favorita”, concluye emocionado.
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